Julia Zenko, la argentina con cédula uruguaya que fue María de Buenos Aires y trae su primer show a Montevideo

La cantante argentina se presentará este jueves en la Sala Hugo Balzo junto a Ruben Rada. En la previa, dialogó con El País y habló de cómo su trabajo con Horacio Ferrer se volvió un hito en su carrera.

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Julia Zenko.
Foto: Leonardo Mainé.

En mayo de 2022, Julia Zenko protagonizó un momento inolvidable en el Auditorio Nacional Adela Reta. La cantante argentina subió de invitada al concierto que Ruben Rada ofreció en la sala Eduardo Fabini para celebrar su regreso tras una gira por Japón. El protagonista, claro, era el autor de “Quién va a cantar”, pero luego de interpretar a dúo la balada “Adiós a la rama”, el uruguayo le cedió su lugar a la invitada.

Y lo que sucedió fue tan potente que hasta hoy Zenko se emociona al recordarlo. Su versión de “Como la cigarra”, de María Elena Walsh, despertó una ovación de pie del público que llenó el lugar. “Los latidos del corazón se me salían del cuerpo”, le comenta a El País desde Buenos Aires. “El público lo recibió de una manera increíble, y estoy superagradecida de que se hayan parado a aplaudir. Tengo una foto abrazada al Negro que me sacaron desde atrás del escenario donde se ve la sala a pleno. Esas son cosas que quedan marcadas para siempre en mi corazón”.

Desde entonces, Zenko ha vuelto en otras ocasiones. El año pasado cantó nuevamente en la sala Fabini como invitada de Sandra Mihanovich, y en febrero participó del show que Rada ofreció en la rambla de Palermo. Con el uruguayo, de quien es amiga desde los setenta, interpretó una virtuosa versión candombera de los boleros “Adoro” y “Esta tarde vi llover”.

Aunque Zenko tiene la cédula uruguaya —su madre nació acá—, nunca ofreció un show solista en Montevideo. Pero la historia finalmente cambiará este jueves cuando se presente en formato de cuarteto en la sala Hugo Balzo.

Repasará los clásicos de su discografía y, por supuesto, tendrá a Rada como invitado; hay entradas a la venta en Tickantel, a 750 pesos.

Antes del concierto, va este diálogo con la artista con El País.

—En 2023 regrabaste Vital, tu disco debut, para celebrar sus 40 años. ¿Cómo fue la experiencia de reencontrarte con ese primer repertorio?

—Fue muy fuerte porque Vital salió en 1983, cuando en Argentina empezábamos a vivir en democracia. En esa época, además, yo estaba embarazada de Laura, mi primera hija, así que fue como volver el tiempo atrás y recordar todo lo que pasaba por mi cabeza. Fueron muchas emociones juntas. El disco incluye “Carta de un león a otro”, que nunca dejé de cantar, y otras que fueron quedando en el camino. Volver a decir esas palabras luego de 40 años fue muy importante.

—Cantar una canción como “Carta de un león a otro” cuando se recuperaba la democracia en Argentina debe haber sido muy potente. Visto a la distancia, ¿cómo analizás el contenido de Vital?

—“Carta de un león a otro” me mostró el camino a seguir, porque a medida que pasaron los años pude ir asentándome en lo que yo tenía ganas de transmitir a través de la música. Pero, sinceramente, cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que estaba muy enfocada en el tema de mi maternidad. Era muy joven y era bastante influenciable con la elección del repertorio, y como yo no soy compositora, había que ser muy valiente para cantar un repertorio verdaderamente revolucionario. Yo tengo la triste experiencia de tener un pariente desaparecido, mi concuñado Juan Miguel Thanhauser. Entonces en esa época vivíamos con miedo. Con el tiempo me fui afianzando en mis pensamientos y fui perdiendo los miedos. Por eso, hay algunas canciones que hoy no volvería a grabar; me parece que no dicen demasiado. Me gusta expresar lo que siento y pienso a través de la música.

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Julia Zenko.
Foto: Leonardo Mainé.

—¿A partir de qué disco, entonces, sentís que finalmente pudiste decir: “Esta es la verdadera Julia Zenko”?

