Juana Molina habló con El País: "Me di cuenta de que la gracia radica en la imperfección"

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Juana Molina. Foto: Marcel Setton.

ENTREVISTA

Antes de los shows que ofrecerá este viernes y sábado en La Trastienda, Juana Molina habló con El País sobre la evolución de su obra y dio detalles de la prometedora reedición de "Musicasión 4 y 1/2"

Si los recitales que Juana Molina ofreció junto a Odín Schwartz y Diego López de Arcaute en la apertura de los shows de Gorillaz y David Byrne generaron un clima casi mántrico entre el público, lo que la argentina presentará este viernes y sábado en La Trastienda tendrá una carga emotiva todavía más especial. 

Tras la reedición del álbum Segundo (2000) y la etapa de introspección que brindó la pandemia, la argentina se animó a presentarse en formato solista con una prometedora propuesta, basada en la improvisación. Antes de su regreso a Montevideo (entradas a la venta en Abitab), Juana Molina habló con El País sobre la evolución de su sonido.

—Este viernes y sábado volvés a Montevideo, pero en formato solista en vez de trío. ¿Qué te sedujo de esta propuesta?

—Hace poco reeditamos Segundo, que cumplió 21 años, y estoy haciendo muchas canciones de ese disco en versiones completamente diferentes. La novedad es que me estoy lanzando a hacer lo que hace mucho tiempo tenía ganas: improvisar en vivo. Arranco con el tema para que se reconozca, pero después no se sabe muy bien dónde va.

—Lo efímero y la adrenalina de la improvisación le brinda un valor extra al show, ¿no?

—Sí, aunque me da mucho nervio porque no me puedo distraer en ningún momento. Pero cuando sale, siento que es mucho más lindo que cualquier otra cosa que haya hecho antes. Es lo que llamo “El momento zen de la vida”, porque yo desaparezco y aparece solo la música, haciendo no sé qué porque tengo la sensación de que no soy yo la que toca. Me pone muy feliz, aunque sea medio riesgoso y vertiginoso. Es una tensión linda, como cuando ves a un trapecista que se tira: ya sabés que no se va a caer, pero es algo que siempre puede pasar.

—Recién mencionaste la reedición de Segundo, y cada vez que lo escucho siento que es ahí donde encontraste tu sonido. ¿Estás de acuerdo?

—Sí, porque es donde me encuentro por primera vez completamente representada musicalmente. Y no lo digo porque me parezca una maravilla, sino porque todo lo que soy está ahí. Después de Rara (su primer disco, producido por Gustavo Santaolalla), me di cuenta de que a los discos los tenía que construir de a poco, como si fuera un tejido o un bordado. Es algo que hacés y que al día siguiente retomás; las cosas se van mezclando y componiendo al mismo tiempo, y es como pintar un cuadro. En Rara se hizo al revés: hubo muchos ensayos y se grabó en una semana, pero en Segundo no hubo un solo ensayo porque no había nada construido. Se fue cocinando muy lentamente, como un guiso, y me llevó casi tres años. Fue muy valioso.

—Ese tejido está muy presente en tu último trabajo, Halo, y se basa en el bordado de arpegios, climas y loops. Por eso, cuando suena en vivo, se genera una sensación mántrica. ¿Cómo nace tu interés por producirlo?

—Me atrae desde muy chica. Cuando iba a lo de mi abuela, me encantaba que me mandara a comprar algo porque tenía que bajar nueve pisos en un ascensor y, en lo que duraba el trayecto, se escuchaba un ruido blanco que me permitía inventarme una melodía. Entonces, durante ese viaje se generaba una cosa completamente atemporal donde yo desaparecía y aparecía la música pura. Es un estado de trance que me interesa desde esa época, aunque no sé de dónde lo saqué. Lo que tengo claro es que no lo puedo evitar y me gusta generar algo que de lejos parece todo igual, pero que cuando lo ves con un microscopio está lleno de cosas. Hay todo un universo adentro de la música.

—¿Cómo definirías el proceso para encontrar tu sello? En una entrevista mencionaste que tu padre, Horacio Molina, te ponía en un “pedestal musical” que te impedía emprender tu verdadera búsqueda.

