ENTREVISTA
El cantante argentino se presentará el 17 y 18 de setiembre en el Teatro de Verano, y antes conversó con El País sobre su explosivo presente
Elián Ángel Valenzuela acaba de llegar a algún lugar de Tucumán y está listo para almorzar. Son poco más de las cuatro de la tarde de un lunes y hasta hace cinco minutos, viajaba en un vehículo donde lo que se escuchaba de fondo, entre gritos y ruido sordo, parecían sus propias canciones. Las que edita como L-Gante y las que lo llevaron a ser la figura más comentada y popular de la música argentina de hoy.
Marcelo Tinelli lo recibe en su pista, donde lo ve casi que por primera vez, lo abraza y le dice que lo quiere, que lo ama, que es el uno. Mariano Iúdica lo sienta en la mesa de Polémica en el bar y le celebra cada una de las frases que toman desprevenida a una fauna variopinta que va de Gladys, La Bomba Tucumana a Chiche Gelblung.
Eduardo Feinmann, después de haberlo juzgado en televisión, lo invita a su mesa de LN+. A semanas de que la vicepresidenta argentina Cristina Fernández lo utilizara de ejemplo -para hablar de la importancia del programa gubernamental Conectar Igualdad- Feinmann lo acoge y le pregunta por la marihuana, por el alcohol, por las “malas juntas”. Se entera, durante la charla, que L-Gante está por ser padre y que a su hija piensa llamarla Jamaica. “¿Hacía falta?”, le dice y hace, con la mano, el gesto de quien se fuma un porro. “¿Qué me estás diciendo, que el nombre de mi hija está mal?”, retruca el cantante, serio. Le da, al periodista, el tiempo justo como para que quede en evidencia, y cuando su interlocutor intenta acomodarse, L-Gante se ríe, dice: “Qué hijo de mil”, le choca el puño y sigue. Su autenticidad descoloca a todo el sistema mediático.
“Hasta ahora no hay nada que me moleste, pero en un punto está medio loco, ¿no?”, dice Elián en charla telefónica con El País, mientras espera su almuerzo. “Porque antes no me importaba mucho. Pero que la gente sepa información personal, como dónde es mi casa, es algo con lo que antes no pasaba nada. Pero ahora estamos 24/7 al ritmo en mi casa, mal. Cuando me levanto de buen humor, con energía de hacer todo, inspirado, salgo y tengo a la gente haciéndome el aguante, gritando mi nombre, joya. El problema es cuando te levantás de mal humor”.
—¿Y ahí qué hacés? ¿Das la cara como si nada?
—Olvidate. Yo nunca voy a decir que no.
Era la segunda vez que L-Gante llegaba a Tucumán y la explosión creció y es evidente. Sus redes sociales dan cuenta del furor que genera a cada lado al que va: cuando volvió a su barrio, General Rodríguez, después de una gira que lo llevó por España, Colombia y México y que puso su cara en el Times Square de Nueva York, lo esperó una caravana digna de una selección de fútbol que vuelve a casa tras ganar un campeonato internacional.
Ese fenómeno también tiene su réplica en Uruguay: las entradas para el show que dará en el Teatro de Verano el 18 de setiembre se agotaron en horas, y se agregó otra fecha, el 17, para la que quedan los últimos lugares en Redtickets. Abrirá el trapero uruguayo Zanto.
Cumbiero con presente explosivo
La primera canción de su canal de YouTube es “A escondidas”. De marzo de 2017, es una suerte de reggaetón lento que nada tiene que ver con “Vengo del barrio”, el tema que lanzó en enero de 2020 y que empezó a dibujar el verdadero camino de L-Gante. De ahí en más, en sus canciones y videos apareció todo el imaginario ligado a ciertas tendencias del hip hop, el rap, el trap y el reggaetón; mujeres, armas, autos. Pero a lo largo de ese año, algo cambió. Elián, de la mano de su productor DT Bilardo —el hermano de Perro Primo, el artista que le abrió el mundo de la Cumbia 420 que hoy representa—, definió un sonido propio y una forma de colocar la voz, monocorde y adictiva, y la pegó.
“Me presento, el L-Gante, activo pa’ toda la gente. Encaramos to’ pa’ adelante y bien alto siempre la frente”, canta en “Malianteo 420”, su primer gran hit. De ahí en más, todo fue un camino en ascenso con dos puntos particularmente altos en lo musical. Uno, la sesión que grabó con Bizarrap (“Villarap”) y que es la segunda más escuchada del famoso productor argentino: tiene cinco meses y casi 200 millones de reproducciones en YouTube, y otro tanto en Spotify.
