En abril actuó en formato de cuarteto en el festival Cosquín Rock Uruguay con un repertorio que mezcló clásicos como “Eres para mí” y “Limón y sal” con temas de su nuevo disco (Tu historia). Ahora, Julieta Venegas volverá a a Montevideo con una propuesta renovada. Hoy y mañana se presentará en el Teatro Solís junto a su banda y un ensamble de cuerdas en un concierto que promete nuevas lecturas de su cancionero.
Cada función iniciará a las 20.30, y las entradas están casi agotadas. En Tickantel se venden las últimas y cuestan 3.400 pesos.
En la previa de los recitales, la artista dialogó con El País.
—Desde 2020, cada una de tus visitas ha estado acompañada de una formación diferente. Ese año actuaste en solitario, en 2022 te presentaste en formato de trío, en el Cosquín como cuarteto y ahora volvés con un ensamble de cuerdas. ¿De dónde surge el interés por reinventar tanto tu obra?
—Es que entre 2018 y 2020 necesité volver a cero y por eso empecé a tocar sola. Hice la gira por el interior de Uruguay y luego toqué en Montevideo, y fue como que tenía que volver a crecer. Primero tenía que sentirme sólida y por eso necesité volver a lo esencial. Luego, poco a poco, me animé a sumar músicos hasta llegar al ensamble de cuerdas. Pero todo el tiempo estoy tratando de llegar a lo esencial, y creo que eso fue lo que más me quedó de la gira sola por Uruguay. Es algo que sucedió sin cálculo, que necesitaba vivir y que me dio mucha solidez en vivo. Ahora siento una seguridad y una conexión diferente con la gente.
— En “La Nostalgia”, de tu nuevo disco, cantás: “Escondida en tu memoria, la nostalgia sigue ahí”. ¿Cómo surgió la letra?
—Es muy chistoso porque no me considero una persona muy nostálgica, pero la empecé a escribir en la pandemia apenas me di cuenta de que no podía viajar a Tijuana, la ciudad donde nací. Lo raro es que me fui cuando era muy chica y que no vivo cerca de mi familia hace mil años, pero de repente me agarró una cosa de sentirme incompleta. Fue muy loco encontrarme con ese sentimiento y pensar en todo lo que no estoy viviendo con mi familia por estar viajando o en otro país. Además, no soy una viajera nata, que toda su vida quiso viajar; lo hago porque me gusta tocar (se ríe). Esa es la vida que tengo, pero dentro de mí hay algo que está en Tijuana y que tiene que ver con la memoria porque mi vida adulta la hice en Ciudad de México y luego en Buenos Aires. Supongo que hay mucho en la infancia y en los años de formación que te acompañan siempre, y por eso siento que Tijuana es mi casa. Es el lugar que más entiendo a pesar de que sea el lugar más difícil de explicar.
—¿Qué imagen te viene primero a la mente si te pregunto sobre la vida en Tijuana?
—(Piensa) Te podría decir: “Pienso en ver a mi familia y comer rico”. Claro que esas cosas son mágicas, pero lo que más me gusta de Tijuana es tiene que ver con que, a lo mejor, no es de esas ciudades de las que dices “¡qué bonita!”, pero si la conoces un poquito más te encuentras con cosas increíbles porque es un lugar excepcional. Está en la frontera entre México y Estados Unidos, y por eso crecí entre dos mundos muy diferentes y contrastantes; me crie hablando inglés y español, y mi padre es mexicano, pero vivía la mitad del tiempo en Estados Unidos. Es una mezcla rarísima que no sé si se da en tantos lugares. Ustedes tienen frontera con Brasil y tal vez lo puedan entender, pero aunque haya otra lengua sigue siendo Latinoamérica.
—En “Tu historia”, que da título al álbum, hablás de la importancia de abrazar el pasado. Visto a la distancia, ¿cómo analizás la decisión de haberte mudado a Argentina?
—Fue un quiebre muy fuerte. Yo siempre he sido muy impulsiva y muy inconsciente, y cuando me vine a Buenos Aires fue como que cerré mi casa y me vine para acá sin pensar tanto en lo que hacía. Ya en Argentina fue que empecé a reconstruir todo: primero hice los shows sola, luego empecé a tocar con una banda y armé un equipo. Sin embargo, cuando me fui de México no pensé en nada de eso; solo me salió un: “Está bueno Buenos Aires, así que listo”. Pero si ahora me preguntas si me volvería a mudar de país, no sé si estaría tan dispuesta a hacerlo. Es algo tremendo. En el chat de las mamás en los colegios pregunto todo porque todavía no entiendo cuándo son los días festivos (se ríe); lo mismo con sacar turnos. Cuando me mudé a Buenos Aires pensé que ya conocía la ciudad porque cuando grababa con Cachorro López venía y me quedaba unos meses. “Listo, no va a ser nada”, pensé. Y no, hombre, fue dificilísimo. Todavía estoy tratando de entender la vida cotidiana (se ríe).
—Estás cerca de Uruguay y tu vínculo crece en cada visita. ¿Cómo lo evaluás esa relación?
—He ido tomando una cercanía con Uruguay, y la gira por el interior fue muy importante para mi relación con ustedes. Me siento muy cercana a ustedes desde esos shows porque fueron algo muy íntimo e intenso, no era que me lo tomé a la ligera. Y ahora es muy bonito presentarme en el Teatro Solís con un espectáculo que es todo lo opuesto a lo que hice sola. Esta es una nueva etapa y me encanta sentir que puedo ir a visitarlos cada vez que hago nuevas canciones.
—Recuerdo que en tu concierto del año pasado en el Auditorio Nacional, comentaste que, aunque lo intentaras, siempre terminabas escribiendo canciones de amor. ¿Qué vuelve inagotable a esa temática?
—Yo creo que es un tema infinito. Hablar de amor es hablar de nuestra humanidad y de historias especiales. Y cada una me resulta completamente diferente porque cada ángulo, cada situación amorosa, el principio, el medio y el final de una relación me resulta irresistible. Me gusta mucho hablar de eso aunque siempre estoy pensando en que quiero escribir sobre otros temas, pero cuando me siento a componer me sale eso. Además, no sé si de los temas que tienen que ver con las mujeres puedo escribir tanto como lo he hecho con el amor.
—Es que dentro de todo lo que rodea al amor también está el miedo, el anhelo, la búsqueda de la felicidad y la fragilidad. Es, como dijiste, un tema inagotable.
—Sí, aunque, como te comenté, tengo ganas de escribir sobre otras cosas, pero como me sale esa temática al final digo: “Bueno, tendré que dejarlo fluir”. En algún momento pensaré en otras cosas, ¡ya lo lograré! (Se ríe). Algo se me ocurrirá.