Dante Spinetta se siente Messi y la está pasando demasiado bien como para parar, y todo se lo debe al funk

A dos años de haber lanzado "Mesa dulce", un disco que le dio premios, público y le cambió la realidad, Dante Spinetta llega a Sala del Museo con la banda de sus sueños y, en charla con El País, explica cómo el funk lo ayudó a sublimar el dolor.

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Dante Spinetta en la era "Mesa dulce".
Foto: Milos Nasio

Duro, pero también picante. Así es el presente de Dante Spinetta, a juzgar por la charla que tiene una tarde de fines de julio con El País, a propósito de su regreso a Montevideo para presentar, con todas las de la ley, Mesa dulce. Es el disco que lanzó en 2022, le valió un Grammy Latino (a canción alternativa por "El lado oscuro del corazón") y dos Premios Gardel, lo llevó a tocar por todo lados y, sobre todo, le confirmó que jugársela todavía es algo que vale la pena.

Al otro lado de la cámara, de espaldas a un mueble en el que se alinea su cosecha de gramófonos y Gardeles, Dante Spinetta está feliz. Irradia la energía que ahora vendrá a intentar contagiar en vivo, en el show que dará el jueves 15 de agosto en la Sala del Museo. Estará con banda completa y con el regreso de Matías Rada, el guitarrista uruguayo con el que no toca desde la pandemia (antes, el 9, se reencontrarán en escena en el Vorterix porteño); hay entradas a la venta a través de Redtickets.

Mesa dulce cambió mi realidad. La verdad es que es un disco que me trajo muchísimas alegrías, en todos los sentidos. A nivel industria me dio las dos nominaciones a los Grammys y el hecho de haber ganado uno, me dio el ganar cuatro Gardel con siete nominaciones, ganar premios Rolling Stone, no sé, un montón de cosas. ¡Y la gira! Venimos de tocar en Londres, Dublín, Barcelona, Madrid, México, Perú; estamos tocando por todos lados, y lo que pasó acá en Buenos Aires también es tremendo. Por primera vez hice un Teatro Gran Rex o un Ópera como solista”, enumera. “Este es un disco que me cambió la realidad”.

Como si fuera poco, a dos años de haberlo estrenado, Mesa dulce todavía es un álbum que lo hace sentir feliz: “Lo sigo escuchando y digo, uy, quedó rebién este álbum. Y me subió la vara: el próximo que haga tiene que estar igual de bueno, por lo menos, o más. Uno siempre quiere más”.

Un par de columnas sostienen ese resultado, esa convicción: Mesa dulce es su disco más funk, un derroche de groove al servicio de canciones de amor; y es un gesto de agradecimiento que nació desde el dolor. En 2021, en plena pandemia del covid, murió Patricia Beatriz Salazar, viuda de Luis Alberto y madre de Dante, Catarina, Valentino y Vera Spinetta. De alguna forma, el músico encontró en este proyecto una oportunidad luminosa, y el universo recibió su mensaje.

“Esta vez hubo una energía muy particular, que es como una especie de renacer que uno siente en la vida, que está acompañado de un momento doloroso, de haber perdido a mi madre”, dice Dante a El País. “Pero en vez de caer, elegí tomar eso y agradecer por la madre que tuve, agradecer a la música y sentir que mis padres hoy son mis ángeles guardianes y de mis hermanos también, que va a estar todo bien y que hay que seguir jugándosela. La música, a mí, también me salva la vida”.

En Mesa dulce, Dante celebra el haber llegado a un sonido “real”, que es un funk de pura cepa influido por sus años en el mundo del hip hop y la nave Illya Kuryaki, y atravesado por la identidad sudamericana. La presencia de Trueno y Ca7riel, a los que les lleva varios años de distancia, se conecta con los arreglos de vientos a cargo de Michael B. Nelson, parte fundamental de los Hornheads que engalanaron la música de Prince; y a eso se agregan el trabajo de cuerdas de Claudio Cardone y el aporte de los músicos Pablo González, Mati Méndez y Axel Introini. “Son todos bestias, todos unos animales. Es momento de disfrutar y, después de tantos años, decir: bueno loco, encontré el team. Es grosso meterse a la cancha con este equipo. Yo me siento Messi con estos pibes, me siento duro. Me siento que entramos y ganamos”, dice Dante sobre la experiencia del vivo.

Tan así es que, con ese mismo plantel, ya trabaja en un nuevo disco que será “superfunky”, sí, pero distinto. “Lo único que quiero es que esto no pare. Estoy pasando demasiado bien para parar”.

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Dante Spinetta.
Foto: Mica Bianchi

El jueves 15, probará este equipo ganador en Montevideo, con el aviso de que “los shows en Uruguay siempre son una fiesta” y de que es, además, época de despedida para Mesa dulce, con la sexualidad de “Rebelión”, la pomposidad de un tema como “Ridículos” en el que saca a relucir su mayor faceta de cantante, y toda la diversión que se reparte en el medio.

Es, es evidente, un disco perfecto para “pasarla de puta madre”.

Porque al final, de eso se trata el funk. “El funk es como una especie de tren, y el motor es el corazón. Es muy físico, tiene esa mezcla de libido y de alma, esa energía sexual que es muy power en la vida y que tiene que ver con la creación y con el hacer cosas, con la transpiración”, dice Dante para intentar explicar lo inexplicable.

Hay algo en eso del cuerpo, en el placer conectado a los sentidos, que se puede ligar con este fetiche gourmet que va rodeando a su obra. Dante ya hizo las Niguiri Sessions, después las Damasco Sessions, después este álbum con un nombre que también remite a lo culinario.

En el estudio, dice, la comida también es clave: ha sido capaz de pedirle a su mánager que, a las nueve de la noche, tuviera en la mesa comida de tal o cual lugar para garantizar, como buen anfitrión, una experiencia inolvidable. “La comida, la buena comida, hecha con una energía buena y con buena materia prima, inspira. Nosotros seguimos grabando hasta las 4 de la mañana y metimos 10 temas en dos días. Es nafta”, dice.

Después suelta: “Sí, un día me voy a poner un restaurante, ya fue. Capaz es mi camino”.

Por lo pronto, mientras intuye que su nuevo álbum sabrá a “fusión latinoamericana”, sigue con el foco puesto en la música. “Porque este no es el momento mundial del funk, ni en pedo, y yo podría haber hecho un disco más urbano y capaz que era más comercial, pero la verdad es que tengo que hacer lo que siento. Yo no voy en contra de nada, yo voy en la mía. Voy a favor de mi viento, de mi viaje”, dice. “No hay que tener miedo, porque el miedo puede ser un gran enemigo del artista. Hay que jugársela por lo que uno siente, igual que en la cocina: tenés que hacer lo que se te cante”.

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