—Sí, es que él era muy criticón. Era una cosa muy ambivalente, porque por un lado yo era tan genial que no podía empezar de cero, entonces tenía que iniciarme desde más arriba; pero, a la vez, todo lo que hacía le parecía una porquería, claro, era de principiante. Eso me hizo mucho mal porque me dio mucha inseguridad durante unos cuantos años. Después me di cuenta de que la gracia radica en la imperfección.

—Y es importante que hayas descubierto tu personalidad musical en tu segundo, porque hay artistas que pueden pasar detrás de ese objetivo e incluso no lo consiguen. 

—Es verdad lo que decís. Una persona que me ayudó muchísimo en ese camino es Alejandro Franov, que se presentó después de un show y me dijo que tenía algunas canciones que me podían gustar. Cuando lo vi con un teclado abajo del brazo me quería morir, porque venía de la experiencia de los ochenta con esos sonidos horripilantes de teclados (se ríe). Cuando lo vi pensé: "Bueno, me voy a tener que bancar a este tipo con esa porquería toda la tarde, pero en un rato se va". Al final se quedó tres meses. Tenía unos sonidos lindísimos en su teclado, me enseñó a programar y me metí de lleno en ese mundo. Fue como si me hubiese abierto la puerta a un parque de diversiones infinitos. Valoro mucho ese encuentro porque me cambió el rumbo tímbrico de las cosas. Alejandro fue una especie de marido musical. 

—Además de la búsqueda mántrica, en tu obra siempre estuvo presente la mirada lúdica. Un ejemplo claro es “Paraguaya Punk”, que reinventaste luego de que desaparecieran tus instrumentos antes de un show. ¿Qué tan importante es mantener ese espíritu?

—Claro, es que si vos tenés musicalidad, hacés una canción con cualquier cosa. Y si no hay nada a mano, cantás a cappella, qué se yo.

—Ya que antes nombré a tu padre, hace poco publicaste en YouTube el video “Te regalo esta canción”, que grabaste con él a los cinco años. ¿De qué manera cambió tu relación con tu voz en todo este tiempo?

—Yo me reconozco en ese disco, aunque mi voz sea más finita y más de niña. Creo que lo que cambia es la intención o la confianza. Fue muy importante haberme acostumbrado a mi voz, conocer mis límites y saber moverme dentro de ellos.

Horacio y Juana Molina - "Te regalo esta canción"

—¿Cómo definirías tu relación con Uruguay? Eduardo Mateo y Totem influyeron tu música.

—Cuando era chica tenía una especie de atracción fatal con Uruguay y tenía la idea de hacerme uruguaya. Creo que es porque desde muy chica fui a veranear porque mi padre trabajaba en los veranos allá y además estuvo de novio con Vera Sienra. Después llegaron los discos de Mateo, que me generaron una relación muy cercana con la música de allá. Y siempre me pregunto lo mismo: ¿por qué los uruguayos tienen ese swing? Pasan los años y aún no tengo la respuesta.

proyecto que promete

La reedición de "Musicasión 4 y 1/2" con temas inéditos

Al igual que en sus últimas entrevistas, Juana Molina se resiste a narrar la historia de cómo una serie de grabaciones inéditas de El Kinto, Eduardo Mateo y otras figuras de la música uruguaya llegó a sus manos. "Te la cuento el año que viene, cuando se publique", promete. Lo que sí comenta es la emoción que sintió al escucharlas: "Casi me muero y fue una cosa increíble que esas cintas hayan caído en las manos de alguien tan fanático (Mario Agustín González) de Musicasión 4 y 1/2 como yo. No hay tanta gente que conozca ese disco en Argentina y que eso haya llegado a mí fue fabuloso", asegura.

Para poder publicar el material,  Juana decidió crear un sello junto a Mario y planea reeditar ese álbum colectivo junto a las 12 canciones inéditas. "No todas están terminadas, pero hay dos que son una locura. ¡Se van a desmayar cuando las escuchen! Por suerte, todos los participantes están contentos con el proyecto. Este disco va a ser una bomba atómica", asegura.

Además del material inédito, la reedición de Musicasión 4 y 1/2  incluirá los famosos "Mojos" de Horacio Buscaglia que fueron censurados en la reedición que el sello Clave realizó en 1976. Por lo tanto, el festejo será doble.

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