Julieta Rada: la vida en Nueva York, ser coach en "La Voz Kids" y un homenaje al candombe que se vuelve disco

El jueves 1º de junio, la cantante llegará a Sala del Museo para repasar sus tres discos junto a invitados. Antes del show, repasó su carrera con El País.

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Julieta Rada.
Foto: Darwin Borrelli.

Por Rodrigo Guerra
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Julieta Rada atraviesa uno de los capítulos más prolíficos de su carrera. La cantante, que desde el año pasado reparte su vida entre Montevideo y Nueva York, es coach de La Voz Kids y graba uno de los discos más especiales de su carrera. Además, está a punto de ofrecer tres shows que funcionan como balance del camino recorrido.

El jueves 1º de junio actuará en la Sala del Museo para repasar, junto a invitados y una banda de varias figuras locales, el repertorio de sus primeros tres discos (entradas en RedTickets por 700 pesos). La noche siguiente llegará al Antel Arena para ser parte de La Voz Kids Live, donde compartirá el escenario con Agustín Casanova, Ruben Rada y los participantes más destacados del reality show de Canal 10 (Tickantel, de 700 a 1800 pesos).

Y en su regreso a Nueva York presentará uno de sus conciertos más importantes: el 4 de agosto cantará en el festival Bric de Brooklyn y compartirá cartel con Jorge Drexler y Cimafunk. “Va a ser tremenda oportunidad para iniciar mi carrera allá”, dice a El País.

Ahora, el foco está en la Sala del Museo, en un recital que funcionará como una despedida antes de su vuelta a Estados Unidos.

La menor de los Rada estará acompañada por su banda uruguaya, formada por su hermano Matías, Martín Ibarburu, Manuel Contrera y Nacho Mateu. Además, tendrá como invitadas a las argentinas Abril Olivera y Mia Folino, y a dos participantes de La Voz Kids.

“Les prometí que las iba a invitar y voy a cumplir”, asegura. “Son dos niñas que no habían pasado la etapa de las batallas, pero tienen tanto talento que me entusiasmé y quiero que estén en el show. Son muy talentosas y te emocionan al escucharlas porque cuando los niños cantan bien, hay pocas cosas más emocionantes que eso”.

Sobre su trabajo en La Voz Kids, donde se desempeña como coach junto a su padre, dice: “Es una experiencia maravillosa; nunca había estado en la televisión desde otro rol que no fuera dar una nota, y fue muy divertido. Los niños son espectaculares y me sorprendieron muchísimo con su gracia y talento. Disfruté mucho estar con mi padre y con el resto del jurado”.

Durante su estancia en Montevideo, adonde regresó hace meses, aprovechó para grabar las bases de su inminente cuarto álbum, que estará enteramente dedicado al candombe. “Es un proyecto que tenía en mente desde 2015 y que iba a ser el disco siguiente a Corazón diamante, pero se fue posponiendo. Es que cuando estás acá vas postergando esos proyectos que son más de raíz porque sabés que tenés tiempo para hacerlo”, relata.

“Pero el año pasado me mudé a Nueva York con mi novio (el baterista argentino Juan Chiavassa), y cuando estás afuera te empieza a pegar más lo tuyo. Además fui a ver mucha música y me di cuenta de que lo que realmente se mueve en Nueva York es la música auténtica de cada país. Por ejemplo, vas a un bar y te encontrás a músicos cubanos tocando rumba o salsa; entonces, ¿por qué el candombe no puede tener su espacio?”.

Con esa pregunta en mente se animó a retomar aquel proyecto trunco, y se llevó una sorpresa: “Mi novio es muy amigo de Leo Genovese, un pianista que tocó con Herbie Hancock, Wayne Shorter y Esperanza Spalding. Cuando le conté que quería hacer un disco de candombe, me dijo que en la pandemia tenía el mismo proyecto con Leo pero que les faltaba cantante, así que se dio de manera astral”.

El álbum, adelanta, estará formado por ocho versiones de candombes clásicos. Habrá canciones de Pedro Ferreira, Hugo Fattoruso, Mariana Ingold y Ruben Rada. También tendrá un homenaje a la anónima “Baile del candombe” y, dice, una relectura “de un tema de alguien groso que vamos a invitar para que lo lleve al candombe”.

Además de la presencia en el piano de Genovese —que este año recibió el Grammy al mejor solo improvisado de jazz por el disco Live at the Detroit Jazz Festival, del recientemente fallecido Wayne Shorter—, y de Chiavassa en batería, el proyecto tendrá al israelí Noam Tanzer en bajo y a los locales Noé, Camilo y Fernando “Lobo” Núñez en tambores junto a Ruben Rada.

“También va a grabar Matías (Rada), pero este disco no va a ser tan guitarrero como los anteriores”, asegura. “Quiero ir por otro lugar, y el piano, la batería y el bajo van a tener más espacio. Los arreglos son bien jazzeros, pero como pertenezco a un lugar más pop quiero conservar las estructuras de las canciones para que no se vayan tanto al free jazz”.

—Ahora que estás trabajando en tu cuarto álbum, ¿qué balance hacés de tus primeros trabajos?

—Todo se fue dando de una manera genuina y casi inocente porque siempre hice lo que me dio ganas de hacer. Al principio quería hacer un disco bailable y salió Afrozen, que al final no sé si es tan bailable pero tiene mucha data musical. Es un tremendo álbum para ser mi primer trabajo y lo hicimos con Nico Cota y Nicolás Ibarburu. El siguiente fue Corazón diamante, que lo hicimos con Nico Ibarburu porque queríamos hacer algo más personal. Es un disco que amo y le agradezco mucho a Nico por el trabajo que hicimos, porque aprendí un montón sobre mezcla y audio. Lo hicimos solos en casa y luego grabamos algunas cosas en vivo en el estudio Vivace. Después vino Bosque, que lo hice cuando me separé de Nico. Entré en una crisis porque siempre había trabajado con alguien y ahora estaba sola por primera vez. No sabía para dónde ir y ahí me encontré con la idea del bosque y de perderse en la inmensidad de la soledad...

—Es un concepto que quedó bien representado en la tapa...

—Sí, es como estar desnuda y no saber qué camino tomar... Qué sé yo, tiene que ver con los laberintos en los que una se mete, los autoboicots y el no poder salir de ese bosque.

—Sin embargo, la música te ayudó a encontrar el sentido y verbalizar lo que sentías. ¿Qué recordás de ese proceso?

—Con Nico siempre nos admiramos mutuamente y por eso trabajábamos tan bien juntos. Pero él era algo y yo era otra cosa, y llegamos a una visión diferente de las cosas que queríamos hacer. Él se fue a un lugar más folclórico y yo quería volver a un lugar más pop, entonces nos fuimos separando y Bosque sale de ahí, de encontrar quién era yo realmente. Si siempre hicimos todo juntos, ¿hasta dónde llega él y hasta dónde llego yo? Me reangustié y llegué a pensar que todo lo que había hecho era gracias a él y que no tenía ideas propias. Pero después me di cuenta de que tenía un universo superlindo y lo que hace Nico hoy en día no tiene nada que ver, aunque obviamente hay puentes. Bosque me resirvió en ese proceso y es un disco que quiero mucho porque es fruto de un mal momento, que se transformó en algo tan lindo como las canciones.

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