ENTREVISTA
La cantante Annabelle Chvostek presenta en Montevideo "String of Pearls", el álbum que hizo con músicos uruguayos y que corona su relación con Uruguay
Si hay una historia linda y esa historia tiene, de alguna manera, un componente inexplicable, casi mágico, es probable que atrás del misterio se esconda un amor. ¿O cómo es que una artista canadiense llega a grabar un disco con músicos uruguayos y algo del sonido propio uruguayo?
Por amor. Claro.
Annabelle Chvostek, 48 años, cantante, compositora y productora de Toronto, lleva más de 13 años en pareja con Ximena, una uruguaya que en algún momento de la vida se instaló en suelo canadiense. Juntas han viajado casi que anualmente al Río de la Plata, y en una de esas travesías, conoció a uno de los amigos de toda la vida de su esposa, Fernando Rosa.
Rosa también es músico: violinista y productor, integra El Club de Tobi y el intercambio cultural con Annabelle fue natural, instantáneo.
“Nos conectamos musicalmente de inmediato y con el tiempo me presentó tanta música increíble, tantos músicos geniales”, cuenta Chvostek a El País. “Me metió en los tangos de Carlos Gardel, y al mismo tiempo compartimos una apreciación de bandas como The Velvet Underground y Violent Femmes, entonces tuvimos muchos puntos de encuentro. Desde el principio tuvimos un lenguaje común”.
Antes de Gardel, antes de charlar de la Velvet, antes de la raíz, Chvostek escuchó a Los Estómagos haciendo “Cambalache” en clave de punk o post punk. Escuchó a Leo Maslíah y lo halló “hilarante, crítico, grandilocuente, extraño”. Y escuchó el disco Bien Parejito de Ricacosa con su mezcla de cuatro guitarras, humor y escenas de la vida contemporánea, y “realmente”, dice, se enamoró de ese sonido.
Y esta es, también por eso, una historia de amor.
Lo que empezó con Ximena y luego se expandió con Fernando Rosa, rápidamente se tradujo en música. La cantante invitó al uruguayo a tocar bandoneón para su disco Rise de 2012, compartió algunos shows con él y al final se embarcó en el proyecto de un nuevo álbum.
El resultado es String of Pearls, el material que lanzó el año pasado y que se grabó parcialmente en los Estudios Sondor montevideanos, con varios instrumentistas del Uruguay.
Lo presentará en vivo mañana a las 20.00 en la Sala Zavala Muniz del Teatro Solís, en el marco del ciclo Marea que organiza la Sala Zitarrosa (temporalmente cerrada). Hay entradas en Tickantel.
“Estamos muy emocionados de presentar este disco de la forma en que fue pensado para ser escuchado, con cuerdas, metales, vientos, y armonías vocales”, resume Chvostek. La acompañarán 16 músicos uruguayos dirigidos por Rosa; abrirá la velada Samantha Navarro.
La noche abarcará folk, jazz, tango y otros ritmos y estilos que cuentan, desde la música, esta historia de amor que unió a Canadá con Uruguay.
—Lanzaste recientemente una versión de “Dance Me To The End of Love”, de uno de los mejores cantautores canadienses, Leonard Cohen. ¿Reconocés algún vínculo entre la música canadiense y la uruguaya?
—Creo que Leonard Cohen es una presencia icónica en Canadá similar a lo que es Alfredo Zitarrosa aquí. Ambos escriben letras que son increíblemente profundas, que iluminan la verdad difícil y pintan poesía que puede llevarnos a través de las dificultades con mucha gracia, manteniéndonos conectados con la belleza de las cosas. Creo que esas tradiciones de composición son muy fuertes en ambos lugares. En términos de música, fue interesante descubrir el jazz manouche aquí en Uruguay y luego encontrar mi propia comunidad en Toronto compartiendo este lenguaje musical.
—¿Cómo definís String of Pearls y qué significa a estas alturas de tu carrera?
—String of Pearls es la culminación de más de una década de aprender sobre la cultura musical uruguaya y disfrutar con Fernando de exploraciones musicales. Este disco se diferencia de los anteriores en que es más colaborativo en la composición y arreglos, y esa naturaleza colaborativa ayudó a convertir algunas de las ideas en bruto, que había estado recopilando, en algo mucho más grande de lo que podría haber imaginado. Tenía ganas de conectarme cada vez más con el mundo musical que estaba presenciando, y Fernando fue el colaborador perfecto para que eso sucediera. Este disco es la culminación de todos estos años de conexión, con él y con Uruguay.