Nació en Gotemburgo, es hijo de una pareja de argentinos exiliados en Suecia durante la última dictadura del país vecino y recorre el mundo con sus canciones. José González, que pasó por los grupos Back Against the Wall y Junip, lanzó su carrera solista en 2003 de la mano del cálido y minimalista Veneer, y se ganó el elogio de la crítica especializada. El 25 de setiembre volverá a Montevideo para presentarse en La Trastienda, la sala que visitó en 2016.
Su reencuentro con el público uruguayo se enmarcará en la gira de presentación de Local Valley, el disco de 2021 en el que expandió su universo musical. Además de las canciones en inglés —el idioma que eligió para construir su obra—, González se animó a componer por primera vez en español y sueco, y apostó por nuevas sonoridades. “Para mí fue muy aliviador tener seis canciones del estilo de solo guitarra y canto”, le explica a El País en el idioma de sus padres. “Decidí que en el resto del disco iba a experimentar y pasarla bien en el estudio, así que probé nuevos instrumentos”.
Es por eso que en temas como “Lasso In”, “Lila G” y “ Swing”, le añade baterías electrónicas y loops a sus clásicos arpegios de guitarra y voces sobregrabadas. “Hace muchos años, e inspirado en la música de África, empecé a tocar otro estilo de guitarra. Sin embargo, sentía que con el instrumento hay un nivel sonoro que no se puede sobrepasar, así que empecé a pensar qué cosas podía agregar a mis canciones sin perder mi personalidad. No quería sonar como uno de esos artistas que son como pulpos y hacen de todo”, explica.
Ese interés por encontrar nuevos horizontes musicales queda aún más claro en la versión de lujo de Local Valley. Allí ofrece interesantes remixes del álbum a cargo de varios DJ’s como Solimun y Sofía Kourtesis, en la que la influencia de la música africana y la electrónica llevan sus canciones a un nuevo nivel. Algo similar sucede con la versión coral y la versión dub de “El invento”, o con el hipnótico y bailable remix de “Head On”: la obra de José González suena más viva que nunca.
En la previa de su show en La Trastienda (entradas a la venta en Abitab, de 1900 a 2500 pesos), en el que González repasará su repertorio de la mano de su guitarra y la ayuda de loops, el músico dialogó con El País.
—“El invento”, la canción que abre Local Valley, es tu primera composición en español y plantea varias preguntas sobre la vida y el mundo que nos rodea. ¿Qué tan importante fue haber sido padre al momento de escribirla?
—Es una sensación de estar en el medio de la vida. Ya no soy joven, tengo 44 años, y fui padre de Laura y Mateo. Además tengo padres mayores, entonces me siento más interesado en los temas existenciales y filosóficos: ¿quiénes somos como seres humanos y animales pensantes? Todo este tema se hizo más presente al ser padre, así que lo traté de incorporar en algunas de las canciones de un modo natural.
—Y si hablamos de la composición en español, ¿la paternidad te permitió reconectar con tus raíces argentinas?
—Al hablarle en español a mi hija se me fue ablandando el idioma, aunque de vez en cuando hablamos en español con mi familia. Yo empecé por el español, pero luego entró el sueco como primer idioma y en las últimas décadas me centré en el inglés, que es donde tengo el vocabulario más detallado. Solo por el hecho de hablarle en español a mi hija, y de preguntarme quién soy y quién quiero ser, me puse a escribir las canciones “El invento” y “Valle local”.
—¿Qué descubriste en este proceso introspectivo de autocuestionamiento?
—(Hace una pausa de unos segundos) Bueno, supongo que más que descubrir fue un tema de exponer distintos lados de mí. Antes pensaba que con mi música como solista solo podía escribir en inglés y tocar la guitarra española, pero dejé un poco de lado esa faceta para tener una expresión más ligada a quien realmente soy yo como persona. No necesariamente estoy siempre serio, también soy un poco goofy, y por eso tengo algunos temas de humor en Local Valley. Lo que sí me he dado cuenta es que el disco fue muy bien recibido, lo que significa que mostrar más lados de mi personalidad ha funcionado. Eso me ha sorprendido.
—Este año se cumplen dos décadas desde la salida de Veneer, tu debut solista. ¿Qué recordás de aquella época en la que dejaste de estudiar bioquímica para apostar por la música?
—Ahora que el disco cumple 20 años, he tenido bastantes momentos de revisitar esas memorias. Veneer ha sido parte de dejar de estudiar bioquímica y salir de un laboratorio luego de no tener demasiados resultados. Antes tenía a la música a un costado, y de repente tuve ese salto en mayo de 2003, cuando publiqué el EP Crosses y me invitaron a participar del festival más grande de Suecia. Fue un cambio dramático el de sentir que tenía que ir a estudiar y trabajar todos los días, a de repente hacer conciertos dos veces por semana y pagar las cuentas con eso. La verdad fue... (hace una pausa para buscar la palabra justa) aliviador. Además, antes de eso yo era bastante tímido, así que fue un cambio muy grande. Primero empecé en Suecia y me tomó unos tres años llegar al resto del mundo.
—A lo largo de tu vida, ¿qué aspectos de tus raíces han sido inamovibles?
—Creo que desde Argentina, o de Latinoamérica en general, sería la música que escuché cuando era joven: Mercedes Sosa y Silvio Rodríguez. Me interesa la forma en que mezclan estilos pero también sus luchas políticas. Esto me ha inspirado mucho en términos de ver que la música puede tener un ángulo dedicado a tratar de cambiar de algún modo a las sociedades. Eso me sigue inspirando, aunque no necesariamente los temas que trataban ellos, pero sí la idea de componer canciones que suenan bien pero, además, hacen pensar a la gente.