BALANCE 2022

La consagración mundial de Jorge Drexler, el músico que eligió bailar para ganarle al miedo

En 2022, el cantautor uruguayo lanzó "Tinta y tiempo", ganó múltiples premios y recibió el respaldo de la crítica. El perfil de un cambio.

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Jorge Drexler
Jorge Drexler en el período de "Tinta y tiempo", 2022.
Foto: Antón Goiri.

Por Belén Fourment

La secuencia es confusa y ocurre, al parecer, en el interior de un ómnibus. Hay una muchedumbre pequeña, una luz densa y azul, un reggaetón que se satura y revienta en la potencia de un teléfono celular, una danza. Debe ser un error, la intimidad que se desnuda cuando el círculo blanco de la pantalla se pulsa por accidente, el registro para la comunidad selecta de “mejores amigos” o 30 segundos de acción grabada para el inventario privado. Sin embargo, el aviso es público: “Jorge Drexler ha iniciado un vivo”. Es la madrugada del 18 de noviembre de 2022 y cualquiera de los 580 mil seguidores de Instagram que esté despierto puede ver lo que veo.

En esa masa que se mueve torpe, entre esas manchas negras y tornasoladas que se bambolean en los pocos minutos que dura la transmisión, allá atrás de las primeras filas, Jorge Drexler baila. Acaba de cosechar siete Grammy Latinos en Las Vegas, y mientras su nombre se esparce por los medios del mundo y se vuelve presa de las riñas de redes sociales, él baila. Baila y ríe.

¿Qué otra cosa queda por hacer después de haberle ganado por goleada al miedo?

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El 1 de agosto de 2020, el diario El País español titula que Madrid es la gran ciudad europea con mayor exceso de mortalidad por covid: solo en la semana del 27 de marzo han muerto cuatro veces más personas de lo habitual.

Entre marzo y agosto de 2020, Drexler frena su gira Silente y deja en suspenso los conciertos en Costa Rica, Estados Unidos, Puerto Rico. Escribe “Codo con codo”, una canción sobre los abrazos que ya volverán, y ahí dice que la paranoia y el miedo no son ni serán el modo. Filma, desde la ventana alta de su casa en el barrio de Chueca, el aplauso que todos sus vecinos sueltan al aire para el personal sanitario. Habla a la cámara para mandar un mensaje a su tierra natal, la uruguaya, y pedirle a la gente que no repita los errores de italianos y españoles, que no salga. Tiene coronavirus y pasa dos semanas sin poder tocar la guitarra. Llora la muerte de Pau Donés. Hace uno de los mejores conciertos virtuales de todo el período pandémico y lo ven, en vivo, 60 mil espectadores. Entre julio y setiembre sube un único posteo a Instagram. Ya casi no hay más nada que comunicar.

En su casa de barrio cosmopolita en pleno Madrid, cerca de sus hijos, de su pareja Leonor Watling, Drexler se hace preguntas. Muchas preguntas que son, una y otra vez, una sola: ¿va a poder volver a escribir una canción?

Siente, a veces, que olvidó cómo se hacía aquello a lo que le dedicó toda una vida.

Hace algunas semanas que grabó eso de que el miedo no es ni será el modo y sin embargo, no hay salida. Anda a tientas en una oscuridad blanca y enceguecedora. Lo único que hay es tiempo. Tinta y tiempo.

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Los cinco Grammy Latinos que Tinta y tiempo —el disco que lanzó el 22 de abril de este año, el primero de su contrato con Sony Music y el decimocuarto de su historia— consiguió el 17 de noviembre en Las Vegas (hubo dos premios más, a dos singles), aportaron a la visibilidad de un disco que se sostiene por su propio peso, y que cierra 2022 en las listas de lo mejor del año para la revista Rolling Stone, el sitio All Music y así.

De los cinco gramófonos, dos —los de canción y grabación del año— fueron para “Tocarte”, la más sensual de sus más de 100 composiciones. La firma con su hijo Pablo, con C. Tangana y con Víctor Martínez, y aunque la define como una cruza de candombe y funky carioca, es lo más cerca que ha estado, alguna vez, de la órbita urbana. “Tocarte” suena exactamente a gota de sudor recorriendo una espalda en tarde de verano. Nunca la música de Drexler había sonado así.

Antes, la música de Drexler era más un deseo lento, la suavidad del Río de la Plata, un campo amarillento mecido al viento del amanecer. Antes era una confesión en verso en “Don de fluir”, la confesión del médico desertor y montevideano que hizo su primer disco con 28 años, emigró en el albor de los 31 y ganó un Oscar a los 40: “Los músicos no bailamos, ya habrás oído decir”.

Ahora, Drexler baila. Baila y ríe, ¿porque de qué otra manera se le puede ganar al miedo?

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Fue hace ocho años. Vestido de traje, en una fábrica medio vacía, en un cuadro de grises y azules de cine uruguayo de influencia europea, de cuento de Benedetti, Drexler se le animó a la coreografía de “Universos paralelos”, uno de los cortes de su disco Bailar en la cueva (2014) que, como no había hecho hasta entonces, incorporaba el movimiento abierto, expansivo, primal. Entonces le dijo al diario El Mundo que ese trabajo estaba hecho desde los pies, pero también desde la memoria: de la opresión de la dictadura en la que se crió y que hizo que nadie más bailara, porque había cosas más importantes por las que luchar. “Tendríamos que haberlo hecho, mostrar resistencia, que se diesen cuenta que no iban a poder entrar en nuestro cuerpo”.

En noviembre de 2022, tras ganar sus siete Grammy Latinos y llevar una vez más a Uruguay a la cima de la música iberoamericana, Drexler le reveló a El País de Madrid que el último disco de Bad Bunny era el mejor que había escuchado en mucho tiempo.

Aquella noche en Las Vegas, tras abrazarse con Rosalía y mover la cadera al ritmo de “Tití me preguntó”, Drexler, camisa azul sedosa, chupines negros, los hombros juguetones, se subió a una mesa y cantó que cada uno da lo que recibe, y luego recibe lo que da, y que nada es más simple, no hay otra norma, nada se pierde, todo se transforma. Y no hubo lugar para el miedo.

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Drexler habla de "Tinta y tiempo"

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