Con base en La Nación/GDA
El montevideano se fue a vivir a la costa. Es a solo treinta minutos del centro, de los bares que solía frecuentar, de “Durazno y Convención”, pero es otro mundo. En la última larga década Jaime Roostomó muchas decisiones. Este sábado se presentará en Buenos Aires por primera vez en ocho años: tocará en el Luna Park, hay varios sectores agotados y es probable que desgrane alguna de esas resoluciones en escena.
Jaime está feliz de los aniversarios que celebrará este año. De los 70 que cumplirá en noviembre y de los 10 que lleva sin beber. Está feliz de haber reformado la casa de verano de La Floresta y de haberse instalado allí definitivamente. “Si necesito ir a Montevideo por unos días paro en un hotel; si tengo que estar unos meses me alquilo un apartamento”, dice, liviano y de buen humor.
Han sido complejos los últimos años para él, pero hoy está orgulloso de haber puesto la casa en orden. Y a diferencia de lo que uno pueda creer, él se encarga de aclarar que estuvo siempre activo. ”Lo único de sabático que tuve en estos últimos años fue un sábado libre que fui al cine con mi mujer”, cuenta de muy buen humor.
Jaime hace una pausa y en medio de un repaso que se detendrá aleatoriamente en algunos pasajes de su trayectoria, cuenta lo importante que fue su cumpleaños número 60. “Fue muy importante para mí ese cumpleaños, no por el número sino porque dejé de tomar. Cumplo 70 en noviembre y cumplo 10 años limpio, lo cual para mí es motivo de orgullo y por eso te lo digo. Quizás motivo de inspiración para alguno que ande por allí para decir que se puede. Mi vida era un caos. No tenía ropa, administrativamente estaba todo mal, adentro de mi casa faltaban muebles. Todo aquello que no tenía que ver con el arte estaba tirado. Además se me ocurrió refaccionar —al final tuve que rehacer—, una casa en La Floresta, la típica casa de balneario que era precaria para vivir en invierno. Todo eso hizo que directamente trabajara 24/7 a lo largo de estos años”.
Se lo había dicho, en otras palabras, en noviembre de 2021 a El País: "Cuando cumplo años, la gente me saluda pero no sabe que en realidad yo cuento los años que dejé de tomar. La última vez que tomé fue en mi cumpleaños de 2013: me regalaron una botella de Chivas Regal y me la tomé en un día. Qué lindo, ¿no? Bueno, acabo de cumplir ocho años. Coincidentemente, conocí al amor de mi vida, Andrea, que ha sido fundamental en absolutamente todo lo que he vivido. No quiero que esto se convierta en una especie de historia idílica, pero a veces las cosas están tan armoniosas que asustan".
Este es un extracto de la entrevista con La Nación.
—Fue difícil tomar la decisión de irte a la costa o sentiste que la gran ciudad te estaba expulsando?
—Tenía esa casa de verano desde el año 90. La típica casa de verano, precaria, donde no se podían pasar inviernos, no estaba calefaccionada. Viví todo eso tremendo que es pasar por una obra. Era un lugar familiar para mí, que quería mucho. No fue una decisión hippie de vámonos al campo que allá va a estar todo bien. Sentí que iba a tener más tiempo, menos obligaciones cotidianas y que me podía ir a 50 kilómetros de Montevideo. Porque atención, es a una hora de auto. Para nosotros es todo un tema pero para las distancias argentinas es una pavada. No me imaginé que iba a tener una nueva época de actividad intensa. Lo que hago es muy sencillo, si tengo que ir una semana a Montevideo voy a un hotel y si tengo que estar cuatro meses me alquilo un apartamento y listo.
—Solías decir que un estilo es un medio, no un fin. En tu música y en un concierto como el que vas a hacer conviven muchos estilos, nunca te encasillaste en uno.
—Lo que pasa que vengo de la escuela Beatle. En mi caso es lo que aprendí de ellos y al mismo tiempo en el momento juvenil en el que se me adhirió el credo. Yo me afilié a ese credo. Sigo escuchando los álbumes de los Beatles, en especial los últimos. Desde el punto de vista estilístico son un abanico. Son maravillosos. Los Beatles dejaron de ser una banda de rock para convertirse en una banda de vaya uno a saber qué, pero con una visión más abarcativa, universal. Eso lo lograron fusionando, con audacia, con amor y al mismo tiempo con una enorme calidad musical. ¡Qué te voy a decir! Ahora, en un mismo álbum he grabado bolero, candombe, huayno andino, una milonga campera, un aire de rock, una milonga tradicional, un candombe tradicional. ¿Soy bolerista? De ninguna manera, sin embargo en el momento de escribir “Tu laberinto” o “Inexplicable”, sentí que únicamente a través de ese estilo yo podía plasmar lo que sentía. “Cuando quieras mi amor no lo imagines. No sueñes esperando que lo adivine. Cuando quieras al fin seguir tu instinto, ven a verme y abandona tu laberinto”. ¿A alguien se le ocurre que eso puede tener música de murga?
—Vas a cumplir 70, ¿te dice algo el número? Vemos últimamente muchas giras de despedida, desde Roger Waters a Joan Manuel Serrat. ¿Fantaseaste alguna vez con despedirte del público en plenitud?
—Cumplir 70 es algo novedoso, nunca cumplí 70 años. Tengo la suerte de no haber muerto joven, porque tengo muchos amigos que no llegaron a este punto. No me complica, al revés, hasta me da cierta luz esta época que estoy viviendo. Con respecto a despedirme, no me gusta la idea de hacer, por ejemplo, una gira con una premisa tan terminante. Entiendo perfectamente a un artista cuando dice hasta aquí llegué, estoy cansado o quiero retirarme en plenitud, porque ojo, la garganta funciona en un cantante como las piernas en un jugador. Cuando Suárez cumpla 45 años no voy a ir a golpearle la puerta para preguntarle cuándo va a jugar de vuelta. Cuando tenía 60 decidí que me iba a bajar del escenario para siempre. Cinco años después dije: “quiero volver, tengo muchas ganas de tocar”. En este momento estoy haciendo esta gira, voy a dejar que termine en mayo de 2024, ya tenemos la última fecha en el Auditorio Nacional de Montevideo. Ese va a ser el cierre de esta temporada. ¿Voy a volver a tocar nuevamente en vivo? No lo sé, creéme que no lo sé. Pero sería muy dramático anunciar un adiós. Si son los últimos espectáculos que así lo sean, pero no los voy a teñir de dramáticos.