Fue en 2020, con la pandemia instalada como una realidad deforme y absoluta. Boomerang, una de las bandas de rock y pop que llevaba casi 20 años animando la escena con canciones hechas de sensualidad y algo de desfachatez —la que abrió el show de los Rolling Stones en el Estadio Centenario en 2016— anunciaba su pausa por tiempo indefinido y concretaba, así, una elegante retirada. En paralelo, su cantante Gonzalo Zipitría avisaba: “Hace tiempo vengo trabajando en un proyecto personal que me tiene muy entusiasmado y contento, mi primer disco solo. Una etapa que recién comienza”.
Tres años después, Puntero, el disco debut que firma bajo la sigla CELP y representa, dice, un proyecto abierto a la transformación, está listo para presentarse. La cita será mañana a las 21.00 en la Sala Balzo del del Sodre, y quedan entradas a la venta en Tickantel.
“Estoy bastante aliviado de que tener el disco en la mano”, dice Zipitría casi a modo de confesión. “Ahora, para el show, estoy dejándome llevar”.
En ese viaje, en vivo, lo acompañarán Flavio Galmarini en batería y Pablo Mendoza en bajo y programaciones, además de algunos invitados: su pareja, la guitarrista Mariana Gascue; Coco de Vaimaca Dub y Sanjo (Martín Sanjines), cofundador de Boomerang, con quien emprenderá una revisión de algunas viejas canciones que marcarán, en la noche, “un quiebre especial”.
Pero el álbum en sí también tuvo algo del dejarse llevar. Estaba la pandemia y había nacido su hijo Julián y Boomerang se había desarmado y por primera vez, dice Zipitría, no tenía nada que lo hiciera correr: “Tenía la necesidad artística pero no la necesidad de salir ya. Y yo quería volver a empezar, quería ese renacimiento”. Así, el proceso de CELP —una sigla que refiere a “Como en las películas”, que es una canción del disco pero también un concepto, una forma de ver— se configuró lento y desde la búsqueda, con la intención de que el artista pudiera salirse de todas sus fórmulas y eventuales zonas de comodidad.
En eso, Gustavo Iglesias —el productor argentino de Babasónicos que ya había trabajado antes con Boomerang— fue fundamental, el socio creativo que lo llevó a las decisiones radicales, lo contuvo, conectó.
El resultado de ese tiempo fluido y largo es Puntero, un disco de ocho canciones que bebe de lo retro —de la nostalgia de lo análogo, del cine clásico y el giallo— y lo futurista en un camino pop que, dice Zipitría, no es tan fácil de clasificar. Y eso lo tiene orgulloso.
—Llevás la mitad de tu vida transitando la escena artística local. Si mirás hoy este camino, el camino de Gonzalo Zipitría en la música uruguaya, ¿qué es lo que ves?
—Uf. Veo mucho laburo. Veo que hubiera aprovechado todas las oportunidades que se me fueron dando, que muchas veces no aproveché. Me doy cuenta ahora que en la música tenés que dejarte llevar y darlo todo en todo momento. También tenés que llenar la heladera, tenés que vivir, pagar las cuentas, y es dificilísimo, pero creo que hay una edad en la que vos te la podés jugar y que las cosas pueden salir realmente. No me puedo quejar. Creo que con Boomerang fuimos una banda que hizo muchas cosas y que tiene un pedacito muy pequeño de voz dentro del rock nacional, que aportamos algo. Lo que sí me deja muy contento es que hoy, con este proyecto, puedo cosechar un montón de cosas que fui cultivando con Boomerang, que no fue en vano. Hoy estoy disfrutando todo desde otro lado.