Hace dos semanas, en pleno debut de Gauchito Club en el estadio Obras de Buenos Aires, Gabriel Nazar se tomó un momento para observar su entorno. Desde el centro del escenario, miró a sus compañeros, al público que colmaba el lugar y a su madre, sentada en una de las plateas. Entonces, recordó algo que había escrito 10 años atrás, cuando la banda no era más que una idea: algún día tocaría en el mítico estadio porteño. Finalmente sucedió.
Ahora, al recordarlo en diálogo con El País, Nazar se ríe al otro lado del teléfono. “Estaba bastante preocupado por no poder disfrutarlo”, confiesa el cantante, compositor y multiinstrumentista oriundo de Cuyo, Mendoza. “Cuando tenés un sueño tan claro, corrés el riesgo de asustarte. Nadie te enseña cómo manejar cumplir un sueño; estamos más acostumbrados a lidiar con lo que sale mal. Por eso, me puse las pilas para disfrutarlo al máximo”.
El show que Gauchito Club replicará este sábado en Montevideo, cuando se presenten en la Sala del Museo con entradas agotadas, estará lleno de momentos inolvidables. La euforia del baile desenfrenado estalla con la cumbia “Onliyu”, el groove funky de “Movimiento astral” provoca cabeceos y movimientos de hombros, el canto colectivo emerge con el estribillo candombero de “La pálida” ("Nosotros somos tus amigos, te vamos a resucitar”, dice la letra), y la fragilidad acústica de “Charlatán” ilumina a la banda bajo los flashes de los celulares.
Sin embargo, pensando en Obras, hay una escena que Nazar atesora por encima de todas. Ocurrió justo antes del estribillo de “Mi loca incomodidad”, una de las joyas de Vulnerable, su flamante tercer disco. “Hice una panorámica con la cabeza, vi la felicidad del público y pensé: ‘Este es un propósito muy noble y la gente está cantando esta letra que significa tanto para mí. Tengo que disfrutarlo”, cuenta. Fue la confirmación de que el camino que inició en 2014 era el correcto. Había valido la pena el esfuerzo.
“Papito Barloa”, el rap relajado que cierra Vulnerable, es una declaración de principios que reafirma eso que Nazar percibió en Obras: “Gauchito es un maldito portal, / Te juro y te prometo, me convierto en animal”.
Al respecto, dice: “Gauchito representa el hecho de descansar la cabeza de los problemas, y que la gente se pueda conmover con una letra o disfrute de un baile, de un chascarrillo o un chiste nos hace sentir muy bien. Yo creo que los músicos somos doctores del espíritu, porque cuando vas a un recital volvés a tu casa diferente. Hay algo en la música que conmueve”.
Nazar tenía claro desde el origen de Gauchito Club que esa búsqueda tenía que potenciarse con la horizontalidad. “Yo soy muy fan de Spinetta, y de hecho hice un disco solista que tiene cositas de ese estilo, pero había algo que me hacía ruido”, dice en referencia a De cuentos y rayos, de 2013. “Me pregunté por qué el músico tenía que estar como un lugar elevado para escribir, así que cuando armé Gauchito Club me di cuenta de que era posible componer como si estuvieras hablando con un amigo a la vez que ir a un lugar poético”.
Por eso, cuando formó la banda —que incluye a su hermano Sasha en voz y bajo—, tuvo claro, además, que el espíritu lúdico era esencial. “Quería hacer algo realmente picante, que no pasara desapercibido y que a la vez tuviera sustancia”, cuenta.
Su primer disco lo deja claro. Se llama Guandanara —por supuesto, un guiño a la mediática— e incluye una peculiar cumbia titulada “King of Achuras” y una canción llamada "Chaparrón", cuyo estribillo explota el ritmo de la repetición de la palabra "banana", además de incluir una referencia a la canción infantil "Que llueva, que llueva".
El paso definitivo llegó con El camino de la libertad, de 2021, que despertó la atención del público gracias a canciones como “Encendedor”, “La pálida” y “Movimiento astral”. Los llevó a agotar salas porteñas, ser parte de festivales regionales (como el Cosquín Rock Uruguay de 2024) y a alcanzar los 600 mil oyentes mensuales en Spotify.
Al igual que ese trabajo, Vulnerable se basa en la unión de géneros musicales sin prejuicios. Por eso, en un recital de los argentinos el tango convive con el funk y el reggae, y la cumbia dialoga con el rap y las baladas. Todo está al servicio de la canción y al servicio de la alegría a través de la música. Es precisamente lo que Nazar buscaba cuando creó la banda.
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