Por Nicolás Lauber
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Es uno de los tenores más importantes del mundo, lo que se demuestra en los escenarios que se ha presentado, y los roles que ha interpretado. Solo el año pasado protagonizó óperas en Munich, Düssledorf, Budapest y Malta, y en Montevideo fue Canio, en Pagliacci. Esta noche, Carlo Ventre regresa al Teatro Solís con una Gala Lírica (entradas por Tickantel desde 800 a 2.200 pesos) donde interpretará arias de Verdi, Puccini, Leoncavallo y Mascagni. El tenor, que pide ser tuteado, charló con El País de sus inicios, carrera y esta gala.
—Hoy te presentás en el Teatro Solís con una gala compuesta por conocidas arias.
—Sí, a diferencia de muchos colegas que llaman a una soprano o un barítono para poder descansar entre aria y aria, porque mi repertorio es bastante pesado, yo le salgo solo al toro. Será una gala ardua y difícil. Es un repertorio muy conocido porque estamos hablando de Pagliacci, Cavallería Rusticana, La fanciulla del West, que todo el mundo de la ópera conoce y sabe cuán difíciles son. Aparte de eso, pensé en abrir el gusto del público y vamos a hacer zarzuela y alguna canción napolitana que el mundo ama.
—Además vienes a grabar un disco junto a la Filarmónica.
—Exacto. En el disco haremos las romanzas de la ópera. Vamos a abrazar mucho a Verdi y Puccini y seguramente hagamos algo de Mascagni y Leoncavallo que también me representan mucho en el mundo. Esos compositores tienen que estar en el disco, porque si uno va a comprar un disco de Carlo Ventre, tienen que estar.
—¿Cuándo supiste que la música era para vos?
—Desde chiquito. Cantaba en una iglesia como solista siendo niño, era voz blanca y a los 12 años cuando cambié la voz, canté como tenor. Después me hicieron conocer la escuela de arte lírico cuando tenía 14 años, y recién entonces conocí lo que era la lírica. En mi casa familiar se escuchaba mucho tango, pero no la lírica, y en ese momento descubrí este maravilloso mundo.
—Y con 15 años te presentaste por primera vez en el Solís.
—Sí, hice de Parpignol en La Boheme. En ese entonces estudiaba con Rita Contino en la escuela de ópera, me hizo probar el rol, me quedaba muy bien y debuté tempranísimo como solista en el teatro.
—Es uno de los tenores más importantes de la actualidad. ¿Cómo se hace un nombre en el mundo de la ópera?
—En mi mundo hay diversos caminos que se pueden recorrer. El que yo tomé es el del estudio, la perseverancia, el estar siempre pronto y a mil para ocupar un lugar en el mundo. Estoy entre los cinco o seis mejores de mi repertorio en el mundo. Eso, después de 30 años de carrera, es maravilloso. Después hay otras vías, diferentes, que te llevan a poder hacer una carrera, pero duras mucho menos. Por eso puedo decir que estoy orgulloso del camino que elegí, el del estudio continuo.
—¿Se siente el paso de la edad en la voz?
—Al ser esta una actividad muscular, como a un jugador de fútbol, los músculos van cambiando con la edad. Entonces, hay siempre que sentarse al piano y estudiar la técnica. Hay cosas que salen mejor cuando sos más joven, y que cuando crecés, tenés que trabajar mucho más. Es simplemente un gran estudio y técnica para poder hacer una gran carrera y mantenerte.
—¿Cuál es el otro método?
—Pagando algo, no necesariamente con dinero.
—¿Hay mucho nepotismo en ese mundo?
—Digamos que si tenés gente conocida que te pueda dar un espaldarazo, ayuda mucho porque quema etapas y períodos de audiciones. Si conocés a las personas justas que te dicen: en 10 días te hago escuchar por un director conocido, todo se hace más fácil.
—¿Cuándo te diste cuenta que eras un nombre importante en la ópera?
—El hecho de haber debutado en La Scala de Milán, dirigido por Riccardo Muti, fue importante. Yo era muy chico, tenía 24 años cuando debuté, y la inconsciencia, además de ayudarme no me hizo entender cuán importante era. A través del tiempo, de haber podido cantar en los principales teatros del mundo, entendí que fue importante, pero lo comprendí después. También el estudiar, tener un crecimiento vocal y técnico, te lleva a mantenerte en un nivel alto en la profesión.
—Dedicación, trabajo y esfuerzo, ha sido su receta.
—Total. Dejé mi país, mi gente para ir tras un sueño. Estudié mucho, renuncié a mucho y después ahí estaba mi destino. El destino te espera, pero también tenés que estar preparado. Si no te saluda y sigue su camino.
—¿Cómo se vuelve un asiduo intérprete de Verdi y Puccini, y de la Arena de Verona?
—En lo que respecta a La Arena de Verona es un gran honor porque estoy entre los poquísimos tenores que cantó por 16 años consecutivos en ese anfiteatro maravilloso, y dos veces gané el premio Radamés que todo tenor quiere tener. En lo que se refiere a Puccini y Verdi, son dos compositores a los que, con mi voz, me adapto muy bien.
—Vive en Verona y ha dicho que es hogareño pero con poco tiempo. ¿Pudo aprovechar durante la pandemia?
—Sí, estuve con mis niños (tiene cinco hijos) y prácticamente dormí con ellos durante toda la pandemia. Cuando estoy con ellos soy un niño más pero que sabe que decir que no. Esa característica, de ser hogareño, a mis hijos les gusta. Entonces aprovecho a transformarme en lo que fuera de mi hogar no puedo ser, porque se requiere una cierta seriedad y rigor con mi trabajo.