ENTREVISTA
Antes de su primera visita a Montevideo, donde cerrará la décima edición del festival Primavera 0, el artista estadounidense dialogó con El País. "El show en Uruguay va a ser salvaje", adelanta.
No es fácil llegar a Jack White. Entrevistar a la figura más influyente del rock de los últimos años requiere su tiempo. Hay que atravesar varios cambios de horario y de dinámicas para concretar un diálogo virtual con el estadounidense. “Rodrigo, vamos a tener que esperar otra hora porque tuvimos problemas con la agenda de Jack”, es lo primero que dice, en un inglés de marcado acento neoyorquino, su agente de prensa. “Si no logramos organizarnos, vamos a tener que cancelar”.
Es el último viernes de setiembre y son las 21.00. Ya es el tercer cambio de horario y, a medida que pasan los minutos, la incertidumbre crece: en dos horas, el exlíder de The White Stripes subirá al escenario del Linda Ronstadt Arena, algo así como un Antel Arena pero de Wisconsin, y las chances de que dialogue con un medio uruguayo disminuyen. Sin embargo, sobre las 22.05, las cosas se arreglan y el guitarrista aparece en la llamada por Zoom en la que no se pueden prender las cámaras.
La escena, a simple vista, puede relacionarse con la del rockstar antipático y de agenda apretada que brinda entrevistas por obligación. Sin embargo, apenas se escucha su voz desde el otro extremo del continente, la idea se derrumba. “Oh, ¡muchas gracias! Es un lindo cumplido”, responde con calidez y entusiasmo cuando le menciono —en un inglés nervioso— que escuchar los dos discos que editó este año, Fear of The Down y Entering Heaven Alive, me generan una sensación similar a la transición entre “Helter Skelter” y “Long, Long, Long”, de The Beatles: una delicada sensación de calma.
Esos álbumes, tan diferentes entre sí —uno agresivo y sobrecargado de distorsión; el otro relajado y con dulces rasgueos de guitarras acústicas—, son los que el público uruguayo podrá escuchar el martes 18 en el Teatro de Verano. Esa noche, el músico llegará por primera vez a Montevideo para cerrar, junto a Cat Power, la décima edición del festival Primavera 0. Las entradas se venden en Abitab, de 3.200 a 3.800 pesos.
“Es muy bueno volver a Sudamérica luego de haber tocado más de 70 shows en la gira”, dice el músico que promete una experiencia de “puro rock and roll”, que incluye una particularidad: White subirá al escenario sin lista de canciones. Sin embargo, aclara, no es una novedad para él; hace 20 años que lo hace. “Quiero que cada show sea diferente, así que no uso setlist para ser más libre y que la música se centre en lo que pasa en el momento. Es un desafío genial porque la gira se vuelve cada vez mejor. El de Uruguay va a ser un show salvaje”, adelanta.
Antes, White repasó su carrera con El País.
—Entering Heaven Alive incluye una de tus canciones más honestas: “If I Die Tomorrow”. Respecto a la idea de “morir mañana”, ¿el confinamiento te llevó a pensar en el legado que construiste en estos años?
—Sí, pero es difícil saberlo. A veces siento que la gente tiene una buena impresión de mis canciones, pero en otras ocasiones siento que no le importan a nadie. A su vez, a veces siento una mezcla de ambas cosas; la situación cambia dependiendo del día en que me hagas esta pregunta y de mi sensación de lo que representa la cultura pop en ese momento. Es muy difícil hablar de lo que a la gente le va interesar en el futuro, o si van pensar si fui bueno. Con esto me refiero a que hay un montón de bandas de los sesenta y los setenta que fueron increíblemente masivas y que cambiaron la música, pero que los adolescentes de ahora ni conocen su nombre. (Hace una pausa) ¿Quién sabe qué va a pasar con mi música? Lo más probable es que “Seven Nation Army” sea la que logre sobrevivir el paso del tiempo. Ya pasaron más de 15 años desde que la empezaron a cantar en las canchas y aún me parece increíble que eso pase. Todavía estoy shockeado, pero sí... creo que esa melodía va a mantenerse viva durante un buen tiempo (se ríe).
—En varias entrevistas mencionaste la sorpresa que te llevás cada vez que entrás a una tienda de instrumentos y ves a un adolescente tocando el riff de “Seven Nation Army”. Lo mismo sucede con otras de tus canciones que recorren el mundo. ¿Qué representa eso para vos?
