ENTREVISTA
"Vivo pensando en hacer una cosa mejor y diferente", comenta Julio Frade. Sobre su trabajo en "Los ocho escalones" y el anuncio de "Gracias, Señor", su autobiografía, dialogó con El País.
Julio Frade está al aire. Se ríe, hace chistes, canta y lanza unos cuantos datos mientras repasa las efemérides del lunes 11 —desde la muerte de Édith Piaf hasta el lanzamiento del Pioneer 1 en 1958— junto a su colega Ivanna Vázquez. El ambiente alegre que sobrevuela el estudio de Radio Oriental se contagia por los parlantes y auriculares de los oyentes y su público se lo hace saber enseguida. Entre los mensajes de aquellos que se quejan del “Proceso Tabárez” o de los protocolos del festival America Rockstars hay unos cuantos que agradecen su compañía en este mediodía tan gris lluvioso. Eso es lo que genera Frade con Permiso, el programa que conduce hace años en la 770 AM.
Y, en resumen, eso es lo que define su relación con el público desde comienzos de los sesenta, cuando inició su carrera con Telecataplúm: lo suyo siempre fue acompañar a la gente con optimismo. “El humor aliviana cualquier drama al que te enfrente la vida; es un salvoconducto para estar en paz”, le comenta a El País apenas unos minutos después del final de Frade con Permiso.
Y si bien quedan rastros del tono divertido que empleó mientras estaba al aire —lanza una carcajada cuando adelanta el nombre de su próximo show con Panchito Nolé: “Acomodame el protocolo”—, el hombre de 77 años prefiere adoptar un tono cálido y reflexivo. “Cada vez que la gente me para en la calle para hacerme un comentario sobre lo que hago, me lleno de satisfacción”, comenta con agradecimiento.
Además de Frade con permiso y de Música, maestro —el programa musical que conduce en Radio Cultura—, desde marzo tiene una nueva instancia para acercarse al público. Se trata de Los ocho escalones, el formato de preguntas y respuestas que transmite Canal 4 y que cuenta con Gustaf como conductor y Valeria Tanco, Sebastián Beltrame y Frade como los expertos a derrotar por los participantes. “Para mí es un placer”, dice sobre el programa que lo convierte en uno de los hombres más longevos de la televisión actual. “Cada programa que grabamos nos divertimos cada vez más. Y cuando uno puede hacer su tarea divirtiéndose, el trabajo se hace muy liviano y placentero”.
—¿Cómo tomó la invitación para regresar a la televisión con Los ocho escalones? ¿Es un nuevo desafío en su carrera?
—Fue una sorpresa. Me llamaron y me preguntaron si estaba dispuesto a someterme a un casting, así que lo hice sin ningún problema y me pusieron como uno de los expertos que se enfrentan a los participantes. Permanentemente hago humor y me pongo como cómplice de Gustaf, que además de hacer humor durante toda la conducción tiene mucho más conocimiento de lo que la gente cree sobre la mayoría de los temas. El programa es un desafío para todos porque nadie sabe lo que se va a preguntar, por eso nos equivocamos. Además, son preguntas sobre cualquier tema.
—Este es un formato que se adapta muy bien a su manera de hacer humor. Las referencias a la cultura vistas desde un lugar cómico siempre estuvieron presentes en su estilo. ¿Eso lo ha acercado al público?
—Sí, es un humor con distinción, como se llamaba antes. Es un nivel que prácticamente es aceptado por todo el mundo y pasa por la cosa culta y educada porque la persona sabe lo que está diciendo. Es como les pasó a Les Luthiers, que comenzaron en Telecataplúm como I Musicisti en una secuencia que hacía Raimundo Soto que se llamaba “Noches cultas”. Allí presentábamos cosas de la música clásica pero en tono de humor, y ellos participaron del programa cuando todavía eran estudiantes de química y tenían una cantidad de temas hechos con elementos que usaban en el laboratorio de química;por eso después se llamaron Les Luthiers.
—¿De dónde surge su interés por abordar cada proyecto desde una mirada humorística?
—Está dentro de mi personalidad incluir humor en todo lo que hago. Prácticamente es algo que viene de la época en que me inicié en Telecataplúm, que fue una escuela donde todos aprendimos a hacer humor en cada cosa que hacemos.
—El optimismo también es parte de su personalidad. ¿De qué manera lo ha ayudado a transitar momentos difíciles?
—Yo soy optimista por naturaleza y voy para adelante siempre, haciendo todo lo que me gusta porque Dios me dio el privilegio de poder vivir de lo que me apasiona. De hecho, estoy escribiendo un libro sobre mi vida que se va a llamar Gracias, Señor. Le agradezco al creador esa condición que me permitió vivir de lo que me apasiona desde que era prácticamente un niño, porque a los 17 años estaba viviendo en Nueva York estudiando música y recibiéndome de bachiller. Si eso no es un privilegio, yo no sé que es. El libro es prácticamente autobiográfico y me lo está escribiendo Ángel Atienza, un periodista especializado en música, que conoce al dedillo todo lo que he hecho. Le relaté mi vida y ahora está escribiendo el libro.
—¿Hubo algún episodio de su vida que lo haya sorprendido mientras repasaba su historia para este libro?
—Vos sabés que hice mucha cosa en su momento sin darme cuenta de lo que representaban. Para mí era una tarea más. Una de ellas es el concierto que le dirigí a Astor Piazzolla en 1982 con 70 músicos. Hoy en día me doy cuenta de que haber dirigido a los 39 años a uno de los autores que forman parte de las programaciones de las orquestas de todo el mundo es increíble. La otra sucedió en 1968, cuando estaba becado por segunda vez en Estados Unidos. Me invitaron a una fiesta y me topé con Ravi Shankar, que no sabía ni quién era. Este hombre, que era el ídolo de The Beatles, sacó su sitar y tocó un par de temas mientras yo lo acompañaba con el piano. Eso se lo contás hoy a alguien parece imposible, y eso que yo no sabía ni quién era (risas). Tocamos todo en Mi menor, y me explicó cómo debía hacerse porque eran temas hindúes que no conocía. Pero fue es casi todo improvisación, así que fue más fácil. Gracias a Dios he tenido muchas historias con grandes personalidades.
—¿Qué lo motiva a enfrentarse a nuevos desafíos?
—El combustible me viene solo porque vivo pensando en hacer una cosa mejor y diferente. Mi vida es esto: la pasión por la música y el espectáculo, y lo que significa estar en contacto con el público.
El origen de su mirada humorística en televisión
“El que me hizo hacer humor fue Eduardo D’Angelo”, dice sobre su compañero de Telecataplúm. “Éramos compañeros hasta cuando íbamos en el avión. A él le interesaba lo que venía de Estados Unidos porque su mente vivía en Hollywood. Me preguntaba constantemente cosas y así le conté lo de la ‘Cámara indiscreta’, que había visto mientras vivía en Estados Unidos, y recogió esa idea. Entonces, él me generó el personaje de Abelardito, que fue el primero que yo hice y que era un niño terrible. Fue un éxito durante los primeros tres años de Telecataplúm”.