AHÍ ESTUVE
Tras más de seis años de ausencia y seis reprogramaciones, Jaime Roos celebró anoche su regreso a los escenarios con un recital memorable para 16 mil personas
Sobre las 21.20 llegó el momento más esperado. Se apagaron las luces del Estadio por unos segundos y tras una ovación ensordecedora se escuchó la voz en off de Roos. Sobre la música de "Bienvenido", del disco Si Me voy antes que vos (1996), esa que celebraba el legado de El Kinto, el artista presentó a la "Banda completa", el grupo de 22 músicos que lo acompañaría durante las casi dos horas y media de show.
Un repertorio a la altura de su historia
Apenas unos instantes más tardes, el grupo subió al escenario. El coro de murga de ocho integrantes, el teclado de Gustavo Montemurro y las guitarras de Nicolás Ibarburu y Poly Rodríguez a la izquierda; la batería de Martín Ibarburu y la percusión de Juan Ibarra en el centro; y la cuerda de tambores, la batería de murga La Tríada y el bajo de Gerardo Alonso a la derecha. En el centro, en el mediocampo, Jaime Roos, vestido con su clásica campera oscura de cuero y su guitarra de boca ensanchada, estaba listo para su regreso.
Sobre el clima construido por los acordes del teclado de Montemurro, Freddy "El Zurdo" Bessio dio el puntapié inicial de la noche con "Amor Profundo", ese clásico compuesto por Mandrake Wolf que se volvió un hit cuando Jaime lo versionó en Contraseña (2000), y que se resignificó con lo que representa esta vuelta a los escenarios. Bastó con unos segundos para que el público se levantara de sus asientos, coreara la letra y le sacara una sonrisa al protagonista de la noche, que lanzó unas cuantas mientras tocaba o agradecía a los asistentes.
Como si se tratara de un arquitecto que conoce a la perfección los secretos de su obra, Roos construyó, para este regreso, un espectáculo basado en lo que alguna vez definió como la “lógica de la W”. Tras el golpe certero de “Amor profundo”, pasó a “El hombre de la calle” y con coros a lo barra brava que dedicó "al fondo de la tribuna", enriqueció esa canción del disco Estamos Rodeados (1991) con el dulce aporte de Pablo Somma en flauta reimaginando los arreglos de sintetizador que originalmente grabó Hugo Fattoruso.
Luego le llegó el turno a "Tal vez, Cheché", ese grito de resistencia construido sobre la frase "Fénix, Fénix, ¡no baja!" y la primera letra del repertorio inspirada en el Estadio Centenario. "Muchas de estas canciones tienen una conexión directa con este sitio espiritual. Para nosotros, el Estadio; si alguien dice 'El Centenario'" es que no es uruguayo. Todo confluye aquí", dijo sobreponiendo su voz a unos cuantos gritos de "Vamo' Jaime". "Bueno, veo que hay varios hinchas de Fénix por aquí", en referencia a las camisetas del club que destacaban en la tribuna. Sobre la impecable cuerda de tambores, los acordes entrecortados de la guitarra de Jaime, esos silencios abruptos y casi lúdicos de la batería —la sonrisa cómplice entre Jaime y Martín Ibarburu lo dejó claro— y los coros murgueros, la "Banda completa" se terminó de meter al público en el bolsillo.
De la euforia de esos tres clásicos, Jaime bajó la intensidad con “Las luces del Estadio”, una postal trasnochada de alma tanguera —la influencia de Piazzolla sobrevoló el escenario— y milonguera que comprueba lo bien que el artista sabe capturar las imágenes de la bohemia montevideana. Tras rozar el silencio total de la mano de los armónicos de la guitarra de Ibarburu, Jaime le dio paso a “Retirada”, el primer gran rescate de la noche. Y con la insistencia de la frase: "Se va la murga, aunque ya nunca pueda decir adiós" y los larareos del coro murguero, le clavó un nudo en la garganta a este cronista.
"¡Valió la pena esperarte!", gritó un hombre desde la tribuna y el público respondió con un aplauso; Jaime, con otra de sus amplias sonrisas. "Cuando uno llega a viejo —comentó luego—, se encuentra con frases recurrentes. Una de ellas es: 'parece que exagero'... píensela. La otra es: '¿quién iba a decir?'. Bueno, traigo esto a colación puesto que hace 41 años, cuando entré al estudio en Francia a grabar esta canción, ¿quién iba a decir que en 2021 iba a estar interpretarla frente a la mismísima Torre de los Olímpicos?". Y, entonces claro, con esa introducción no se podía esperar otro tema que no fuera "Los Olímpicos", aquel cuplé sobre los exiliados uruguayos. La "lógica de la W" ya había recuperado su intensidad.
