"Mejor que ayer", la canción que da nombre al nuevo disco de Diego Torres y que lo puso a sonar una vez más en todas las radios pop de la región, es una oda a los reinicios. “Me caí, y de tanto caerme aprendí / Que en la vida es normal tropezar / Que no siempre se puede ganar”, dice sobre unas palmas que marcan el ritmo y acompañan el comienzo de una melodía que suena a playa caribeña.
¿Pero cuántas veces Diego Torres ha tenido que reiniciarse?
La respuesta viene después de una carcajada y con un ejemplo que nada tiene que ver con la música. Hace algún tiempo, Diego Torres se compró un Mercedes 280 SL de 1970, el tipo de auto que uno contempla como si acabara de cruzarse a alguien como Paul Newman, como Grace Kelly. Clásico y plateado, elegante de una manera rotunda, lo deseaba desde niño. Era “el autito” de sus sueños, dice.
Lo consiguió de adulto, lo restauró, lo puso al servicio del videoclip que hizo con David Lebón cuando este lo invitó a cantar “Seminare”, y un día descubrió que, en verdad, el coche era bordó. Un par de conversaciones después, decidió volver a la pintura original. Eso, dice Diego Torres, es el reinicio: una cosa que está ahí, a la orden del día, lista para aparecer en mil formas.
“Con el auto va a empezar una nueva era ahora que está de otro color, y van a pasar otras cosas. Y así pasa con la música, y también pasa con la vida”, dice.
Torres también está convencido de que él mismo vive una nueva era. Tiene a su hija Nina, a sus sobrinos, a sus amigos; tiene “una buena novia” (“eso ponémelo”, dice entre risas) y tiene la música que es, entre otras cosas, su pasaje de vuelta a Uruguay.
El 6 de diciembre, Diego Torres se presentará por primera vez en el Antel Arena, con la gira Mejor que ayer Tour que recoge sus nuevos éxitos y los clásicos que lo han convertido en un referente del pop, o de una suerte de world music made in Argentina. Hay entradas en Tickantel y, por eso, esta charla con El País.
—¿Qué significa para vos, en este momento de tu camino, un disco como Mejor que ayer?
—Todos los discos significan esos retazos, esos momentos de tu vida que te agarraron escribiendo esas canciones, y Mejor que ayer no se escapa. Me agarró en un momento intenso, complicado a nivel personal, de separación y cosas que te movilizan y tenés que acomodar en ese barco que a veces pierde el rumbo. Por eso “Mejor que ayer” también es una canción que refleja eso. Es muy sincera, muy honesta, del tipo que cae, que se tropieza, que en el amor sufre, también goza pero sufre, y que a veces atenta contra su propia felicidad, pero que, como dice el coro, rendirse no está en los planes. Desde el día que nació, esa canción me provocó algo especial, y fue hermoso que después a la gente le pasara lo mismo. Sobre todo en un mundo que es muy exitista, muy inmediato.
—¿La gente necesitaba darse ese mensaje a sí misma?
—Y sí, porque de verdad es una presión que le metemos, sobre todo a las generaciones que vienen abajo, que está bueno poder aflojar un poquito y decirles: chicos, las cosas no se dan en 10 segundos ni en un año. Perseverá, tranquilo; te vas a caer, te van a pasar un montón de cosas, ¿viste? Por eso aumentan los ataques de pánico, las fobia en las generaciones jóvenes, la tecnología que la tenemos metida ahí en la mano y que nos mete una ansiedad... Hay que convivir con este nuevo mundo.
—El video de “Mejor que ayer” también ha conectado con mucha gente. Pensando en el personaje que interpretás, de un ejecutivo hastiado, ¿has tenido momentos profesionales en los que te has sentido así, como en piloto automático?
—Sí, o como decís, cansado, asqueado, ¿entendés? El personaje está cansado de su rutina, estancado, como adormecido, y ¡pum!, aparece la canción y despierta. Y a todos nos ha pasado eso de alguna manera, pero bueno, yo trato de poner atención y despertarme, tomar las señales. Trato de ser inquieto, y eso también lo llevo a mi música. Intento trabajar con gente nueva y probar cosas y no quedarme en un lugar. Es algo que necesita mi espíritu: renovarse. Te vas renovando con tus sobrinos con los que intercambiás cosas, me renuevo con mi hija que me aporta música nueva…
—En este disco está presente parte de tu mundo afectivo: grabaste “Las leyes de la vida” con tus sobrinos Ángela y Benja Torres, grabaste “Kapun” con tu amigo Carlos Vives...
—En este disco pude cumplir ese sueño de cantar con mis sobrinos que están crecidos y ya son grandes y están superenfocados. Compartimos la pasión por la música, y escribir juntos una canción que habla de la familia, de valorar las cosas a tiempo porque si no después ya puede ser tarde, realmente fue hermoso. Fue una catarsis también, para nosotros como familia, para adentro. Fueron muchas emociones, que tuve que depurar para después terminar cantando arriba del escenario sin llorar (se ríe). Pero fue hermoso.
—Hablamos de que las canciones pueden hacer sentir bien al resto y hacer sentir bien a uno mismo. ¿Te sentís, a esta altura, como un artista que tiene la misión de llevar alegría?
—No, sinceramente no. Esto fue un regalo que a mí me devolvió la vida. Hay algo que me dijo un colega tuyo en un podcast hace poco en México; tuvimos una charla muy linda y me dijo: “yo te veo a vos como un mensajero”. Y es eso, yo simplemente soy un mensajero. En el buen sentido, no es que vengo a darte un mensaje. Yo creo que uno se inspira, busca inspiración, las canciones me empiezan hablando a mí porque yo me caigo, yo me levanto, me pasa, me enamoro, me desenamoro, me pasan un montón de cosas y me doy cuenta de que a la gente le pasa lo mismo. Nunca pensé que tengo que darle optimismo a la gente. Eso vino de regalo.
—¿Cuál es el mensaje que te gustaría haberle dejado al resto al final de este camino?
—Como dice la canción, yo vine aquí para cantar hasta morir. Yo vine acá para dejar una huella, para decirte algo, para hacerte pensar, para despertar tu conciencia, tu corazón. Y si eso te hace ser un poquito mejor ser humano, entonces mi misión está cumplida.
La vuelta de Diego Torres a Uruguay y sus viejos recuerdos
“Volver a Uruguay es un lindo desafío”, dice Diego Torres rumbo a un nuevo show en Montevideo, una ciudad que ha visitado tanto que ya ni recuerda cuándo fue la primera vez. “Después de este teatro tan lindo en el que estuvimos la última vez, el Sodre, ahora tenemos el desafío de hacer un arena, y con un público querido que me conoce desde mis comienzos, que ha visto todo de mí, así que estoy muy feliz. Va ser una noche de muchas canciones y emociones”, anticipa. La cita será el viernes 6 de diciembre en el Antel y las entradas se consiguen en Tickantel desde $ 1.800.
Cuando mira para atrás, evoca un concierto que dio en la antigua estación de AFE, y también recuerda cuando vino con el elenco de La banda del Golden Rocket, hace más de 30 años, a filmar algunas escenas. “Jugamos un picado de fútbol donde hoy está el Enjoy”, evoca. “Tu país me encanta y siempre voy disfruto”.
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