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El Plan de la Mariposa, la banda argentina que ve poesía en Montevideo y hace de las canciones un servicio

Son de Necochea, pero tienen un estrecho lazo con Uruguay, el país en el que este viernes y sábado presentarán su disco "Correntada". De eso, la búsqueda y el presente, Santiago Andersen de El Plan de la Mariposa charló con El País.

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El Plan de la Mariposa para el disco "Correntada", de 2024.
Foto: Difusión

La primera vez que El Plan de la Mariposa tocó en Uruguay, en 2018, Santiago Andersen flasheó. Se acuerda del Solitario Juan, extinto bar sobre la calle Rodó, como un "pasillito" en el que apenas entraban todos los músicos en un escenario que los despegaba "30 centímetros del suelo". Alrededor de cien personas habían llenado el lugar, "gente que había viajado de otros pueblos", dice. Andersen pensó en lo raro que era ser de Necochea y de repente estar en otro país, a casi 800 kilómetros, tocando para un público nuevo y con la convicción de que ahí, en ese instante, algo estaba sucediendo.

De aquellas fotos mentales hasta ahora, lo cosechado supera sus propias expectativas. Como confirmación, este viernes y sábado El Plan de la Mariposa toca con entradas agotadas en Sala del Museo, un lugar con capacidad para mil personas. De 100 a 2.000 en seis años. De 100 a conformar una tribu propia, masiva, que va por ahí defendiendo casi que una evangelización.

Fundada en 2008 en Necochea, una ciudad costera, es un septeto que se basa en los hermanos Andersen —los trillizos Máximo, Valentín y Camila, y los mayores, Santiago y Sebastián—, tiene en la banda uruguaya La Vela Puerca un faro del quehacer artístico y acaba de lanzar Correntada, un nuevo disco.

El trabajo, dice El Plan en su comunicación oficial, es el inicio de una nueva etapa. Santiago Andersen, sin embargo, piensa que "eso es un poco siempre así". "Para mí, por lo menos en nuestra dinámica, sacar un disco es como un organizador. Es un organizador de la energía, porque un disco son canciones, pero también es un imaginario y un universo estético que se desarrolla y que después se traslada a todo el abanico de cosas que hacemos. Entonces a nosotros nos sirve realmente para de pronto decir: bueno, este es un nuevo capítulo".

Violinista y el artista responsable de las portadas de los discos de la banda, Santiago lo entiende así: un álbum trae canciones, las canciones cambian el repertorio y el repertorio atraviesa el show. Y no hay nada que le guste más a El Plan de la Mariposa que tocar. "Me alucina, me encanta y esto es como un nuevo libreto. Te devuelve una excitación, ¿viste? Una adrenalina que está copada".

Una dosis de eso recibió el grupo en abril, cuando consiguió uno de los primeros pogos en el Cosquín Rock Uruguay, cuando el sol de la tarde bañaba el Prado y unos cuantos miles se entregaron con todo el cuerpo a esas canciones que resumen rock, folk, psicodelia y un aire celta que da el toque distintivo. Fue la primera vez que tocaron "Cuchillos y escudos", que acababa de estrenarse como un adelanto de Correntada. La estadía, además, fue más larga que lo usual: se juntaron con artistas locales, trabajaron en estudio con Cuatro Pesos de Propina, grabaron, fueron de invitados a la Fiesta ¡FA! de Mex Urtizberea. Tocaron una de Ruben Rada, "¿Quién va a cantar?", con Hugo Fattoruso en el piano; sintieron el miedo, dice Santiago, y se ríe.

Después recuerda una visita anterior, en la que Rada los fue a ver tocar y en la que también coincidieron con los Cuatro Pesos, a quienes cruzaron a la salida de un show, y con los que terminaron en un bar en el que también andaba La Vela. "Era como si Uruguay fuera un barrio", dice Santiago. "Estaba todo ahí".

El enamoramiento de El Plan de la Mariposa con Uruguay viene, casi, desde el origen de sus tiempos. "La Vela es la gran banda de nuestra adolescencia. La Vela fue mucho a Neco, pero un montón, era como un clásico, y de los primeros shows que abrimos fue uno de ellos hace, no sé, 15 años", repasa el músico. "Pero para nosotros fue como la primera vez de tocar con una técnica buena, y ver a alguien que es tu referente, de cerca. Y también esa dinámica que tienen, de grupo de amigos que hace las cosas en su ley, que logra hacer algo profesional y llevar adelante un modo de vida. Para nosotros fue un gran ejemplo de que eso se podía: La Vela nos mostró, sin quererlo, que esa posibilidad existía".

Con ese aprendizaje, los Andersen más Andrés Nor y Julián Ropero hicieron un recorrido que los fue ubicando como una de las bandas fuertes del Río de la Plata, impulsada por un séquito que es cultor del boca a boca: donde hay un fanático de El Plan de la Mariposa, hay una persona dispuesta a insistir para hacer que las canciones se escuchen. En setiembre harán un recital en el Movistar Arena y será su show más grande hasta la fecha. Correntada, el álbum y su correlato visual disponible en YouTube, es otra muestra de la expansión.

Pero aunque algo cambie, la base de El Plan es siempre la misma: un triángulo intocable entre la naturaleza, el cuerpo y la emoción. Son las fuerzas que atraviesan sus canciones y se traducen en una música que, para ser genuina, dice Santiago, está ligada a la improvisación. "Calculo que el hecho de ser hermanos, de haber compartido tanto, hizo que la identidad de El Plan se fuera creando un poco sola, y de pronto fuimos descubriendo cosas que nos identificaban y a las cuales podemos volver, pero siempre creando algo nuevo. Hay mucha improvisación que tiene que ver también con esa energía de lo corporal: no es algo tan sesudo lo que hacemos. De pronto se te altera el estado de consciencia, sin hablar de estar drogado ni nada; la música tiene algo, y cuando vos entrás en esa sinergia de compartir los sonidos y tocar, aparecen cosas que no se sabe de dónde salen, y tratamos de pescarlas en el aire para que vayan a parar a la obra".

Para Correntada, de hecho, partieron de ensambles prearmados en el software musical Ableton Live, y de ahí fueron a sala y tocaron cada tema durante dos horas: los manipularon, les alteraron el mood, los fueron encontrando in situ, fueron celebrando hallazgos como el violín inquieto que cierra el tema "Abrazame". "Hay algo en la espontaneidad del momento", dice el violinista a El País. "Como que a veces se alinean las cosas de una forma medio mágica".

Convencido, como sus compañeros, de que hay algo sanador en la música, Santiago cree que ho, "decir cosas que hacen sentir bien tiene su riesgo artístico. Porque vos decís: el contexto es oscuro, es picante, hay mucha desigualdad, mucha locura en el peor sentido, una psicosis masiva. Y no es la idea darle la espalda a la realidad. Pero también tiene algo de servicio la música: un momento de respirar y conectar con algo que te hace sentir bien, es algo fundamental".

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