"Si yo fuera una institución, le regalaría a Montevideo el título de Ciudad Ilustre de mi vida”, dice Paulinho Moska y se le escapa una carcajada. “Creo que es lo mejor que puedo decir sobre mi relación con la ciudad”. La declaración tiene un contexto especial: el miércoles 27, el cantante de “Pensando em você” será nombrado Visitante Ilustre por la Intendencia de Montevideo. Dos días después, subirá al escenario del Teatro Solís para dar uno de sus conciertos más significativos en suelo uruguayo. Celebrará los 30 años de Vontade, el disco que dio inicio a su carrera solista, y también los 20 años desde aquella vez en que Jorge Drexler lo invitó a ser parte de los cuatro shows de presentación de Eco en el Solís. Moska no lo sabía entonces, pero esas noches de 2004 marcarían su vida.
Desde entonces, se ha ganado el título de “el brasileño más uruguayo”, y no solo por sus incontables recitales en distintos puntos del país. En Montevideo, grabó una temporada de la serie musical Zoombido, en la que compartió canciones con 13 figuras locales, desde Sebastián Teysera hasta Roberto Musso. También filmó un episodio de Mi casa es tu casa, en el que, entre otras cosas, se tatuó el Palacio Salvo en el brazo. Fue precisamente en uno de los últimos pisos de ese edificio donde compuso “Que beleza, a beleza”, una de las letras más luminosas de su obra.
En su show del Solís, para el que promete invitados sorpresa, celebrará todo ese camino con un recital que abarcará algunos capítulos de aquel disco debut e incluirá las ya obligatorias “A idade do céu”, “A seta e o alvo” y "Lágrimas de Diamantes”. Las entradas están a la venta en Tickantel, y los precios van desde 1600 a 2800 pesos.
En la previa, va este diálogo retrospectivo con Moska.
—Ya que estamos con los números redondos, ¿qué representó Vontade en tu camino?
-Es mi disco más rockero. Lo grabé luego de haber sido parte de una banda llamada Inimigos do Rei, que tuvo un éxito comercial brutal. Fuimos la banda del año 1989 gracias a dos canciones de humor, “Uma Barata Chamada Kafka” y “Adelaide”, y eso me liberó del deseo de tener un éxito comercial. Eso fue muy importante porque cuando sos muy joven querés ser famoso, tocar para millones de personas y ser como los Beatles, pero eso te corre de la dirección que querés tener como artista. Inimigos do Rei se formó cuando estudiaba teatro y conocí a otros dos malucos que también cantaban, y así hicimos un disco con bromas y personajes. Creo que era más un grupo teatral que de música. Entonces, cuando llegó el momento de grabar mi primer disco solista supe que tenía que empezar con mi carrera como cantautor con mucha actitud para que me dejaran de relacionar con el humor de la banda. Fue por eso que elegí el rock, que fue el medio más directo para gritar: “Miren, ¡cambié! ¡Ahora soy otro!”. Y así escribí la canción “Vontade”, que habla de la voluntad de hacerse a uno mismo.
—Una de mis preferidas del disco es “Vamos acordar os mortos”, que habla sobre cómo el recuerdo es una forma de hacer resucitar a los que ya no están. ¿Cómo surgió?
—Yo siempre fui una persona filosófica, y creo que todos empezamos a morir cuando nacemos. Para mí, el proceso de morir es la vida. Entonces, la idea de la canción era despertar la consciencia de que cada uno es finito y que tengamos eso claro hace que pongamos todas nuestras fuerzas para tratar de vivir mejor.
—¿Qué ves en aquel Paulinho que daba sus primeros pasos al frente de su proyecto solista?
—Cuando escucho Vontade ya reconozco mis canciones y mi deseo de ser cantautor, que era lo que había decidido para mi vida. Yo quería trabajar como mis ídolos: Caetano Veloso, Gilberto Gil, Chico Buarque, Cazuza, Renato Russo, Arnaldo Antunes y Hebert Vianna; todos me llamaban la atención por su capacidad de escribir canciones increíbles. Empecé mi carrera con el rock para, como te dije, diferenciarme de Inimigos do Rei pero estaba seguro de que las canciones tenían que ser buenas. Por eso hacía mi trabajito en casa y me concentraba para componer mucho. Cuando miro para atrás percibo que yo no era el mejor músico ni el mejor cantante, pero lo que más celebro es lograr tener 30 años de carrera y todavía vivir de mis canciones. Es una conquista enorme porque tengo muchos amigos que son mejores que yo, pero la gran mayoría ya no está en la música. Ellos tenían talento, pero el camino no solo depende de las canciones, tiene que ver con las elecciones y las opciones. A veces, incluso un error te puede llevar adelante...
—O una coincidencia, como te pasó con Uruguay: gracias a que alguien te regaló en un camarín el disco Frontera, de Jorge Drexler, se inició tu relación con la música uruguaya.
—Para mí fue una sorpresa enorme que ese disco me llevara a un cambio de vida tan grande. Fue así que conocí a “La edad del cielo” y a Drexler, quien luego me invitó a esas cuatro noches en el Teatro Solís. No sé dónde estaría ahora si no fuera por Uruguay. Fue muy pero muy importante llegar a Montevideo como una persona sin pasado, porque cuando llegué no me conocía absolutamente nadie. Entonces, en esos conciertos con Drexler pude testear mi propio talento; fue como ir a un reality de la tele: fui a ver si era bueno o si solamente tenía muchos amigos (Se ríe).
—Además cantabas en otro idioma, así que fue un doble desafío.
—¡Claro! Pero me sorprendió el cariño con el que la gente me recibió. Me probó que podía creer en esto porque, a pesar de que en ese momento ya tenía dos discos con Inimigos do Rei y cuatro como solista, yo tenía dudas de si iba a poder vivir de la música. Tenía, como te dije, muchos amigos talentosos que habían abandonado. Los primeros 15 años fueron muy difíciles financieramente y, a pesar de que mis canciones sonaban en las radios, yo vivía en un apartamento muy pequeño y estaba sin plata. Había algo de mí que tenía muchas dudas, e incluso pensé en volver a actuar o hacer algo en televisión. Es más, el programa Zoombido, que conduje por 11 años, tenía que ver con eso: era hacer otras cosas para no depender tanto de mi fracaso musical (Se ríe).
—¿Tenés algún recuerdo en especial de aquellas noches del Solís?
-¡Sí! En esos shows también estaba Fernando Cabrera como invitado, y luego de que toqué me dijo una frase muy intensa: “Los brasileños tocan retrasado” (Se ríe). Quedé como shockeando, y fue entonces que dijo que todo cantante brasileño tiene influencia de João Gilberto, y que por eso tocamos así. ¡Un uruguayo me estaba revelando toda la gracia y el swing del canto brasileño! Era tan evidente y yo no lo había notado.
—La última vez que hablamos me dijiste que los shows son fundamentales en tu obra. ¿Qué sentís cada vez que salís al escenario?
—-Que la muerte no existe.
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