Hugo Fattoruso: el encuentro que cambió su vida, un proyecto que celebra sus raíces y sus cinco discos de 2024

Este sábado, el pianista se presentará en Medio y Medio junto al brasileño Geraldo Azevedo, y en la previa dialogó con El País sobre su relación con el artista y habló del nuevo disco de Barrio Sur.

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Hugo Fattoruso en la sala de ensayo de su casa.
Foto: Leo Mainé

La llamada de El País interrumpe el ensayo de Hugo Fattoruso. Es lunes a la tarde y en unas horas se va a reencontrar con el brasileño Geraldo Azevedo, una figura clave en su camino. El sábado a las 21.30, ambos inaugurarán la temporada 2025 del festival Medio y Medio con un concierto a dúo que unirá sus repertorios en una propuesta de piano y guitarra. “Justo estaba tocando ‘Caravana’, que es un tema fantástico de Geraldo”, cuenta entusiasmado. “Ya lo toqué 600 veces hoy, y me faltan 500 más”, suma con una carcajada.

Hace pocos meses que el uruguayo actuó junto al autor de discos clave de la música popular brasileña, como Bicho De 7 Cabeças e Inclinações Musicais, en las sucursales que el célebre club de jazz Blue Note tiene en Río de Janeiro y San Pablo. En YouTube hay varios videos que muestran el compromiso y el disfrute con el que la parcería reimagina canciones como “La caricia”, “Hurry” y, justamente, “Caravana”. En esas imágenes reina un entendimiento que trasciende lo musical, y apenas se lo menciona, Hugo no duda: “Lo que pasa es que Geraldo cambió mi vida”.

Era el 19 de diciembre de 1981 y el Teatro de la Candela había organizado el festival Música sin Fronteras, que buscaba cruzar el movimiento del canto popular uruguayo con el de la música popular brasileña. El espectáculo se hizo en el Estadio Franzini, y entre los representantes locales estaban Rumbo, MonTRESvideo, Pareceres y Canciones para no dormir la siesta. La lista incluía al efímero grupo Barcarola, que tenía a Pippo Spera, Susana Bosch y Hugo y Osvaldo Fattoruso entre sus filas. Desde Brasil llegaban figuras como Belchior, Joyce, Toninho Horta y Azevedo.

Barcarola acababa de publicar el que sería su único disco —titulado, justamente, Barcarola—, que incluía tres versiones traducidas del repertorio de Azevedo: “Caravana”, “Wara” y “Barcarola de San Francisco”.

Hacía poco que Fattoruso había regresado de Estados Unidos, donde vivió por una década, grabó los discos de Opa y trabajó con figuras como Airto Moreira y Milton Nascimento, pero en Uruguay el futuro seguía nublado. “No había trabajo, seguía la dictadura y mis ahorros se estaban terminando”, relata. “Conocí a Geraldo en el Franzini y cuando le conté que en Uruguay estaba en poco y nada, me dijo que me fuera a Brasil, que me iba a conseguir trabajo y me iba a ayudar”.

Fattoruso, entonces, armó nuevamente la valija y se lanzó a la aventura brasileña. “No solo me dio trabajo, sino que me ayudó a conseguir alquiler porque apenas llegué vivía de prestado en casa de amigos; no me quedaba más de cuatro o cinco días en cada lugar porque me daba vergüenza. El problema es que yo no podía alquilar porque no tenía cuenta de banco ni los documentos para la garantía. Entonces, Geraldo consiguió a alguien que hipotecara dos propiedades para que yo pudiera alquilar”, dice antes de interrumpir el relato. “Se me pone la piel de gallina: eso es un amigo”.

Fue solo el comienzo. Cuenta que gracias a Azevedo conoció gran parte de Brasil y pudo grabar con estrellas como Chico Buarque y Djavan. “Eso fue muy importante en mi carrera porque, además, viajé por primera vez a Japón en 1985 como parte del grupo de Djavan y ahí conocí a Yahiro Tomohiro, con quien hoy formamos el dúo Dos Orientales”, cuenta. “Este año hicimos la gira número 20 por Japón, y en este tiempo también viajó el Trío Fattoruso, el HA Dúo, el cuarteto Expreso Oriental y Rey Tambor. Son una cantidad de cosas que han sucedido, en cierto modo, gracias a Geraldo”.

