REGRESO
Roos cerró su ciclo "Mediosiglo" que incluyó la edición de su "Obra completa" y tres shows con La Banda Completa en un Estadio Centenario que se llenó de emoción
Fue a la altura de “Tal vez Cheché” —o sea a la tercera canción, a los 10 minutos de comenzado el show— cuando uno se dio cuenta que no importaba que fuera el mismo repertorio del año pasado. Fue ahí —cuando el coro murguero bautizado como “Los reyes del tablado”, entró en el estribillo— que uno entendió todo: cuando actúaJaime Roos solo queda bailar, cantar sus canciones y emocionarse. Una tribuna Olímpica repleta cumplió con su parte.
Y eso quedó claro cuando después de dos horas y fracción de la última presentación del ciclo Mediosiglo que incluyó solo tres recitales (dos en el Centenario, uno en el Enjoy de Punta del Este), el público disfrutaba como si fuera la primera vez que lo veía. Eso es pura magia y dejó el convencimiento que 24 canciones pueden contra todo.
Para ser claros: no hubo ningún cambio en el setlist entre aquel 17 de diciembre del año pasado y esta noche en el Centenario. Fue el mismo repaso a casi todos los éxitos de una carrera que, justamente, abarca 50 años y un montón de grandes momentos.
Lo hizo ante una mayor concurrencia de la pronosticada por los catastróficos rumores de los últimos días. La tribuna Olímpica sí que se veía tan repleta como la primera vez. Y llena de cariño representado en el insistente “Jaime te amo” de un espectador que se quería hacer notar. De esa clase de amor gritado, y de cualquier otra muestra de cariño aceptada públicamente, hubo un montón.
Desde que la voz en off de Roos, media hora después de lo pactado, anunció que “la banda completa sale a la cancha”, fue una seguidilla de hits de esos que es imposible no corear y acompañar con rústicos movimientos corporales.
El show empezó con “Amor profundo” y terminó con “Durazno y convención” (durante la cual se volvió a presentar a los integrantes de La Banda Completa, el grupo que lo acompaña en el emprendimiento. En el medio estuvieron todas y en el mismo orden que la otra vez.
Entre ellas, “El hombre de la calle” dedicada "al fondo de la tribun"a y “Aquello” para Ignacio Iturria; “Los olímpicos” con anécdota incluida sobre un viaje de Amsterdam a Colombes, “Lluvia con sol” dedicada al actor argentino Mauricio Dayub, quien había prometido darse una vuelta y un “Cuando juega la celeste” con la Torre de los Olímpicos iluminada de, precisamente, celeste para la ocasión. A esa altura se reveló un fervor mundialista con la tribuna coreando un “Soy celeste”; Roos se mostró más cauto aunque, todo indicaba por razones cabuleras.
Al anfitrión de la noche se lo vio disfrutar y la banda sonó tan afiatada como uno espera del perfeccionismo del patrón y la calidad de los instrumentistas. Además de los Reyes del tablado (Pedro Takorián, Nico Grandal, Maxi Pulpa Méndez, Edén Iturrioz y Maxi Pérezm Agustín Pittaluga y Fabricio Ramírez), en el escenario volvieron a estar Gustavo Montemurro en teclados y acordeón, las guitarras de Nicolás Ibarburu y Poly Rodríguez; el bajo de Gerardo Alonso; la batería de Martín Ibarburu, la percusión de Juan Ibarra, la cuerda de tambores (Walter “Nego” Haedo en tambor piano, Jorge “Foqué” Gómez en tambor chico, y Manuel “Manuelito” Silva en tambor repique), la batería de murga La Tríada (Raúl García en redoblante, Pablo “Lolito” Iribarne en bombo y Gerardo “Batata” Cánepa en platillos) y la participación de Pablo Somma en flauta.
A ellos hay que sumar al “Zurdo” Bessio, invitado especial y el más aplaudido por la parcialidad en las dos amables y generosas presentaciones de Roos. Bessio volvió a sortear el desafío de interpretar “Brindis por Pierrot”, una tonada hasta ahora exclusivamente recordada por la versión de CanarioLuna.
Es una banda grande que se hace notar y que en Roos, ataviado con su clásica campera de cuero negra, sabe cómo llevarla siempre al mejor de los caminos posibles. Tal como el mismo refiriera, su voz no es la de antes y por eso calificó al coro murguero como sus "guardaespaldas" que lo salvan cuando no llega a una nota. Lo achacó a la edad.
Igual, en una fiesta no hay que andar fijándose en esa clase de detalles.
El show del Centenario, como él mismo recordó, es el cierre de toda una etapa de revisión de su discografía que incluye su reedición en lo que dio en llamarse Obra completa y que volvió a presentar a todos sus discos en ediciones de sonidos prístino.
Después de una “Durazno y Convención” contundente, Roos mandó un “hasta pronto” que, junto con la promesa de que se pondría a trabajar en material nuevo que dijo en la conferencia de prensa del miércoles, ilusiona a un pueblo. Ya se revisó el pasado y ahora le toca construir el futuro. Sin presiones.
De tanto cariño como para llenar una Olímpica y hacerla cantar y emocionar y un montón de canciones así de lindas, solo pueden salir buenas cosas. Gracias por tanto.