Gustavo Ripa y sus 50 años de música: Rumbo, Canciones para no dormir la siesta y "Calma"

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Gustavo Ripa. Foto: Difusiòn.

ENTREVISTA

En diálogo con El País, el guitarrista repasó su carrera antes del recital que presentará este sábado en la Sala Zitarrosa junto a varios invitados

"Esta es una celebración y un agradecimiento de un camino que no termina hoy. De aquí en más, vendrán otras cosas, pero tenía muchas ganas de celebrar todo esto con la gente”. Con estas palabras, Gustavo Ripa resume la intención de 50 años de música y guitarra, el concierto que presentará este sábado en la Sala Zitarrosa.

El guitarrista, que pasó por Canciones para No Dormir la Siesta y Rumbo, y que grabó la exitosa trilogía Calma, se presentará junto a varios artistas que han sido parte esencial de su carrera. Laura Canoura, Susana Bosch, Vicky Ripa, Edú Lombardo, Popo Romano y Camilo Astiazarán serán los invitados de este encuentro (ver recuadro). Entradas en Tickantel a 850 pesos.

En diálogo con El País, Ripa marca como el kilómetro cero de su carrera al concierto que ofreció en el Teatro Anglo cuando tenía 11 años. “Ese día tuve la responsabilidad de dar un concierto y me vine de Salto especialmente para eso”, dice sobre aquella noche en la que interpretó una obra de José Pierri Sapere, el padre de Olga Pierri, su profesora de guitarra.

Ese fue el inicio de un camino musical que se terminaría de delinear seis años más tarde, cuando se radicó en la capital.

—¿Cómo fue tu mudanza definitiva a Montevideo?

—En Salto iba al liceo, jugaba al fútbol y estudiaba guitarra. A su vez, tenía actividades paralelas en el folclore y más en la adolescencia tocaba rock argentino. Igual fui avanzando en la música clásica y Olga Pierri convenció a mis padres de que me tenía venir a Montevideo para seguir la carrera de guitarrista clásico. A esa altura estaba convencido de que eso era lo que tenía que hacer; lo que sucedió después fue, tal vez, fruto del destino: llegué a Montevideo en 1977 y al otro año, ya con 18, entré a Canciones para No Dormir la Siesta.

—¿Cómo se dio el paso entre el guitarrista de música clásica al de músico popular, tanto con Canciones como con Rumbo?

—Al principio hacía las cosas de manera paralela. Pero en 1979 y en 1980 las actividades de Canciones y de Rumbo eran tan grandes que decidí dedicarme a la música popular. En ese momento simplemente transité lo que me tocó; no me imaginé que estaba participando de dos grupos que luego se transformarían en algo icónico de la música popular uruguaya. Uno, estando en el viaje, viaja en el vagón del tren y hace las cosas con entusiasmo, con ganas y mucha energía. La proyección te la da, más adelante, el tiempo.

—¿Recordás cómo fue tu ingreso a ambos proyectos?

—Sí. A Canciones entré porque me invitó Walter Venencio, que era el director musical y que yo conocía desde chico por vinculaciones familiares. Él creyó que yo estaba capacitado para encargarme del bajo eléctrico, un instrumento que nunca había tocado en mi vida (se ríe). Pero me dijo: “Vos tocá lo que te digo y va a estar bien”. Y así fue. En el caso de Rumbo, fue una invitación que se nos hizo a Gonzalo Moreira y a mí en 1979 para integrarnos a un cuarteto que ya venía más o menos armado con Laura Canoura, Mauricio Ubal, Miguel López y Carlos Vicente.

—¿En qué pensás cuando te reencontrás con las canciones de ambos grupos? En su momento, sus recitales eran un espacio de encuentro y de resistencia.

—Pienso que fue un momento histórico y especial donde todo el movimiento cultural se movía para lograr la libertad. Evidentemente, ese propósito se veía reflejado en nuestras canciones, aunque no todas eran de resistencia; también había espacio para el amor, los vínculos y las historias. En el caso de Canciones, el objetivo era respetar al niño en el sentido de hacer la mejor música que pudiéramos ofrecer y con el mayor nivel artístico posible. Viendo eso a la distancia, no tengo más que agradecimiento a la vida y a las personas con las que compartimos tantas cosas. Me siento afortunado de tener todo eso en mi historia personal.

—Luego de esas experiencias colectivas, te dedicaste a grabar la trilogía de Calma y el disco SimpleMente únicamente con tu guitarra. ¿Cómo fue ese cambio de postura?

—Fue muy natural porque desde que grabé Calma, que era una propuesta de arreglos instrumentales para guitarra solista de la música popular uruguaya, he unido todas mis partes. Mi historia en la música clásica se encontró con la de la música popular, y lo hice porque lo sentía necesario.

—¿Por qué?