—¡Es una locura! (se ríe). Es increíble pensar que algunas de las cosas que compuse en mi garage o en el living de mi casa hayan logrado trascender y hayan llegado a personas de todo el mundo. En el ambiente en el que me movía en Detroit, de donde vengo, no conocíamos a nadie que hubiera logrado hacerse famoso como actor, director o escultor. Tal vez si hubiera crecido en Nueva York o en Los Ángeles hubiera tenido a algún amigo que fuera primo de algún actor o un cantante popular, pero en Detroit ni siquiera teníamos la esperanza de que algo así pudiera pasar. Por eso me parece irreal que haya sucedido esto con mi música.
—Recién dijiste que hay un montón de bandas que cambiaron la historia de la música pero que no son reconocidas por las nuevas generaciones. Siempre me llamó la atención el concepto del “próximo salvador del rock” como forma de rescatar al género. En varios momentos de tu carrera fuiste parte de esa lista pero, ¿no te cansa que siempre haya que buscar a un salvador? ¿Es necesaria esa figura para que el rock siga vivo?
—Entiendo lo que decís. Esas preguntas se han hecho miles de veces: ¿Quién es el nuevo salvador del rock? ¿Quién será el último rockstar? ¿El próximo Bob Dylan? (se ríe) Es gracioso porque una vez vi una lista de todos los artistas que, cuando aparecieron, fueron considerados los próximos Bob Dylan y luego no pasó nada. Eso se debe a que la gente está asustada de que algo bueno pueda desaparecer porque ya hemos despedido a otros géneros musicales. El jazz, por ejemplo, fue la cosa más grande del mundo en 1950 pero ahora es muy difícil encontrar a un buen jazzista o a un álbum de jazz que se destaque. La sensación es que el género ya está agotado, y creo que la gente tiene miedo de que pase lo mismo con el rock, un estilo que cambió, de tantas maneras, la historia de la cultura pop. Un montón de personas tienen miedo del impacto del hip-hop y temen tener que entregarle el trono. Si pasara sería genial porque, en realidad, el hip-hop es como una mezcla del blues y el punk. Es un estilo musical hermoso, así que...no sé (Piensa). Es interesante pensar qué va a pasar en el futuro; lo que sí sé es que internet cambió todo y que vamos a ver cosas muy diferentes al rock en los próximos 10 o 20 años.
—En The Fear of the Dawn, te acercaste al hip-hop en “Hi-De-Ho”, que grabaste con Q-Tip y que además incluye un sample de un clásico jazzero de Cab Calloway. ¿Considerás que la clave para que el rock se mantenga joven es el intercambio con otros estilos, o te parece que es mejor seguir apostando por las raíces?
—Soy un guitarrista inspirado en el blues. Por lo tanto, si compongo un riff que tenga una inspiración blusera es muy pero muy difícil pensar en algo que no haya sido hecho a lo largo de la historia. Especialmente en un instrumento como la guitarra, que ya fue tocado por 500 millones de personas. Creo que lo interesante es poder unir géneros como el punk, el new-wave, el hip-hop y el blues para encontrar caminos diferentes para acercarte a un lugar que nunca habías alcanzado como compositor. Tengo la ventaja de no ser una estrella pop que vive de tratar de descifrar qué va a ser un hit. Tener la presión de conseguir un éxito para que tu carrera no se termine sería una forma espantosa de vivir. Tengo la suerte de estar una zona en la que puedo hacer la música que me representa.
—Pero supongo que en algún momento la presión te debe haber afectado. Después de que tus discos hayan sido alabados por la crítica, ¿a qué te aferrás para que tu próximo paso no pierda la pureza?
—(Piensa) Brother, yo creo que la clave está en mi relación con el blues y en la experiencia del tiempo transcurrido. La historia es muy diferente a cuando tenía 21 años y solo llevaba un par de años componiendo; ahora son 35 años. ¡Es demasiado tiempo! (se ríe) Pero sí es verdad que cuando era joven me preocupaba pensar que, a medida que fuera envejeciendo, mis canciones solo iban a empeorar y que mi forma de tocar ya no iba a ser ni tan buena ni tan punk, ni tan sucia, ni conmovedora. Pero tengo que decirlo: me siento mejor que nunca cuando toco la guitarra. La forma en que toco es uno de los motivos por los que estoy así de orgulloso de mis nuevos discos. Hay cosas que nunca había hecho y que, cuando era joven, nunca pensé que iba a lograr. Eso pasó gracias a todo el tiempo que le dediqué al estudio en estos años. Es posible que el resultado no les guste tanto a algunos, pero estoy seguro de que llegué a un lugar al que jamás me había acercado. Y eso es lo más importante para mí.