ENTREVISTA
El uruguayo vuelve a tocar en Montevideo, hoy y mañana en Inmigrantes, en el marco de la gira de "La onda de Juan Pablo" e "Introducing Juan Pablo"
Un nene que se sabe toda la letra de su canción “Disfruta la fruta”, y con el que ya la estuvo cantando antes de que yo llegara a la nota, le pregunta a Juan Wauters por qué, en determinado momento de la canción, grita. “Porque me urge”, contesta casi sin pensar el cantautor, de camino hacia una placita donde sucederá esta entrevista. “Porque me gusta”, dice enseguida, como sabiendo que dicho así, ese niño lo entenderá mejor.
Las canciones de Wauters, que posaba para la cámara El País cuando dos chicas, veinteañeras, se detuvieron para pedirle una foto, tienen una simpleza que le permite tanto atravesar públicos varios con éxito, como ser una rareza ante los ojos de otro sector. Son las que toca hoy y mañana en Inmigrantes, desde las 23.00; las entradas están en Mi Entrada a $ 400.
Wauters, uruguayo, emigró a Estados Unidos en 2002 y allá comenzó una carrera musical que, desde que es solista, se ha consolidado mucho. Tiene cuatro discos propios, fanáticos por todos lados, y de acá a fin de año una agenda de 60 conciertos: 30 en Estados Unidos y 30 en Europa. “Está bueno. ¿La verdad que qué puedo decir yo, qué puedo protestar?”, dice a El País.
—¿Disfrutás de grabar tanto como de tocar en vivo?
—Me encanta grabar, la producción, componer, principalmente. Lo del show es algo que he aprendido con el tiempo, porque a pesar de que la gente me dice que me ve extrovertido, como carismático, yo en realidad, de toda la vida, soy así: bastante introspectivo. No estoy saliendo por ahí y llamando la atención, pero como me encanta compartir mi música, es una fuerza mayor, y creo que la gente que va a mis conciertos valora el esfuerzo. No sé qué es, en realidad. Pero en este lugar que me he inventado, que la gente me apoye, me da felicidad.
—Tus conciertos son más bien una experiencia, que se salen de la norma del cantautor con una guitarra.
—Es que me lo he propuesto. Esta realidad, la del Juan del escenario, me la inventé, y yo no transo ahí. Entonces me cuestiono qué significa un show: ¿yo tengo que subir, cantar mis canciones y bajarme? Embolante para todo el mundo, para mí también. Entonces tuve que descubrir una manera más allá de lo que conocemos. Y hubo muchas instancias en las que no funcionó, en las que queda pegado uno (se ríe).
—En una entrevista con El País decías que tu música es para todo público. No sé si tus shows son para todos...
—Creo que sí. Es que van señores mayores a mis conciertos, van niños... Me cuesta mucho a mí hacer esto, pero lo hago con placer y de la mejor manera que puedo, entonces nadie puede venir a decirme a mí que me sale mal. Que hablen lo que quieran: que mis canciones no son lindas, que canto mal... Pero a mí nadie me puede reprochar nada, porque yo estoy contento.
—Lo se puede interpretar como rareza, como locura, es algo honesto.
—¿Vos escribiste un artículo en El País que dice que estoy reloco? Yo me ofendí un poco (se ríe), porque yo no estoy loco: yo estoy superenfocado. Lo que pasa es que la gente, cuando uno es como es, se piensa que uno es loco. Yo puedo ser como soy y quiero porque me puedo mantener con mi música; en la realidad en la que trabajaba en una fábrica, no. Pero siempre fui igual, siempre he sido la misma persona. Yo me identifico como loco, pero otro tipo de locura. Loco como una loca fantasía. Así me describo: mi vida es una fantasía loca.
—¿Y la música?
—Es que es raro. Es para todo público, pero no. Soy muy consciente de que lo que hago no es normal: no es lo más comercial ni lo más refinado. No soy parte de ninguna corriente musical. Soy parte de la tradición de personas tocando la guitarra, del canto uruguayo, de la estética neoyorquina. No sé, lo mío capaz que es más de un pensador emotivo. Pero es mi objetivo y siento que un día puedo llegar a ser masivo, porque comparto mucho, todo el tiempo, y sé del dolor de la gente.
—Hay gente que no entiende que tus discos sean muy bien reseñados en un medio como Pitchfork, y que hagas canciones como “Disfruta la fruta”. Como si la buena crítica solo tuviera que ver con algo supercomplejo o extremadamente profundo.
—Pero mi música es básica por gusto. Si quiero que un niño entienda mis canciones, no puedo hablar de que me tapa un manto azul, y entré a un universo en el que había tiniebla, ¿viste? La canción de la fruta es superbásica, pero que alguien venga a escribirla. Esa canción pegó, entre un público; quiere decir que estoy alineado con el universo. Todo el mundo quiere hablar, ¡pero que hablen! Y si habla Pitchfork es porque vivo en Estados Unidos, solamente. Soy uruguayo, pero desde 2002 no vivo acá, y mi música no surge acá. Recién me presento acá en 2016, y hasta entonces mi realidad sólo existía allá. Y para mí es tan importante que hable Pitchfork de mí, como que hable El País; y si alguien le da más importancia a Pitchfork que a El País, es porque se comen la película y piensan que las cosas gringas son mejores. Una estupidez. Se comen toda la película de Hollywood. Aunque la prensa en realidad no me importa. Para mí es muy importante que mis padres, mis amigos cercanos y el público, me apoyen. Si tengo eso, ya estoy.
"La gente me dice: 'lo que hacés parece una iglesia'"
“Me gritan cosas a mí: ‘Bo, bajate’. Y no, no me bajo. Nadie me saca ese derecho, ya me lo gané”, dice Juan Wauters para explicar por qué canta. Su música tiene ese encanto que le permite cosechar fans a donde va (en México, por ejemplo, tiene muchos), y que para otros es incomprensible. “Pero que venga una señora que escucha la radio, que juega jueguitos en la computadora, que va al mercado a comprar fruta y vuelve a la casa y cocina, y esa es su realidad, y mi música le llegue...”, reflexiona Wauters. “Es muy fácil que a la juventud le guste, pero que le guste a los ancianos y a los niños, no es tan fácil. Que estoy llegando, estoy llegando, aunque no sé qué es llegar”, sigue el que llegó a Estados Unidos en 2002 y se quedó allá, que tuvo una banda y ahora gira en solitario. “A veces la gente me dice: ‘lo que hacés parece una iglesia’. Capaz que sí, pero no estoy predicando: estoy hablando de mi vida y la condición social como la veo. Y el que quiera, que se suba”.