Por Rodrigo Guerra
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Los Auténticos Decadentes cantan un enganchado de “Vení Raquel” y “El murguero”, y desatan el baile del trencito más grande del mundo. Es junio de 2022 y un improvisado grupo de desconocidos serpentea el campo del Antel Arena e invita al resto a perder la vergüenza. Cuando llega el último golpe de bombo, el ciempiés humano ya dio varias vueltas al lugar. Arriba, en el escenario, el grupo argentino se mira y se ríe.
Hay más. En la platea y más allá resalta el colorido cotillón que el sponsor del show entregó en la entrada. Dos mujeres sostienen un globo de helio con el número 35 —la edad del grupo—, grupos de amigos improvisan una coreografía y hacen equilibrio para que no se les vuelque la cerveza, y abuelos filman a sus hijos y nietos coreando los estribillos. Es una fiesta popular y contagia hasta al más reticente al baile.
“De tu alegría, / Somos la fruta prohibida, / El desborde criollo,/ Que cura las heridas”, anuncia la letra de “Somos”, ese pegadizo grito de guerra con el que iniciaron aquel show montevideano y que captura a la perfección el espíritu de la banda más alegre de la música argentina.
Ahora, a nueve meses de aquella noche, Jorge Serrano, compositor de un montón de los éxitos de Los Decadentes, se ríe al otro lado del teléfono mientras recuerda todas esas imágenes. “Lo del Antel Arena fue alucinante”, dice el cantante. “Tenemos la fortuna de lograr una acumulación generacional porque nos vienen a ver padres, hijos y abuelos. Es hermoso porque nosotros elegimos la parte más primitiva y originaria de la música, que es reunir a la gente”.
Este domingo, el público uruguayo tendrá la oportunidad de ser parte de otra fiesta de Los Decadentes. Aunque las circunstancias serán diferentes: será en la Rambla del Arroyo en Parque del Plata y el show se enmarca en la Fiesta de la Cerveza Artesanal. Esa noche, la segunda del ciclo (ver recuadro), también habrá shows de Kumbiaracha, Rossana Taddei, Ruperto Rocanrol, Los Muñecos de Algas, Candombe Tribal, 4 Cuervos y Gerardo Nieto. La entrada es libre.
“Estamos recontentos de participar de esta fiesta tan importante para Canelones, y espero que la respuesta del público sea parecida a la del Antel Arena”, dice Serrano.
—Los shows de Los Auténticos Decadentes se basan en la complicidad con el público. ¿Cuál es la importancia de dejar de lado las barreras entre los artistas y la gente?
—En nuestros orígenes éramos tan permisivos que dejábamos que todo el mundo se subiera al escenario. Llegó un momento en que tuvimos que parar porque había más gente en el escenario que en la banda; te empujaban, no podías tocar la guitarra y ya era cualquiera (risas). Desde el origen somos eso: derribamos la pared entre el escenario y el público. Es más, sentimos que somos un público que se subió al escenario más que un artista que le da órdenes a la gente. Somos los representantes y los maestros de ceremonia de la alegría del lugar, y para que haya una fiesta, el show tiene que tener un ritmo constante, por eso casi no hacemos pausas entre tema y tema. Estamos para que la gente baile y cante con nosotros, no solo para que nos miren. Queremos contagiar alegría para que, al menos por una hora y media, los problemas queden afuera. Mirá, yo tengo 63 años pero hace poco me di cuenta de una obviedad: a la gente le gusta cantar y mucho más cuando hay gente alrededor. Pero claro, como no todos componen necesitan una canción que les guste a todos, y nuestra función es ser el punto focal para que las personas se encuentren.
—Más allá del público, en sus shows es muy importante la forma en que el grupo se potencia y se complementa. Es más, los cantantes se paran en el escenario como una murga: todos son protagonistas.
—Sí, es que nosotros somos un grupo horizontal. A veces la gente separa a los cantantes de los demás porque son las caras visibles, pero somos una cooperativa y tenemos el mismo voto en cada una de nuestras decisiones. Además, como decís, generamos una especie de coreografía para potenciar los personajes de cada uno y darle su protagonismo.
—Ya que hablás de personajes, dentro de Los Decadentes quedaste a cargo de canciones románticas como “Amor” y “Un osito de peluche de Taiwán”. ¿Cómo se dio?
—Eso tiene que ver con un par de cosas. Yo siempre fui bastante tímido y nunca se me ocurrió subirme a un escenario hasta que me empujaron los demás. Yo entré a Los Decadentes porque mi primo (Gustavo “Nito” Montecchia) me lo pidió, pero después me quería matar porque me daba mucha vergüenza subir a los escenarios; me acuerdo que tocaba la guitarra y miraba el piso (risas). Cucho era el que cantaba pero como los temas melódicos no le quedaban tan bien, fue decantando en que yo los hiciera. Yo también escribí canciones fiesteras como “La guitarra” y “Skabio”, pero como esas sí las cantaba Cucho yo fui quedando, de forma natural, como el arquetipo de lo melódico de la banda.
—“La guitarra” y “Skabio” son dos buenos ejemplos del rol del humor en la historia del grupo. Lo mismo sucede con “Pendeviejo” y hasta con el nombre de la banda, que adquiere mayor sentido a lo largo de los años. ¿Qué valor le dan a esa mirada que va en contra de cualquier solemnidad artística?
—Eso que decís de Los Auténticos Decadentes es buenísimo (se ríe). Es que lo que pasa es que cuando empezamos no nos planteamos ser el grupo juvenil carilindo; éramos los perdedores a los que las chicas nunca les daban bola. Entonces, como salimos de ahí le damos tanta importancia a reírnos de nosotros mismos.
—Ya hablamos de lo que se genera con el público en sus shows, pero, ¿qué te genera a vos subir al escenario luego de 35 años?
—(Piensa) Y... yo te diría que es el momento central de mi vida. Es para lo que yo siento que soy útil para la humanidad. Imaginate que tengo la posibilidad de estar en un estadio para 20 mil personas y gritar algo tan liberador como: “Amooor, cierro los ojos y salto al vacío”, y que le llegue al que está en la última fila del lugar. Es una descarga muy difícil de explicar. Después tengo esa perplejidad de que la gente todavía nos haya elegido y aún nos quiera, o que yo haga palmas y el resto me siga. Es algo misterioso de: “¿Cómo llegué acá?”, pero que si lo analizo tiene su explicación: todos tenemos buena leche y transmitimos lo que somos, aunque cada uno tiene sus cosas. Somos un grupo de amigos muy familiero y de gente positiva que gusta de hacer amigos y genera alegría. Creo que por eso cosechamos lo que sembramos.