Entonces, ¿cómo no se van a llevar tan bien en el escenario? Cuando se le pregunta por qué cree que el brasileño apostó tanto por él, Fattoruso ensaya una respuesta. “No sé. Debe ser por mi comportamiento o por su intuición... Meh”. No dice más. A veces, los giros del destino no requieren explicaciones.

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Hugo Fattoruso. Foto: Archivo El País.
Fotos: Guillermo García

La música, sin embargo, fue el verdadero hilo conductor. Y si algo define a Fattoruso, es su conexión con el candombe. A los 81 años, celebra esa raíz con Tradición, su quinto álbum de 2024 (ver recuadro). Es, además, su segundo trabajo con el grupo Barrio Sur, que integran Albana Barrocas en coros y percusión, y Matías, Guillermo y Wellington Silva en la cuerda de tambores. El proyecto reúne seis canciones de Marcel Keoroglián y Patricia Tardi, musicalizadas por Fattoruso para distintos espectáculos de C1080, la comparsa con la que colabora y sube al Teatro de Verano hace más de una década.

Tradición le hace justicia a su título: las canciones evocan a emblemas del candombe como Waldemar “Cachila” Silva, Lágrima Ríos, Marta Gularte, “La Negra Johnson” y la comparsa Morenada. Además, la cuerda de tambores hace dialogar en un mismo tema a los tres toques característicos del género mientras que en otro celebra al milongón. A su vez, el pianista se toma un espacio para lo que define como “rincón vintage”, en el que oportunamente trae al presente a los clásicos “Chicalanga”, “Carnaval del Uruguay”, “Palán Palán”. Es un disco ideal para zambullirse en las aguas envolventes del candombe.

Cuando se le cita un verso de “Morenada” para conectar esta obra con su identidad candombera (“Yo soy candombero, me sale del alma, / A lonja y madera encuentro la calma”), Fattoruso responde con una carcajada. “¡Marcel tiene más puntería que Robin Hood! Escribe cosas que todos quisiéramos haber dicho por primera vez”, elogia. “Y es así: con el sonido del tambor estoy en casa; me siento a salvo”.

Ese sentimiento de pertenencia es el que, además, le brinda comodidad para experimentar enfoques musicales. Es un camino que inauguró en los setenta, cuando de la mano de Opa le aportó el sonido del sintetizador al ritmo. A eso se le suman las influencias del jazz, herencia directa de Manolo Guardia. “Lo considero uno de mis maestros más importantes”, dice sobre el autor de “Chicalanga”. “Él aportó la fusión del estilo de composición del jazz al candombe, y cuando lo conocimos nos encantó”, dice en referencia a su hermano Osvaldo. “Nos pasábamos en el Hot Club tocando standards de jazz con ritmo de candombe”. Como si se tratara de un guiño a esa época, Tradición incluye la fascinante “El jazz”, donde los tambores arropan una armonía jazzera y un coro gospel.

Si de homenajes se trata, la versión de “Palán Palán”, escrita por Ramón Collazo y Victor Soliño, es una de las más significativas. “La conocí por mi familia y se cantaba en los cumpleaños”, cuenta. “Fijate que solo mi madre tiene cuatro hermanas y cinco hermanos... ¡Había cumpleaños todo el año!”, dice, entre risas.

Y así como el encuentro con Azevedo marcó su camino, esas cantarolas fueron clave en lo que vendría después. “Algunos afinaban y otros no tanto, pero todo el mundo estaba ahí, enroscado y cantando cualquier cosa. Era muy emotivo”, dice. “Ahí empezó todo”.

Cinco discos publicados en 2024

Además de Tradición, el pianista de 81 años presentó otros cuatro discos que reflejan su versatilidad. La línea candombera se mantiene con El poder de mi ritmo, publicado en enero para conmemorar los 25 años de C1080, que reúne grabaciones junto a “Cachila” Silva. En mayo lanzó En vivo en el CCK, parte del proyecto HA Dúo que comparte con Albana Barrocas, donde reinterpreta piezas de su obra como “La Papa”, “Hurry!” y “Conmigo” en un formato íntimo de piano y percusión.

Más tarde, en colaboración con el armonicista Rodrigo G Pahlen, grabó Impronta, un disco en el que revisita clásicos como “Eleanor Rigby” y “Giros” con una mirada fresca y experimental. Finalmente, con 80 vol. 1 - Saldos y retazos, presenta una recopilación de grabaciones de todas sus épocas, incluyendo material de Los Shakers, el Trío Fattoruso, Dos Orientales. Es un material imperdible.

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