Gonzalo Deniz estaba convencido de que Franny Glass era parte del pasado. En 2021 anunció la sepultura del proyecto con el que grabó seis álbumes y dos bandas sonoras, y se preparó para saldar una deuda que postergó durante años: publicar canciones con su verdadero nombre. “Tenía que inaugurar una nueva identidad”, dice.
Empezó a trabajar en Ahora después, el disco más experimental de su carrera, pero en medio del proceso se replanteó la idea. “Como iba a publicar por primera vez como Gonzalo Deniz, preferí hacer una transición, y así nació Mientras tanto, en Montevideo”, cuenta sobre ese disco puente, donde reversionó clásicos, estrenó canciones y exploró una faceta más cercana a su identidad real.
Así, Deniz llenó el Teatro Solís, cantó varias veces en Argentina e hizo rodar sus canciones, pero lo que sentía no era lo que había esperado sentir. “Siempre tuve una relación conflictiva con Franny Glass porque como era un nombre propio, se asumía que era yo. Entonces, siempre supe que en algún momento iba a hacer un disco como Gonzalo Deniz”, relata. “Cuando tomé la decisión de hacerlo consideré las consecuencias negativas, como volver a ser un artista nuevo, pero creo que subestimé el velo de Franny Glass, que es una fantasía. Con el proyecto había desarrollado una persona escénica que no era yo, pero cuando empecé a presentarme como Gonzalo me di cuenta de que no me sentía cómodo tocando con banda y que solo estuviera mi nombre”.
Fue entonces que empezó a extrañar el “hogar artístico” de Franny Glass. Por eso, cuando terminó Ahora después, aquella carta de presentación postergada, tuvo una epifanía. “Ya no tenía ese conflicto interno, así que pensé: ‘qué gracioso sería que, después de todo lo que hice, se publicara con el nombre de Franny Glass’”, relata. “Esa idea marcó una reacción en cadena sin marcha atrás”.
Así, revivió a su alter ego y lanzó Ahora después. “Este disco es la cristalización de varias cosas que traía desde hace tiempo”, explica. “Al principio, lo que hacía respondía directamente a la música que me gustaba escuchar, pero al empezar a tocar en vivo, sacar discos y viajar, sentí la necesidad de que mi música dijera un poco más del lugar de donde vengo”.
A eso se le suma una investigación bibliográfica que despegó con Verdad tropical, la autobiografía de Caetano Veloso, y se expandió con libros locales como Relatos, de Jorge Lazaroff; Conversaciones sobre música, cultura e identidad, de Coriún Aharonian; y Razones locas y Los que iban cantando, ambos de Guilherme de Alencar Pinto. Estas lecturas lo llevaron a formular la pregunta central del disco: “¿Qué música vamos a hacer según el lugar en el que vivimos y en la sociedad a la que pertenecemos?”.
Deniz buscó unificar las exploraciones de sus discos El podador primaveral (2011), con el que su obra se vistió por primera vez con las influencias regionales, y de Desastres naturales (2017), donde se animó a quebrar la estructura clásica de una canción. Acá llevó la exploración a terrenos aún más extremos. “A nivel de letra, armonía, ritmos y arreglos, es un disco que puede separarse del resto de mi discografía”, asegura. Con Ahora después se propone descubrir hasta qué punto pueden reformularse las reglas de la canción popular.
En esa búsqueda convergen múltiples influencias. Discos como Para espantar el sueño, de Jaime Roos, conviven con la música de Mali —cortesía de Santiago Bogacz, quien lidera el proyecto Matador—, las afinaciones abiertas o el uso de instrumentos como el guitarrón mexicano, la colombina y la flauta indígena.
“Es un homenaje, pero no desde la rememoración sino desde la creación, a una etapa de la música uruguaya en la que se hacía una canción popular que al mismo tiempo fuera desafiante para quien la escuchara”, explica. “La idea es generar un diálogo con el oyente, no una escucha pasiva”.
Deniz tiene claro que, a primera escucha, puede despertar incomodidad en el público que espera reencontrarse con la pulcritud de Canciones de amor para el fin del mundo, el último disco que firmó como Franny Glass. Pero estaba dispuesto a aceptar el desafío.
Además, sabía que necesitaba una serie de reglas que justificaran los desvíos de Ahora después. Para ello, las clases de guitarra que tomó con la cantautora argentina Eugenia Sasso fueron cruciales. “Hallé un procedimiento que se basó en hacer canciones que incluyeran una nota pedal, o sea, una que mantuviera todo el tiempo, y que la melodía vocal o de uno de los instrumentos pasara por las 12 notas de la escala cromática”, cuenta. “Fue algo medio cubista; pasé de ver retratos planos a tener una visión 360º de la canción”.
Ese proceso llegó a su punto máximo en "Oración", que cierra el disco con Deniz a guitarra y voz: no solo pasa por las 12 notas, también incluye 12 acordes. "Sin embargo, es una de las más convencionales dentro del disco, que no te genera la extrañeza que te pueden generan las otras", cuenta. "'Oración' fue la última que compuse para el disco y es como un camino a seguir en esta forma de componer. Es un final medio abierto", explica.
Que el lector no se asuste con tanta teoría: Ahora después entrega piezas entrañables como “No tengo nombre”, “Va rodando” y “Cuando la luz”, que tienen estampa de futuros clásicos de su repertorio. La clave de esta experimentación está en no perder el costado popular de repertorio. “Me gusta componer canciones que tengan cotidianidad y expresiones coloquiales, pero que al mismo tiempo la síntesis de una frase como ‘Cuando la luz llegue, habrá que pagar’ o incluso ‘Ahora después’ tuviera una polisemia; quería que fuera lo más llano y profundo posible”.
Ahora después es la apuesta perfecta para este momento de la carrera de Deniz. Lo lúdico y lo cercano se anteponen a la solemnidad, y eso se percibe en la manera en que decidió vestir a las canciones junto al productor Fabrizio Rossi. “Cualquier idea podía ser válida; se abrió la escotilla para que empezara a entrar agua y que sea lo que tenga que ser”, cuenta entre risas.
En “Sillas de playa” usa el pica-pica de un auto como metrónomo, mientras que en la cumbia “Cuando sea viejo”, el guitarrón mexicano se topa con un bandoneón y con el efecto de sirenas que solían escucharse en canciones de reggaetón de los 2000. Y en “La Tarasca”, el pulso milonguero crece hasta transformarse en una procesión de cinco voces por las que se cuelan un roi roi y una trompeta barroca. En el universo de Ahora después todo es posible. Se recomienda escuchar con auriculares para encontrarse con cada sorpresa musical.
Mañana, varias de esas canciones se podrán descubrir en vivo en la sala Zavala Muniz, cuando Deniz formalice la resurrección de Franny Glass en un show de formato 360º. Estará acompañado por su banda y se reencontrará con varias joyas de su repertorio. Será el reinicio de un camino musical.
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