Así como con los remixes de sus clásicos Marama buscó desarmar sus canciones más conocidas para combinarlas con el estilo de cada artista invitado, el show de 10 años de la banda de cumbia propuso algo similar. La idea consistía en rearmar su estética para dar inicio a una nueva etapa. Agustín Casanova se lo había comentado a El País en junio: “Va a ser un punto de quiebre. Estoy seguro de que, por primera vez, nuestros amigos, familiares y los que nos siguen desde hace 10 años van a decir: ¿qué está pasando acá?”. Y así fue.
El viernes a la noche, la banda inauguró su gira en el Antel Arena —repite esta noche; aún quedan entradas a la venta en Tickantel— con una propuesta que se desligó de la imagen que suele rodear a sus canciones de cumbia pop de clima veraniego. No hubo palmeras, ukelekes, conos ni visuales que refirieran a las playas.
Un stand ubicado en el pasillo que daba al campo, dio un pequeño adelanto por dónde iba la nueva propuesta: detrás de un sillón vintage y una máquina de escribir, un montón de relojes antiguos y engranajes rodeaban al nombre del grupo. El único punto de unión entre la vieja imagen de Marama y la que se inauguró ayer era la imagen de ananá de bronce que se acompañaba de un “2014-2024”.
Antes de que arrancara el show, una mujer en zancos estilizada a lo Mary Poppins —con paraguas incluido— saludaba al público. En vez de cumbia y reggaetón, por los parlantes se oían piezas orquestales que calzan con la banda sonora de las películas de aventuras.
“El Antel Arena va a estar relacionado con el tiempo”, dijo Casanova en aquella entrevista con este diario, y no exageraba. Toda la estética del escenario giró en torno al paso del tiempo: hubo relojes gigantes en las pantallas del escenario, engranajes en los atriles y en los vestuarios de los músicos.
Fue ahí donde estuvo la mayor sorpresa: los cinco miembros de Marama se caracterizaron como si fuesen viajeros del tiempo. Usaron lentes y mameluco de aviador, chalecos de terciopelo y camisas; a primera vista nada los unía a canciones con canciones como “Bronceado” o “Nena”. El grito entusiasta del público se oyó apenas salió la banda a escena. “Yo creo que mucha gente que ya ha visto el show de Marama se está preguntando qué pasó”, dijo, entre risas, Casanova después de los primeros hits. “No saben lo difícil que fue guardar este secreto durante estos meses. Este es el festejo de 10 años haciendo lo que nos gusta y disfrutando con ustedes; ojalá que sean 10 años más”.
La idea de quebrar la imagen del grupo no se limitó al vestuario y la escenografía. En el show más sorpresivo e impactante de su historia, la banda también se permitió reimaginar varias de sus canciones para llevarlas a un terreno inesperado. “Enemigos” se transformó en una power-ballad mientras que “Vamos a pasarla bien” se fusionó con candombe gracias al aporte de Ruben Rada, que no estuvo presente pero su voz sonó en los parlantes del Antel Arena.
Sin embargo, eso no significa que todo el repertorio se haya modificado. Sí hubo lugar para sumar elementos musicales a sus clásicos gracias al aporte de tres coristas, de una sección de vientos —esencial en temas como “Te amo y odio” y “Lo intentamos”— y, por supuesto, invitados. La lista estuvo formada por los argentinos Ráfaga, MYA, Roze, Flor Álvarez, Robleis y Emanero, que como ya habían mostrado en sus remixes de canciones de Marama, le aportaron otra impronta a los hits “No te vayas”, “Todo comenzó bailando”, “Una noche contigo” y “Bronceado”.
Con Emanero, además, cantaron una versión de la balada “A puro dolor”, de Son by Four, que el argentino versionó recientemente con Rusherking y Ángel López. Fue uno de los puntos altos del show, y funcionó como una especie de adelanto de lo bien que podría funcionar el otro proyecto pendiente de Marama: grabar un EP con versiones de clásicos de los ochenta y los noventa.
Casanova se tomó varios momentos entre canciones para leer carteles de fanáticos y agradecer al público por el apoyo en esta década. La parte emotiva se complementó con otra distendida y enérgica a cargo del bajista Agustín Duarte y el percusionista Pablo Arnoletti. También hubo, como en todo gran festejo de cumpleaños, serpentinas y confeti.
Y ya que se mencionó tanto a las sorpresas, hubo una final que esta vez no fue para el público, sino para los músicos. Sobre el final del concierto, el padre de Casanova subió a entregarles varios discos de oro y platino por sus canciones, y aguantó las lágrimas mientras le dedicaba unas palabras al público. “Gracias a todos ustedes, que fueron siempre los que alimentaron su sueño. Es difícil dedicarse a la música en Uruguay, pero esto es más que merecido. Ojalá que puedan seguir muchos años más”.
El cierre quedó en manos de "Nena", en la que la banda estuvo rodeada por malabaristas que subieron al escenario. Mientras tanto, el confeti plateado llovía sobre el público y la producción de la banda repartía flotadores inflables en las primeras filas del campo. "Gracias por todo, disfruten de la vida, del tiempo y cuídenlo. Nos vemos, una vez más, en el escenario", dijo Casanova. Y este sábado, Marama irá por la revancha en el Antel Arena.
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