El otro, sus colaboraciones con Pablo Lescano, el líder de Damas Gratis, en temas como “Perrito malvado”, “Pistola Remix” y ahora, “C Piko la Clandestina”. Puros éxitos para calentar la pista de baile.
La fiebre generada alrededor de su Cumbia 420 RKT es similar a la que 20 años atrás o más, causó la cumbia villera. La fiebre alrededor de L-Gante, en concreto, tiene un valor agregado: es la voz de un barrio, el que vendía sandwiches de milanesa y hoy prepara su show en el Movistar Arena argentino, el que espera su primera hija con su primera novia y el que usa su momento de fama para hacer obra social. El que no para de reivindicar la figura de su madre, que lo crió sola y lo acompaña a cada nota. El que, con 21 años, sueña con colaborar con el Indio Solari y Tego Calderón, pero también con volver a caminar tranquilo por la calle y, como dijo en Polémica, con un mundo “sin diferencias”.
—¿Sentís que tu vocación es la música o es más bien esto de ser la voz de un montón de personas?
—Eso es lo que pienso yo. No tanto en la música, sino en el hacerte sentir identificado. Y con lo mejor que lo pude transmitir fue con la música.
—Has dicho que al principio creías que tenias que montar un personaje para lograr el éxito en la música, pero al final te mostraste como sos y fue cuando funcionó. ¿Cuándo te diste cuenta de que todos tus intentos habían valido la pena?
—Cuando vi que tenía fans. Uno no se da cuenta, pero quizás esa persona te está haciendo el aguante desde el principio, y en un momento decís: Estos son los verdaderos. Y hasta ahora sigo rodeado de ellos. Ahí me di cuenta que tenía gente escuchándome o que quizás les interesaba el mensaje que yo transmitía. Hay muchos que confunden y piensan que estás queriendo hacer apología, con solo una oración o un cuento que vos vivís. Pasa que la gente está acostumbrada a que le oculten la realidad, entonces cuando uno que ya la vivió, te la canta normalmente... A mí no me causa nada escuchar “porro”, “pistola” o escuchar un tiro, ¿me entendés? Y hay gente que escucha una palabra de esas y: “Ay, no”. Entonces yo voy contra eso, soy una de las personas que va al frente como tiene que ser. Total, sabemos la realidad y las cosas que hacen bien y hacen mal. ¡Hitler escuchaba Beethoven! Qué querés que te diga. Yo hasta ahora no maté a nadie.
—¿Y ahora cómo proyectás el camino? ¿Cómo te trazás los objetivos hoy?
—Yo hoy pienso que este es el comienzo. Hay que acomodarse al nuevo estilo de vida porque es una cosa que ahora me junto con mi hermano, y no puedo ni salir a comprar acá a la vuelta porque no llego, no avanzo. Y me encantaría caminar libremente con toda la gente, pero nos volvemos todos locos, ocupamos toda la calle, se arma el descontrol al toque. Ahora estamos con mucho movimiento, pero música quiero seguir haciendo, además de soñar con las colaboraciones con grandes artistas, llenar lugares de esos que viste por televisión. Esos son los objetivos, cosas locas que ojalá un día se cumplan. Y qué sé yo. Disfrutar, disfrutar y recorrer.
—Hace poco la cantante Sara Hebe decía que vos eras el político que le gustaba en la actualidad. ¿Sos consciente del elemento político que hay en tu propuesta?
—Mirá, yo a veces pienso, riéndome: Ah, L-Gante, ¡tenés que ser intendente! (Se ríe) No, yo siempre hice movimiento en el barrio, porque en un momento había renunciado al trabajo, tenía mucho tiempo libre, y con mis amigos —algunos estaban medio al pedo— nos poníamos a hacer ollas, para que la gente venga a buscar comida, una parillita. Para el barrio, ¿viste? Estábamos haciendo algo y lo seguimos manteniendo hasta ahora, ya van como dos años de eso, y cada vez somos más. Y la política hoy en día es moviendo gente. Yo no soy político, pero la gente me sigue bastante. Es cuestión de escuchar a la gente del barrio, saber cuáles son las complicaciones y todo eso. Nada más. Pero sí me gustaría que un
político la sepa como yo.