—Porque en Uruguay no es muy común escuchar música para guitarra solista de nuestros autores. Sin embargo, en Argentina y en Brasil el repertorio clásico suele incluir obras de Piazzolla y de Gismonti; entonces, antes de grabar Calma, yo me preguntaba: “¿Por qué no se toca a Cabrera, a Mateo o a Viglietti?”. En general se hacen versiones en el círculo de los cantautores, o ha habido experiencias de fusión de jazz, pero en guitarra solista me hubiera gustado escuchar algo...

—Y el éxito de los tres discos demostró que el público tenía ganas de redescubrir al cancionero local a través de estas versiones. ¿Pudiste confirmarlo?

—Sí, y aunque hay autores como Abel Carlevaro que han compuesto en el mundo de la guitarra clásica, en la música popular las experiencias han sido pocas: Labanois, yo y no recuerdo quién más... (Hace una pausa) Hoy hay más movimiento con Ibarburu y Chapital. Una de mis ideas principales era que las personas pudieran descubrir a autores uruguayos por medio de una versión instrumental. Me ha pasado en el exterior y eso es lo que me hace más feliz.

—Tu último disco salió en 2017. ¿Estás planeando editar uno nuevo?

—El año pasado grabé alguna cosa de autores chilenos y lo publiqué en plataformas, y ahora tengo un repertorio de autores argentinos que no se han hecho, o al menos no conozco, en guitarra solista. Es música de León Gieco, de Fito Páez y de otros compositores en el estilo de Calma. Pienso seguir expandiendo eso. Tengo varias ideas, pero no quiero decir mucho porque después pueden quedar en el cajón (se ríe). Lo que seguramente haga sea una regrabación de Calma para editarlo de manera independiente.

—Volviendo a tu época junto a Rumbo, ¿cómo recordás la época de llenar grandes escenarios como el Palacio Peñarol?

—Y... no sé. Viste que el tiempo pasa muy rápido y no sé qué decirte, pero la sensación es que cuando uno comparte escenario con otros, las cosas se hacen más fáciles. Uno está relajado y sabe que tiene al otro para apoyarse; es como que entrás en un viaje en el que ya no hay diferencia entre 60 personas, 6000 o 10.000. Vos sabés que la gente está ahí, pero lo que sucede en el escenario es de una nivel de concentración tan grande que la mente pasa estar centrada solo en lo que hacés. Recién cuando terminás el recital caés en lo que pasó, pero en ese momento la mente enfoca mucho en la tarea por hacer.

En 2018 estuve en la presentación de SimpleMente en la sala Hugo Balzo, y aún recuerdo la relajación con la que salí del lugar luego de escucharte tocar los cuencos tibetanos. ¿Cómo analizás lo que se genera en esos momentos de intercambio con el público?

—Cuando en el espectáculo hay escucha activa, el evento pasa a ser colectivo. Es verdad que hay un señor tocando en el escenario, pero los demás participan con su concentración y su foco mental puesto en la escucha, y eso se nota cuando uno está tocando. Cuando hay un público comprometido, eso se nota mucho y te condiciona; cuando el público está disperso también te cambia el resultado. Los cuencos que mencionás fue una idea que buscaba generar justamente lo que logra: el encuentro de ese punto de silencio y de enfoque de las mentes que están presentes. Eso ayuda mucho para el clima posterior, porque mi música no es adrenalínica; yo no voy a agitar nunca (se ríe). 

—Ahora que estás celebrando tus 50 años de música. ¿qué queda de aquel Gustavo que dio su primer concierto?

—Y... yo (se ríe). Soy el resultado de todas cosas que me sucedieron: las que hice y las que no pude hacer. A lo largo de mi vida he intentado contribuir en algo a la música y a la cultura del Uruguay. Siempre estuve comprometido con eso, siendo fiel a lo que sentía y sin ningún tipo de condicionamiento. De aquel niño de 11 años hasta ahora, apareció la experiencia y la madurez pero todavía me sigo sorprendiendo con cosas. Y eso es lo más importante.

"50 años de m{usica y guitarra"

La relación entre Gustavo Ripa y sus invitados

Al respecto de los músicos que se presentarán junto a Gustavo Ripa, el guitarrista comenta: "Laura Canoura representa mi experiencias con Rumbo, Las Tres, en el inicio de su carrera solista y de un espectáculo junto a Esteban Klisich y Mauricio Ubal; Susana Bosch es de mi época en Canciones Para No Dormir la Siesta; y con Popo Romano hemos hechos hechos cosas a dúo y hemos estado conectados desde el primer día de Canciones; con Edú también tenemos una cantidad de años de compañía".

Al respecto de Vicky Ripa, menciona: "Haremos unos temas que nos encanta hacer y que compartimos en un show hace años. Está toda la carga emocional de lo lindo que es compartir escenario con un hijo; los demás están implicados pero no en el escenario, sino que están en otras cosas". Y sobre Camilo Astiazarán describe: "Es uno de esos guitarristas y compositores de música instrumental de guitarra que me gustan. Es muy lindo lo que hace y la gente no lo conoce, entonces esta es la posibilidad de abrir la puerta para que el público lo vaya a escuchar a Spotify".

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