Julio Cobelli no se olvida de lo que sintió la primera vez que escuchó a Alfredo Zitarrosa. “Yo tenía 14 años y en casa no teníamos pasadiscos, solo una radio vieja que era de mi padre”, cuenta. “Y cuando salió la voz de ‘el otro Gardel’, como le digo yo, no podía darme cuenta de si era flaco, alto, gordito o bajo porque no tenía fotos de él. Uno se imaginaba que por ese vozarrón grave tendría que ser alto y flaco, pero tuve que esperar años para conocerle la cara. No me imaginaba que tiempo después iba a tocar con él”.
El guitarrista, uno de los más prestigiosos de la música uruguaya, comenzaría a trabajar con Zitarrosa en Coplas del canto (1971), su sexto disco, y retomaría luego del exilio del cantor, en 1984. “Hilario Pérez escuchó un disco en el que acompañaba a Washington Gatti y me fue a buscar”, recuerda. “Yo tenía 19 años cuando fuimos a Buenos Aires a grabar Coplas del canto en el estudio de Odeón. ¡Era lo más grande que había! Además de Hilario, tocábamos con Walter de los Santos; fue increíble. Hay fotos de esa grabación en la contratapa del vinilo”.
Ahí, en la edición del extinto sello Orfeo, se ve a un joven Cobelli en la fachada del estudio bonaerense. De traje y corbata, sonríe junto a Zitarrosa, Pérez y de los Santos. “Mi gratitud a mis compañeros de conjunto, un trío de gran factura, quienes más que camaradas de tarea, resultaron excelentes amigos”, dice el texto escrito por el cantante. En otra foto, ahora un retrato solitario, el guitarrista esquiva la cámara con la mirada. Es la misma expresión que se le escapa cada vez que recuerda alguna anécdota clave: mira a un costado como si estuviera reencontrándose con aquella escena.
“Una cosa que recuerdo mucho es cuando Alfredo grabó ‘Dulce Juanita’”, dice sobre la canción que el artista escribió luego de la muerte de la canaria que tenía de mascota. Enseguida, desvía la mirada y describe la situación: “Hizo bajar todas las luces del estudio y grabó prácticamente en penumbras. Yo no toqué en esa canción, lo acompañó Hilario Pérez, pero estaba ahí. Nunca la quiso cantar en vivo”.
Cobelli, de 71 años, también recuerda con lucidez su reencuentro con el cantante tras ocho años de exilio. “Fue el 31 de marzo de 1984, y fui a una reunión que hizo con mucha gente. A los dos días vino a mi casa Fernando Yáñez, de Adempu, y me trajo una tarjeta que decía: ‘Querido Julio, el compañero que te visita va de parte de Adempu. Es urgente que te comuniques conmigo’”. Zitarrosa quería invitarlo a formar parte del grupo que lo acompañaría en el espectáculo Adempu canta, celebrado el 7 de abril en el Estadio Franzini. Un mes después realizaría su histórico concierto de regreso en el Estadio Centenario y desde ahí, Cobelli tocaría con él hasta 1987.
De aquel reencuentro, Cobelli también recuerda lo difícil que era comunicarse con el artista. “Lo que pasa es que yo no tenía teléfono”, comenta. “Entonces le pasé el número de mi vecina de enfrente, y le dije a la señora: ‘Mire que en algún momento la va a llamar Alfredo Zitarrosa’. Y un día, cuando sonó el teléfono y era él, la mujer quedó petrificada. Salió a la puerta, y pegó un grito: ‘Cobelli, lo llama Zitarrosa’. Se enteró todo el barrio”, dice con una carcajada.
Historias de este tipo serán parte de Julio Cobelli, la guitarra del tango, el libro de memorias que se publicará próximamente a través de Planeta y que se basa en diálogos con el productor Daniel Colino. Antes de eso, o sea este martes, Audem, la productora Mija y la Sala Zitarrosa homenajearán al artista con un concierto titulado igual que el libro y que contará con numerosos invitados. La cita será a las 20.00 y participarán figuras como Gabriel Peluffo, Christian Cary, Ana Prada, Guzmán Mendaro, Poly Rodríguez, Samantha Navarro, Fernando “Lobo” Núñez y Leonardo Delgado. Las entradas se venden en Tickantel por 450 pesos.
Julio Cobelli: la guitarra del Tango 🎶
— AGADU (@AGADU_UY) September 19, 2023
🗓️ 26 de setiembre - 20 horas
📍@SalaZitarrosa
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“Para mí es un honor”, dice sobre el reconocimiento a su carrera, en la que lleva grabados cerca de 150 discos como solista o acompañante. “Agradezco este tipo de homenajes, que lo mejor que se puede hacer es que se hagan en vida. Se ha congregado una pila de amigos, aunque no se puede invitar a todos; es una gran cantidad”. Para hacerse una idea, en 2017, cuando celebró sus 50 años de carrera en esa misma sala, tuvo 30 invitados y pidió disculpas a los que quedaron afuera. “Es una selección de invitados, porque fíjese que en 50 años he tocado con tanta gente que no podría invitarlos a todos: tendría que hacer un espectáculo de tres o cuatro días”, le dijo a El País en su momento.
“Va a ser una noche muy linda”, dice sobre el concierto del martes. “Voy a tocar solo en una parte y voy a contar algunas anécdotas”.Entre ellas está la de la vez que conoció a Roberto Grela, uno de los mejores guitarristas de la historia del tango. Era 1982 y Cobelli había viajado a Buenos Aires para acompañar al cantante Alfredo Sadi en, justamente, el disco Alfredo Sadi canta las cuarenta. “En 10 días con Grela aprendí más que en varios años tocando la guitarra”, asegura. “Me acuerdo que una noche fui a cenar a su casa, y en un momento me dijo: ‘Dígame, pibe, ¿cuánto hace que toca la guitarra usted?’ Le respondí: ‘Mire, maestro, yo tengo 30 años y hace más o menos 15 que toco’. Entonces, él, que en ese momento tenía 69 años, me dijo una frase que voy a recordar siempre: ‘Mire, pibe, yo toco desde el año 29 y todavía estoy aprendiendo’. El mensaje era que este camino no se termina nunca”.
Cobelli, que hace décadas se dedica a transmitirle sus conocimientos a músicos de otra generación, asegura que, cuando se trata de la guitarra, “se aprende con los años”. Y en su rol como maestro, lo que busca es mantener viva una tradición musical que va desde el tango al folclore. “En la época en que yo empecé a tocar, no te digo que los músicos eran malos o buenos en el aspecto personal, pero no estaba esa cercanía del: ‘Pibe, vení, mirá y aprendé’. Antes tenías que aprender escuchando la radio y los cantores no te llamaban si no te conocían”, asegura. “Lo importante es escuchar, preguntar, tener respeto y saber que hay que aprender 200 tangos para tocar 20”.
Esa es una de las grandes lecciones del músico que hizo de la guitarra su gran compañera de vida, a pesar de que al principio no estaba interesado en el instrumento. Su padre, Floro, lo llevaba a las clases de guitarra que le daba a domicilio a un chofer de ómnibus, pero Cobelli prefería jugar en la calle. Más adelante, con 14 años, vivió un instante decisivo: una tarde, fue al rancho de su tío en Pando y en un momento su padre le puso una guitarra en las manos. “Me enseñó el La, el Mi y el Si, y con esos tres tonos me hizo tocar un valsecito”, relata. “Estuve ocho horas tocando porque mi padre llamaba a todo el mundo para que me viera. No sabía que me gustaba la guitarra, pero cuando la llevás adentro, en algún momento se manifiesta. Así se hizo este camino”.