CRÓNICA
En 1989, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota tocaron cuatro veces en Montevideo, dos de ellas en Laskina, un boliche para apenas 150 personas
"Te puedo decir que somos nosotros, él y yo, los dos flacos peludos de espalda. No tengo cómo probarlo, pero sé que soy yo”, dice Andrés Galván, que junto a su amigo fue capaz de reconocerse en el registro que está en YouTube de una de las mejores noches de su vida. Aquella noche del 9 de diciembre de 1989, hace 30 años, cuando Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota tocaron en un boliche minúsculo pero clave de la escena montevideana: Laskina.
Andrés tenía 19 años, trabajaba hacía tres, y lo primero que había escuchado de Los Redondos había sido “Jijiji”, en un programa que Berch Rupenian tenía en Radio Independencia. No sabe, dice ahora, cuándo le empezó la locura por esta banda que lo marcó a fuego, por varias cosas pero sobre todo por eso que cuesta explicar. Esa sensación de que escuchar las canciones del Indio le hacía bien, lo hacía mejor.
Para diciembre de 1989, Los Redondos acababa de editar ¡Bang, bang! Estás liquidado y se proyectaba como algo más que “la banda número uno del underground argentino”, como acá se la presentaba. Era una creciente efervescencia que desde su debut discográfico, Gulp! (1985), no había parado de cautivar: después de eso había venido Oktubre, el quiebre definitivo en lo artístico, y Un baión para el ojo idiota, que ya marcaba una evolución en la calidad de sonido. Eran, en definitiva, una banda grande, encriptada, con una filosofía fuerte, que enamoraba.
Los recuerdos de las fechas no están demasiado claros en la memoria de ninguno de los que vivió aquellas noches. Eran otras épocas, pero los registros de audio, video y las crónicas dan cuenta de que en 1989, Los Redondos tocaron cuatro veces en Uruguay. La primera, el debut absoluto en la ciudad, fue el 22 de julio en el Palacio Peñarol, y al día siguiente en Laskina. El regreso fue el 8 de diciembre para una descontrolada presentación en el Teatro de Verano, y el 9 hubo revancha otra vez con doble función en Laskina, allí en Prudencio Vázquez y Vega y Figueira, donde a reventar entrarían 150 personas. Allí debutó Buitres, tocó Fito Páez, Divididos cuando recién arrancaba y allí funciona un restaurant y cervecería libre de gluten. Otras épocas.
Gonzalo “Ajo” Nuñez organizó el show del Palacio Peñarol —guarda hasta hoy el contrato de alquiler del lugar—, y como se vendieron solo 700 entradas, la Negra Poli, pareja de Skay Beilinson y mánager de Los Redondos, “tuvo la gentileza” de ofrecerle tocar en su boliche, Laskina, para que el negocio no le saliera tan mal. El Ajo, odontólogo y hoy propietario de un hostel en Cabo Polonio, dice que "eran todos muchachos muy simples, muy tranquilos”.
“Perdimos algo de guita, sobre todo por el alquiler, pero el caché de ellos no era algo imposible”, recuerda hablando del recital del Palacio, porque “Los Redondos no tenía todavía mucho reconocimiento. Por eso tampoco fue tanta gente. A los meses, que vinieron al Teatro de Verano, ahí explotó. Nosotros nos aventuramos antes de tiempo”.
Aquella explosión del Teatro de Verano fue justo hace 30 años. Entonces Nuñez ya no estaba en Laskina; había unos argentinos, que contrataron a Aldo Silva para la difusión. El hoy conductor de Telemundo empezaba a trabajar, y diseñó una agenda de prensa que la banda no respetó “en lo más mínimo”. “Después de que me arrastré, prácticamente, logré llevar al Indio al programa de Gustavo Rey, y cuando terminó, logré convencerlo para ir al de Horacio Buscaglia. La única forma fue diciéndole que era un militante social de su edad, y que lo escuchaba mucha gente”, cuenta. “Y al otro día lo llevé a mi programa, Sálvese quien pueda en Emisora del Palacio, y le dije a Tabaré Couto: ‘entrevistalo vos, yo no puedo’. Es que estaba deslumbrado”.
Silva recorrió parte del centro con el Indio, hasta que este le dijo que quería estar solo y se fue al cine y a caminar. Skay y la Negra hacían lo mismo, caminaban por su cuenta, “y los demás se quedaron en el hotel mirando tele, ¡rarísimo!”. De lo otro que se acuerda es de comprarles chivitos en el Sporting y El Chivito de Oro: “les encantaban”.
En algún lugar, Orlando Petinatti tiene la grabación directa de consola del recital del Teatro de Verano, donde vio a la banda de la que era fan, “tocando de una manera sublime. Es más: tocaron en vivo ‘Mariposa Pontiac’, y no sé por qué yo le daba muchísima bola a esa canción. Me fascinó. Después salió Luzbelito (1996) y me sorprendí: esa canción hacía cinco años que la tenían”.
Él, que ya era el personaje Licenciado Orlando Petinatti, era parte del programa de Daniel Figares en El Dorado FM y recuerda la calidez de Skay y Poli cuando fueron a la entrevista. “En El Dorado me encontré con la música de Los Redondos, pero también me encontré con Los Redondos”, dice para dimensionar lo que fue esa radio en su vida.
Sin embargo, Silva y Petinatti coinciden en que la experiencia de Laskina (Petinatti fue con Figares al show, aunque no está claro si al de julio o al de diciembre) fue inigualable. “Era casi un show exclusivo. Eran todos hitazos”, dice el conductor de Malos Pensamientos, “y recuerdo la poca gente que había”. Silva aclara que las entradas para el show de Laskina eran “muy caras” (rondaban los 3000 nuevos pesos) pero valían la pena: hasta hoy, asegura, aquello es “de las mejores cosas que vi en mi vida. Fue apoteótico: en el living de tu casa, tenías a Los Redondos tocando”.
“Fue como una ametralladora de rocanrol: todo el tiempo. Cuatro tipos y un cantante que te volaban la cabeza”, dice Galván. “Fue algo que me marcó bastante y creo que por eso: porque nos hacía sentir mejores personas, como intelectuales. De alguna forma éramos mejores que otros: entendíamos al Indio, era nuestra filosofía, un modelo a seguir: la independencia, no venderse”, cuenta este fanático que hoy, dice, encuentra en Los Redondos “el recuerdo de una preciosa etapa y de alguien que nos hizo sentir mejor en aquella época. Por diferentes situaciones, éramos gurises de calle, con diferentes problemáticas personales, y entender a Los Redondos, que un tipo cante lo que a vos te pasa... Para nosotros, escuchar Los Redondos en esa época fue entender la música”.