Justo antes de la Liguilla del último Carnaval, Ihara Burgos se quedó sin voz. Ella, que tenía años de entrenamiento en comedia musical, la exposición que le había dado un programa como Got Talent y la inconsciencia de haber llegado a parodistas Los Muchachos sin saber en qué se estaba metiendo, de repente no sabía qué hacer: la competencia apretaba más que nunca, y había perdido su instrumento. No había ningún problema físico: el asunto, le dijo una especialista, era solo emocional.
Hoy, a casi tres meses de haber ganado esa batalla, haber cerrado el Concurso y haber conseguido el premio Revelación, Ihara Burgos dice que de todo lo que se llevó del Carnaval, lo más importante fue una enseñanza: aprender a calmar la cabeza. Entender que cuando el brillo deja de encandilar, lo único que importa —lo único que le importa— no es “romperla”, sino comunicar.
“Soy exigente con la técnica, pero entiendo que no es todo. Cuanto más honesto y más real puedas ser al momento de estar cantando y comunicando lo que estás diciendo, más allá de vos, más allá de las luces que te están dando, el vestuario que te hicieron... Porque eso es para encantar el ojo. Ahora, tu trabajo no va a llegar por tu vestido ni por tu agudo. Va a llegar si sos honesto y te concentrás, si hacés foco”, dice en charla con El País antes de presentar en vivo Luar, su primer material discográfico, mañana en Magnolio (Tickantel).
Cantante y docente de 24 años, del barrio Jacinto Vera y con cinco canciones en el aire (y otras por venir), Burgos trae a la charla el mismo ejemplo que le da a sus alumnos en la Escuela de Luis Trochón: “Hay mil voces buenas, hay mil voces lindas, hay mil personas que te vuelan la cabeza. Lo único que tenés diferente del otro es que vos sos vos y tenés tu historia, sentís de tal manera. Podemos tener la misma voz y el mismo registro; ahora, si conectás con tu emoción, ya está”.
Ese es el filtro que utilizó para moldear el sonido que aparece en Luar, un EP que editó en abril el sello Bizarro, produjo Sebastián Peralta y transita un coloque pop y acústico, con aire, con matices, bastante despojado de la explosión y la potencia que han marcado la historia de la comedia musical, el Carnaval e incluso los concursos de talentos como Got, al que se presentó con “Anyone”, la desgarradora canción de Demi Lovato que le valió un Botón Dorado.
Le gusta el virtuosismo, lo tiene, está entrenada para desplegarlo. “Pero mi música no va tanto por ahí”, dice. “Y al principio me generó inseguridades. Me ayudó, también. Fue como decir: ¿dónde está mi valor como cantante, como intérprete?, ¿está en mis agudos?, ¿está solamente en mi potencia?, ¿no hay otra cosa?”.
Hoy, Ihara Burgos dice que quiere hacer una música compañera, en la que el otro pueda identificarse y encuentre eso que ella descubre, por ejemplo, cuando escucha a la chilena Cami Gallardo y sabe que está frente a algo sincero. El amor romántico, la sensualidad y la introspección son parte de un repertorio con acento en las guitarras, la percusión y los arreglos de voz. Luar es un pequeño abanico que la planta en una escena de pop fusión con tintes iberoamericanos, y a partir del que proyecta más cosas: un audiovisual, otros recitales, algunas colaboraciones.
Si algo la corre de ese eje, Burgos vuelve a las mismas cosas —la ética de trabajo de su hermana, los logros de su amigo Juan Manuel Outeiro como una inspiración, el apoyo incondicional de su familia; cada paso que dio desde que empezó a bailar, se animó a cantar, conoció la comedia musical, se subió a un escenario, ganó el concurso Livin’ Broadway para estudiar en Estados Unidos, compuso una canción, entró a grabar a un estudio, llegó a la tele, cosechó un premio—, mira hacia adentro y recuerda, se recuerda, que en esta historia no hay plan B, que nunca lo hubo. Que la constancia es su único camino.