Le siguió "Aquello", que dedicó a Anke van Haastrech, la viuda de José Carbajal "El Sabalero", que vio como nacía aquel clásico titulado con esa palabra comodín que admite múltiples lecturas sociopolíticas. "Tuve la suerte de que El Sabalero aceptó cantarla. Mi querido amigo se vino de Holanda a Francia con Anke, llegó al estudio, se subió al auto y se fueron para Holanda. La única testigo es ella, que está acá hoy. No saben la alegría que me da dedicarte esta canción para vos y para José", dijo antes de darle paso a una introducción a cargo de una cuerda de tambores. Luego, la guitarra milonguera de Poly Rodríguez y el acordeón de Gustavo Montemurro completaron el clima bien uruguayo de la canción.
Más adelante, el músico pasó a otro sector del escenario para desempolvar, con su guitarra y sentado de piernas cruzadas, tres joyas de su discografía: la bellísima "Golondrinas", "Milonga de Gauna" —que cantó con el mayor compromiso de la noche, como si viviera cada frase que describe a la muerte del protagonista de El sueño de los héroes, la película de Sergio Renán para la que compuso la letra— y "Victoria Abaracón", la milonga-rock que cantó evocando el fraseo casi ancestral que Eduardo Mateo talló en la grabación original.
Y ahí volvieron los clásicos de la mano de una de las seguidillas más coreadas de la noche: "Los futuros murguistas", "Cometa de la Farola" —que cerró al grito de "¡Volvimos!", "Amándote" y "Si me voy antes que vos", que logró que la Tribuna Olímpica le devolviera un sinfín de ovaciones. Para ese momento de la noche, la alegría ya se había adueñado del Estadio Centenario. La felicidad de Jaime se extendió al resto de la "Banda Completa", que entre sonrisas y felicitaciones, confirmaron que el esperado partido de regreso estaba ganado. Y, claro, con el público coreando unos cuantos "Olé, Olé, Jaime, Jaime" y celebrando el reencuentro con uno de esos clásicos, ya estaba confirmado que esa cálida noche de luna llena iba a ser inolvidable.
Pero había más. Luego de retomar otras dos joyas de clara influencia beatle como "Good Bye (El Tazón de Té)" y "Lluvia con sol", le dio paso a otra ronda de éxitos: "Nadie me dijo nada", otra milonga-rock que le dedicó al recientemente fallecido Gastón "Dino" Ciarlo; "El grito del canilla", que compuso en los noventa para una publicidad de El País; "Brindis por Pierrot", con la voz de El Zurdo tomando el lugar de Washington "El Canario" Luna; y "Cuando juega Uruguay", que le dedicó a Alberto Sonsol.
"Gracias por siempre, gracias. Lo único que puede llegar a tener algún sentido es que nosotros los vamos a llevar a ustedes por el resto de la vida con nosotros. Ustedes son los del Mediosiglo", dijo antes de cerrar su show, que resultó ser una verdadera masterclass de música uruguaya, con "Colombina", otro de sus clásicos obligatorios. "La gente quiere que terminemos con esta canción y lo vamos a hacer", aseguró.
El recital cerró con dos bises bien diferentes. El primero fue "Piropo", con Jaime sentado cerca de la batería, y el segundo "Durazno y Convención". Se trató de la despedida ideal de un recital que quedará en la historia: la letra repleta de imágenes montevideanas y las descripciones a lo "Penny Lane" de Los Beatles se fusionó con la cuerda de tambores, el coro murguero y la batería de La Tríada para lograr una despedida que dejó a la "lógica de la W" en el punto más alto.
Segundos después de lanzar la frase "candombe, murga y batucada" mientras miraba a la "Banda Completa", Jaime se despidió del escenario con una enorme ovación, la promesa de un nuevo regreso y la alegría de haber vuelto al ruedo en su mejor forma. Y las 16 mil personas que fueron testigos de este reencuentro en el Cenentario, seguramente recordarán esa noche de viernes durante décadas.