PERFIL

Lo de Jorge Drexler es uno de los casos más atípicos de la música latinoamericana. Pero no es el único. A sus compatriotas de El Cuarteto de Nos les pasa lo mismo: a pesar de acumular más de tres décadas de carrera, hoy están en su mejor momento. Agotan shows en toda Latinoamérica, se reinventan en cada disco y logran que sus canciones conecten con varias generaciones.

Pero del caso de El Cuarteto de Nos ya se habló el domingo en este diario: fue Roberto Musso, en diálogo con Fernán Cisnero, el encargado de desentrañar el fenómeno. Hoy le llega el turno a Drexler, que esta noche presentará Tinta y Tiempo, su nuevo disco, con entradas agotadas en el Antel Arena (ver recuadro).

El uruguayo radicado en España regresa a Montevideo con futuros clásicos bajo el brazo: por ahí están “El plan maestro” (un análisis científico del origen del amor que grabó junto al panameño Rubén Blades), “Tocarte” (con el madrileño C. Tangana) y “Cinturón blanco”.

Estas últimas suenan a universos paralelos en una primera escucha —la primera parte de samples vocales y tintes electrónicos; la segunda se viste sobre coros cercanos al soul y delicadas orquestaciones—, pero apuntan hacia un mismo lugar: el redescubrimiento del amor, la revalorización del contacto y la posibilidad de un nuevo comienzo. Es, como ha dicho hace meses en entrevista con El País, la continuación del camino que John Lennon y Yoko Ono trazaron en 1980 con “(Just Like) Starting Over”.

Pero el concepto del nuevo comienzo, de la refundación de su lenguaje, va mucho más allá de esos ejemplos. Es la actitud que define a cada trabajo de aquel médico otorrino que se animó a renunciar a su vida en Montevideo para radicarse en España y apostar por la música. Inspirado por maestros como Fernando Cabrera y Eduardo Mateo, cada uno de sus trabajos implica el inicio de un nuevo lenguaje musical; de otra óptica para abordar las cuestiones humanas.

Salvavidas de hielo, el disco de 2017 que le brindó unos cuantos Grammy Latino y la admiración de sus colegas latinoamericanos, partió de un objetivo claro: sacarle el mayor provecho expresivo a las posibilidades que brindan las guitarras. El “cuanto más me limito, más me libero”, de Igor Stravinsky, estaba más amplificado que nunca. Cada sonido fue extraído del instrumento y hasta un dobro se transformó en una base rítmica.

Pero, parece, a Drexler no le alcanzó y en 2019 quiso llevar a la idea hacia un lugar todavía más minimalista. Ideó la gira Silente armado únicamente de su guitarra, su voz y un cautivante juego de luces y agotó funciones en toda América y España. Hizo escala en el Auditorio Nacional del Sodre y ofreció uno de los recitales más inspiradores de los últimos años.

Y ahora, con Tinta y Tiempo —un disco inspirado por la crisis compositiva; de ahí el título— reformuló su propuesta. Tomó todo los elementos necesarios para revitalizar su mensaje —arreglos de orquesta, programaciones, un órgano Wurlitzer y hasta las mejoranas panameñas—, y volvió a ofrecer uno de esos trabajos que crecen a cada escucha.

Pero, al final, ¿de qué sirve todo este repaso conceptual si las canciones no conectan con el público? Bueno, ese es el otro gran valor de Drexler: es un artista que conoce el secreto de un buen tema. Logra que, sin que el oyente se dé cuenta, cante una canción como “Movimiento” (de Salvavidas de hielo, que repasa al detalle los movimientos migratorios) o “Plan Maestro” (que logra que decir: “mesoproterozoico” suene tan natural). Y es, sobre todas las cosas, aquel que encuentra el valor artístico en las cosas que están ocultas ante la mirada cotidiana para transformarlas en un espacio analítico sobre las relaciones humanas.

Hoy llega al Antel Arena con nuevas canciones y más inspirado que nunca. Y es una buena noche para celebrarlo.