—Desde Sin rótulos, que salió en 1995. En el principio, cuando hice mis primeros discos, en los sellos me decían: “Julia, decidite; ¿cantás tango, folclore, baladas o boleros?”, yo siempre respondía lo mismo: que a mí me gusta cantar de todo. ¿Por qué me tenía que quedar quieta en un género musical? Entonces grabé Sin rótulos, en el que me afiancé como cantante ecléctica. En la tapa estaba como Dios me trajo al mundo, aunque con la imagen un poco oscurecida porque no quería que se viera demasiado. Lo que quería era decir: ahí está Julia, ahí estoy yo. ¿Pero qué pasó? El sello Sony, que era donde trabajaba, lo metió en un cajón y apenas tuvo difusión. Ese año entré en bajón porque era un disco que amaba y no había tenido repercusión. Después me fui de la compañía...

—Y fue entonces cuando Alejandro Dolina te contactó para ser parte de Lo que me costó el amor de Laura. Debe haber sido una importante reafirmación de tu trabajo.

—Fue tremendo. Cuando él me convocó para ser coprotagonista de su opereta criolla, yo estaba feliz porque las canciones eran hermosas. Imaginate que participaron Sandro, Serrat, Mercedes Sosa y Baglietto... ¡Fue muy groso! Ahí también conocí a Horacio Ferrer, que al poco tiempo me convocó para hacer María de Buenos Aires. Fue en 1997 y fue un antes y un después en mi camino profesional. Viajé a Europa para grabar con Jairo, Ferrer y uno de los mejores violinistas de música clásica, Gidon Kremer. Juntos participamos de esa versión increíble de María de Buenos Aires, y fue ahí que Ferrer se me apareció con una letra escrita en una hoja de papel y me dice: “Tomá, esto es un regalo para vos”. Era la presentación de María, que nunca antes había sido grabada. Así que tuve el honor de grabar “Yo soy María”, que a partir de ese disco pasó a ser el leitmotiv de la opereta. Fue una experiencia increíble: fueron 10 años girando por Europa, Estados Unidos y Japón.

—Cuando hablaste de tu trabajo con Dolina mencionaste a Mercedes Sosa. Grabaste con ella en “Oh, qué será”, del disco De mí. ¿Cómo fue esa experiencia?

—Fue un regalo de la vida. Yo la imitaba cuando era chica porque en esa época las cantantes eran todas soprano, bien arriba, y yo no llegaba. Pero con Mercedes fue diferente: yo podía cantar con ella porque teníamos un registro vocal similar. La conocí gracias a su hijo, Fabián Matus, que fue productor de un espectáculo mío para niños; un día llevó a Mercedes al teatro y desde entonces ella me empezó a invitar a sus conciertos. No solamente teníamos una relación profesional; ella fue mi amiga. La iba a visitar, mirábamos la tele juntas y teníamos fiestas. Era una anfitriona hermosa. Cuando cantamos juntas en el Luna Park hicimos “Azul provinciano” y “Oh, qué será”. Mercedes fue muy generosa conmigo y la extraño todo el tiempo. Siento que está en todas las cosas que yo hago a pesar de que no esté físicamente.

—Esa versión de “Oh, qué será” en la que vocalizás la introducción es preciosa. ¿A qué estado emocional tuviste que llegar cuando la interpretaste?

—Esa fue una sugerencia de Mercedes. Me acuerdo que me dijo: “Imaginate que estás en una iglesia”, y yo le respondí: “Mercedes, mejor dicho en un templo; soy moishe” (se ríe). No me olvido más de cómo me guió: “Tomate tu tiempo, no te apures. Sentí”. Fue hermoso.

—Hablando de la interpretación, el canto llegó a tu vida cuando eras niña como una forma de vencer la timidez. ¿Qué sentís cada vez que cantás? ¿Sigue siendo una forma de superarte?

—Sí, el cantar fue, desde muy chica, la herramienta que encontré para vencer eso que se puede llamar timidez, inseguridad y hasta autocensura. Me pasó desde chica y espero que me siga pasando toda la vida: cada vez que canto siento una felicidad interna; siento que mi alma está feliz, aunque una canción sea triste o tenga un mensaje fuerte de reflexión. Es algo que me pasa en el cuerpo, y tiene que ver con la magia de sentir que sigo un camino, que algo baja del universo o no sé dónde, y entra en mí para sacar mi energía. Es algo hermoso que va mucho más allá de tener una lindo color de voz o una buena afinación; cuando canto siento que todo mi cuerpo transmite un mensaje. A medida que pasan los años cada vez estoy más convencida de que mi destino es este: llegar a los demás a través de mi voz para emocionarme y emocionar a los demás.

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