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La cooperativa de 13 mujeres que nació en pandemia y hoy quiere revolucionar la música tropical del Uruguay

Formada hace dos años, la orquesta femenina Kumbiaracha renueva el escenario de la música local. Regresa mañana a la Sala del Museo con su "Fiesta K" y, antes de la fecha, dos de sus integrantes charlaron con El País.

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La orquesta femenina Kumbiaracha.
La orquesta femenina Kumbiaracha.
Foto: Difusión

Arriba del escenario 13 mujeres cantan, tocan, bailan, saltan y, se nota, disfrutan. No es una banda más, ni una cumbia más, ni un baile más, es la “rebelión de la bailanta”, dice la canción. Hay en el aire un clima de fiesta, de liberación del cuerpo y, por ende, una sensación de que nada malo puede pasar. Así han sido sus shows en la Sala Zitarrosa, en el Teatro de Verano y frente al Palacio Legislativo en la última Marcha de la Diversidad. No es el lugar, son ellas, como grupo, como Kumbiaracha, las que lo generan.

Son una joven orquesta de mujeres y quieren mover los cimientos, del cuerpo y, por qué no, de las estructuras sociales. Lo están haciendo desde la potencia de lo que son: una mezcla de estilos, de ideas, de talentos y de cuerpos. Y también desde lo que proponen: el goce como revolución.

Todo esto, esta potencia, la volverán a trasladar al escenario mañana a las 22.00 en la Sala del Museo. Es la tercera edición de la Fiesta K, la fiesta de las Kumbiarachas, y quedan entradas por Redtickets a 690 pesos.

El grupo nace en plena pandemia, tras varias reuniones vía Zoom que al principio unían a siete músicas con ganas de formar una orquesta solo de mujeres. Con el tiempo, se fueron sumando otras y formaron también una cooperativa. Ahí existen varias comisiones, las decisiones son debatidas, la creación es compartida y todo pasa por el colectivo. Es también por este trabajo de ida y vuelta constante, de reuniones largas y muchos ensayos, que el espacio que vienen conquistando se siente, coinciden Laura Ganz y Julieta Taramasso, percusionista y bajista de la banda, “soñado”.

“Que lo estemos logrando con lo difícil y complejo que es, sí, realmente es como un sueño”. Lo difícil y lo complejo, cuentan viene de varias partes. “Es muy lindo y suena hermoso ser una cooperativa, pero realmente requiere de mucho tiempo y energía puesta porque las decisiones se toman más horizontales y eso implica charlar todo. Es más tedioso quizás, pero al final nos representa más, salen cosas más ricas porque si todas opinamos y aportamos, el resultado es más plural y diverso”, afirma Ganz.

“Es muy difícil en Uruguay vivir de la música y más una orquesta tan grande. ¿Dónde tocás? Ya de por sí hay escenarios que no podemos tocar porque somos un montón”, complementa Taramasso.

Por otro lado, los obstáculos que saltean para llevar su proyecto adelante, vienen también de un ambiente todavía masculinizado, en el que se generan situaciones frecuentes de machismo.

“La música tropical tiene una cierta connotación y no es fácil ser 13 mujeres haciendo sus propios temas y plantarnos a las 3 de la mañana con gente en el público que a veces ya tomó alcohol y que lo que quiere es escuchar un hit y bailar”, dice Taramasso. “Entonces también por eso nosotras decimos que estamos haciendo ‘la rebelión de la bailanta’ y tiene esa parte dolorosa de que sí, vas a sentir resistencia. Hay gente, casi siempre hombres, que se te quedan de brazos cruzados con una postura de ‘a ver quién sos, qué estás haciendo’", prosigue.

“Tenemos varias historias en ese sentido. Una vez empezamos a ensayar en un local donde nos decían hasta cómo teníamos que afinar los instrumentos. Muchas veces nos enfrentamos con situaciones así de incómodas, con técnicos de escenarios, que les pedís cosas y te responden de una manera como que subestimándote”, cuenta a su vez la percusionista.

Ganz es economista, y si alguien le hubiera dicho hace unos años atrás que viviría de la música, quizás se hubiera reído. “Durante muchos años vi en la música apenas un hobby. Con el tiempo los papeles se fueron invirtiendo”, cuenta. Así, aquello que hacía como un pasatiempo tomó otra proporción en su vida. Empezó en la Murga Joven, pasó por diversas bandas hasta llegar a Kumbiaracha y hoy, junto a Taramasso, también integra la banda de Luana Persíncula. “Trabajo unas pocas horas como docente y eso me permite convivir con todas estas jornadas de ensayos, toques, estudiar también porque hay que estudiar el instrumento”.

Ya Taramasso tuvo su camino en la música más dibujado desde chica. Es nieta de un bajista (Popo Romano) y de una cantante y a los ocho ya tocaba en una banda. Hoy, además de Kumbiaracha, tiene su proyecto solista e integra la banda de artistas locales como Ana Praday Mocchi. “Se fue dando naturalmente y es lo único que sé y quiero hacer”, dice.

Ambas sienten que Kumbiaracha — también integrada por Jhoanna Duarte, Mariana Escobar, Maira Sepúlveda, Florencia Núñez, Stephanie Martínez, Silvina Moreira, Fernanda Bértola, Julia Melo, Belén Algorta, Gleisis Estrada y Mariacarla Pérez— es el lugar donde pueden soñar como colectivo, crear canciones y espacios de baile y disfrute que generen un cambio en el escenario de la música tropical y de los bailes locales.

“El ambiente de la noche es donde más se dan situaciones misóginas y ciertos abusos”, dice Ganz. “Es algo que cuando nos ponemos a hablar nos damos cuenta de que siempre naturalizamos aquella letra que habla explícitamente de una violencia, de pasar una línea en la que hoy sabemos que no va. En los bailes el acostumbrarte que te toqueteen, es parte de un montón de cosas que cuando las hablamos y empezamos a visualizar, las queremos cambiar y creo que en ese sentido somos parte de poner sobre la mesa todas estas cosas”.

Es también para mantener un ambiente cuidado y seguro, que crearon el “Punto K” en sus toques, un espacio al que se puede acudir en caso de violencia o acoso. “Allí hay dos chicas, capacitadas en términos de violencia de género, a las que pueden acudir las personas que se sientan vulneradas o incómodas por alguna situación”, cuenta Ganz.

Kumbiaracha.
Kumbiaracha.
Foto: Difusión

Por estos días cumplen dos años de banda y se sienten a gusto con lo que vienen sembrando e incluso cosechando, a pesar de tan corto tiempo. Este año fueron nominadas a los Premios Graffiti en las categorías “Mejor videoclip en vivo” y “Mejor canción de música tropical”, ambos por “Enganchados Gilda”, una producción independiente del grupo.

En lo de Kumbiaracha hay talento y disfrute, pero hay también un mensaje. Han tocado en plazas de los barrios de Montevideo y festivales al aire libre y una cosa siempre les llama la atención. “Es tremendo como nos miran las niñas. Es como decir ‘Estamos acá. Y sí, se puede. Si querés cantar, tocar un instrumento, hay que meter, pero se puede”, dice Taramasso. “Es transformador. Más allá del disfrute de tocar y bailar, dejar algo en alguien es muy potente”, completa Ganz.

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