Crónica del show histórico de María Becerra en River: la consagración de la voz que despertó a una comunidad

"La nena de Argentina" reunió a más de 140 mil personas en el Monumental de Núñez, en dos shows que la hicieron entrar en la historia. Pero sus presentaciones fueron mucho más que un récord, y esta crónica va sobre eso.

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María Becerra en el Monumental de Núñez.
Foto: Javier Rogoski

Desde Buenos Aires
"Esta noche es para brillar”, anuncia el cartel de una vendedora ambulante que lleva horas sentada en la Avenida del Libertador. El mensaje escrito a mano en una cartulina blanca captura la atención durante unos segundos y se pierde entre la abrumadora oferta de remeras, vinchas, fotos e incluso sándwiches de jamón y queso que copan el camino hacia el estadio River Plate. A eso hay que sumarle la interminable procesión de fanáticos vestidos de violeta —el dress code de la noche—, un color que desde temprano domina el barrio porteño de Núñez. El clima es de expectativa, pero también de comunidad.

La aparición del “esta noche es para brillar” en aquel puesto improvisado habrá sido fugaz, pero su mensaje es indeleble. Le habla a las 140 mil personas que agotaron en horas los dos shows con los que María Becerra se convirtió en la primera artista argentina en actuar en River —un lugar tan anhelado como un Estadio Centenario en Uruguay—, y parece dirigido a la cantante de 24 años que hoy hace historia.

Faltan unos minutos para que Becerra salga al escenario. Es sábado por la noche y en el Monumental, la espera en las tribunas se ameniza con intermitentes olas humanas de color violeta, selfies y la vista de los aviones recién despegados desde el aeropuerto más cercano. La expectativa crece. La función de ayer tuvo que empezar dos horas más tarde debido a problemas técnicos, y en la tarde de hoy explotó un tanque de oxígeno que dejó dos heridos leves. Pero a las 21.05, cuando se apagan las luces y una oleada de flashes y gritos envuelven el estadio, todo queda en un segundo plano. Es momento de la revancha.

María Becerra en el Monumental
María Becerra agotó dos veces el Estadio Monumental de Núñez.
Foto: Javier Rogoski

“De Quilmes para el mundo”, se lee en las enormes pantallas de 15 metros de altura que forran el escenario. Las 70 mil personas que agotaron esta segunda función corean a los gritos el estribillo de “Dime cómo hago”, el primer éxito de Becerra, que musicaliza el video de introducción al show.

Finalmente, rodeada por sus bailarines, banda y un coro de siete voces, María Becerra sale a escena. El grito del público abruma. “La nena de Argentina” —cuya frase "No hay nadie que me tumbe, en esta casa no hay peligro de derrumbe" se resignifica tras los inconvenientes técnicos: es todo un grito de autoconfianza— inaugura el repertorio con una declaración de principios que reafirmaría al término de su recital de casi tres horas: “En Argentina hay una banda de talento y acá se pueden hacer cosas increíbles. No tiene que ser de afuera para que sea mejor, para que esté bueno. Es nacional, amigo”.

Para que quede claro, canta 42 canciones divididas en nueve bloques, tiene siete cambios de vestuario, ofrece exigentes coreografías y se acompaña de visuales imponentes. Canta “Adiós” y “El amor de mi vida” entre el público, interpreta “Episodios” y “Desafiando el destino” junto a un cuarteto de cuerdas y una plataforma la eleva unos cuantos metros en “High” y “Dime cómo hago”. Se pasea con comodidad por el reggaetón, la cumbia, la bachata, las baladas y la música electrónica, y así como lo hizo en el Velódromo Municipal en noviembre, vuelve a confirmar que es dueña de uno de los repertorios más versátiles de su generación.

El concierto se transmite por Flow y alcanza un pico de 150 mil vistas en simultáneo. En total, 220 mil personas están atentas a la noche consagratoria de María Becerra. El sabor a revancha no se limita a los inconvenientes técnicos de las horas previas, sino que como asegura en el minidocumental emitido antes de “Episodios”, el significado de esta noche es mucho más profundo. “Soy una persona que la gran mayoría de su vida fue bullyineada, invisibilizada y rechazada de 10 millones de cástings. Me costó mucho que alguien confiara en mí”, dice en el video emitido por las pantallas gigantes y enseguida dispara un “Olé, olé, olé, / Mari, Mari” colectivo.

La importancia de este show, por lo tanto, va mucho más allá de agotar dos veces el Estadio de River. Se trata de la cosecha de un camino que apenas lleva cuatro años pero que asombra. Y si a eso se le suma que ni siquiera pasaron tres años desde su primer show en el festival America Rockstars de Punta del Este —“lo padecí, canté como el cu...”, admitió tiempo después—, ver la evolución con la que canta, y la seguridad con la que se mueve en el escenario y se enfrenta al público, es admirable.

Y que de las 42 canciones que Becerra presentó solo en una haya tenido a una invitada —su hermana Ailín, quien cantó “Dímelo"— también habla de lo quiere transmitir con su recital. Es una intención que dialoga directamente con el concepto del álbum La nena de Argentina, cuya única colaboración era justamente con su hermana, y con el mensaje de “Primer aviso”, su combativo primer adelanto de su próximo disco, en la que junto a Ivy Queen dispara frases como: “Yo me busqué lo mío” y “Sin contactos, desde abajo, / Me educaron con la cultura del trabajo”.

A su vez, resalta el sentido de comunidad que su repertorio despertó entre su público. Se percibe con el canto eufórico de los fans cuando rescata canciones de su primera época como “Dime cómo hago”, “Tú me lo haces fácil” y “Dejemos que pase”, en los abrazos y las lágrimas entre amigos y familiares cuando interpreta “Desafiando el destino”, y cuando estrena “Slow It Down”, que escribió hace cinco años y recuperó tras la insistencia de sus fans.

“Esta noche no hay corazones vacíos”, se lee, sobre el final del espectáculo, en miles de carteles que se repartieron en la entrada al River Plate. La escena ocurre en medio de “Corazón vacío”, una canción que nace del dolor más profundo (“Y aunque pude sola, te necesité, / Haz lo de siempre, desaparécete”) pero que ahora se resignifica en un abrazo colectivo. La escena es tan fuerte que María, emocionada, le pide al público que coree el estribillo una vez más mientras las luces del estadio resaltan la ropa violeta de las 70 mil personas.

Sobre el final, ya después de un enganchado de hits bailables con “Berlín”, “Los del espacio” y “Qué más pues?”, Becerra habla de la importancia de celebrar el talento de su país, y llama a todo su equipo para una foto grupal.

En el escenario se ven abrazos, lágrimas de emoción, saltos y arengas. Es casi medianoche y las 70 mil personas empiezan la larga retirada, pero Becerra y su equipo siguen festejando aunque la fiesta haya terminado. Es la postal perfecta para cerrar un concierto histórico.

“Esta noche es para brillar”, decía aquella cartulina de la Avenida Libertador. Tenía toda la razón.

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