Por Rodrigo Guerra
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Es la voz de la generación que forjó su camino en El Quinto Escalón, la competencia callejera de freestyle de donde también surgieron figuras como Wos, YSY A y Paulo Londra. Empezó a rapear cuando era niño, a los 22 años hizo del trap en un fenómeno rioplatense y a los 26 agotó cuatro veces el Estadio Vélez Sarsfield de Buenos Aires. O lo que es lo mismo: en cuatro noches reunió, él solo, a 180 mil personas.

Duki, el nombre artístico de Mauro Ezequiel Lombardo, es el máximo representante de toda una camada de artistas que hicieron camino a base de esfuerzo, autogestión y un gran olfato para el hit. Todo empezó con “No vendo trap”, de 2016, una declaración de principios que se volvió viral en cuestión de semanas. Y llega, entre otras conquistas, hasta su sesión con Bizarrap que acumula casi 200 millones de reproducciones entre Spotify y YouTube.

Tras aquel debut de 2016, el quiebre había llegado un tiempo después, en 2017, con “Hello Cotto” y “She Don´t Give a FO”, dos canciones de trap agresivo que sonaron sin descanso en radios, boliches y parlantes de incontables automóviles estacionados en la rambla. Junto a “Loca”, de Khea —donde también participó Duki— formaron una tríada tan poderosa que lograron desbancar a la cumbia pop como el género más popular de aquel momento.

A esa altura, el rapero de cara tatuada y rimas filosas ya había hecho historia. “Nosotros somos el cambio y me refiero a todos los que estamos ahora”, le dijo entonces a La Nación. “Cuando hablábamos con YSY A decíamos: ‘Tenemos que ser como Spinetta, como Cerati, como Charly. ¿Hace cuánto que no tenemos una banda zarpada, que sea trascendental de verdad?’. La última que había ido a España con más fechas había sido Soda Stereo, que había clavado como 10; yo fui en 2018 y con YSY e hicimos 15”.

Duki, que mañana se presentará en el Velódromo Municipal con entradas agotadas, atravesó varias modas pero no deja de crecer.

Su único show en Montevideo había sido en La Trastienda en 2019, y fue una experiencia con claroscuros: empezó muy bien pero se quedó afónico sobre el final. Ahora actuará en uno de los escenarios más grandes de Uruguay: de aquel debut a esta presentación, la convocatoria se habrá multiplicado por 10.

El argentino agotó las entradas con varios días de antelación y tendrá a los locales Knak y The La Planta como invitados. Presentará un repertorio que sintetiza los distintos capítulos de su carrera y que reflejan su evolución artística.

Lo que inició como un trap agresivo, de uso desmedido de Auto-Tune y un fraseo frenético —“Hello Cotto” y “Rockstar” lo demuestran— se fue transformando en un camino abierto a la exploración. Su disco debut, Súper sangre joven (2019), ofrecía varios ejemplos: “A punta de espada”, grabado con YSY A, se alimentaba de aires salseros; y “Perdón”, se construía sobre el sample del bandoneón y las cuerdas de “La última curda”, de Roberto Goyeneche.

En 2021 redobló la apuesta con Desde el fin del mundo, su trabajo más experimental. “El álbum es una búsqueda de autosuperación para mí, de demostrarle a la gente mi potencial y más que nada mostrármelo a mí”, le dijo a El País en su momento. “Siento que crecí mucho, que estoy más maduro, más responsable, más conectado con mi carrera en toda la parte de preparación”.

El álbum incluía varias letras introspectivas que mostraban que el trap no solo era un género para cantarle a la arrogancia y al fronteo. En “I Don’t Know” decía: “I don’t know, baby, ¿donde estás? / Voy muy rápido, no puedo frenar; vení, salvame que estoy por chocar”. Era una súplica arropada por un beat de hi-hats inquietos.

“Es una metáfora de que uno está en esa vida tan rápida, adrenalínica, con joda y alcohol, metido en la noche. En un momento sentí que iba a chocar, mi cuerpo lo sentía”, le reveló a El País. “Trabajar con mi familia me salvó la vida. Si no fuera por ellos me moría como un pelotudo”.

El disco también describía lo difícil que era entonces mantenerse en la cima. “Todos preguntan cómo se siente, / Nadie me pregunta cómo me siento”, lanzaba en “Sudor y trabajo”. “Ya van cuatro años desde que empezamos, y seguimo’ teniendo el control, / Los viejos trucos, la misma receta, mato las penas con alcohol”.

“La cuarentena me permitió ver las cosas de otro punto de vista y cambiar un poquito mi forma de ser”, le dijo a El País al respecto. Además de un cambio en su ritmo de vida, también se animó a despojarse del trap, al menos por un rato. Temporada de reggaetón fue un proyecto de dos volúmenes que le generó millones de reproducciones, unos cuantos éxitos, un himno para la pista de baile (“Top 5”) y hasta críticas de sus fanáticos más conservadores.

Esa etapa de su carrera, que fue de 2021 a 2022, fue clave en su expansión continental. Grabó colaboraciones como “Una vaina loca” con Manuel Turizo y Fuego, que se coló en la lista de las 50 canciones más escuchadas del mundo en Spotify; y “2:50 Remix”, con MYA y Tini, que fue uno de los éxitos que más sonó cuando los boliches uruguayos retomaban, tímidamente, su actividad tras la emergencia sanitaria.

Su trabajo con Emilia Mernes merece un párrafo aparte. “Como si no importara”, de 2021, fue un éxito que trascendió la música: se trató de la canción con la que los cantantes confirmaron su noviazgo. Repetirían experiencia meses después con “Esto recién empieza”, un reggaetón con tintes pop.

El año pasado, Duki se reencontró con el trap agresivo en “Givenchy” y anunció el inicio de la “Temporada de Diablo”. Entre todos los lanzamientos —acaba de salir “aPoLLo 13”— destaca su sesión con Bizarrap, donde lanza: “Cada vez más fuerte, / Después de tantos años, yo no le diría suerte”.

Mañana lo demostrará en el Velódromo Municipal con un show sumamente prometedor y una valija repleta de hits.