ENTREVISTA

Lali con El País: el disco valiente que terminó en Uruguay, los 30 y su búsqueda de la evolución

Tras estrenar "Lali", su quinto disco y el más personal, Lali Espósito charló con El País de su presente y futuro y la polémica del festival Acá Estamos.

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Por Belén Fourment
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Es todo brillo: el resplandor dorado, la estridencia de los tonos fluorescentes, el rojo fuego. Es todo destellos de cuero, látex y charol; es todo sexo, entrega, sensualidad. Es todo baile y goce y libertad porque así se le hace una vía de escape a medida de la generación de la depresión. Si el mundo real millennial es de ansiolíticos, pánico y frustración, un mundo de fantasía tiene que ser de conquista, de firmeza y embelesamiento, de éxtasis. De todo eso que Lali une, amasa y sirve como el clímax de su propia metamorfosis de monarquía pop.

El 13 de abril de 2023, la cantante, actriz y bailarina argentina Mariana Espósito lanzó Lali, un quinto disco de estudio que es como el final de la búsqueda del tesoro. Si lo que había construido desde su debut A bailar (2014) hasta acá era un camino perseverante, a veces errático pero siempre decidido, de excavación interna y de insistencia, Lali es el cofre con todo lo que hay adentro: un disco como una identidad que abraza las referencias, reconoce a los pilares y, sobre ellos, se erige en su singularidad.

Es que algo pasa, va a decir Lali Espósito en charla con El País, cuando se llega a los 30. Algo que hace que todo lo aprendido se reconfigure, que todo lo crecido se transforme, que todas las necesidades sean una sola necesidad.

“Siento que este disco es resultado de una búsqueda hasta tierna de mi propia evolución”, va a decirle a El País, en videollamada, un miércoles de abril. “Miro hacia atrás y me veo queriendo aprender de mí misma, de las cosas más bajón, de las cosas piola. Siento que lo que tiene este disco es una necesidad muy imperiosa de ser franca: con la música que hago, con lo que digo en las canciones y por ende con quien soy hoy. Y esa franqueza me ha hecho muy bien”.

En nombre de esa imperiosa necesidad, Lali impregnó su música de una sexualidad abierta y madura. La suya es una erótica expansiva: hay caricias y besos sobre el escenario, mujeres y hombres como remitentes de sus canciones más ardientes, y una provocación agresiva, que no precisa de fingir inocencia para alcanzar la seducción. La profundidad está en el camino: el resultado final es liviano y libre.

“No me era cómodo repetir patrones generales”, dice al respecto. “Hoy escribo más francamente y puedo decir cosas que no todo el mundo pone en canciones, y eso, del disco, me parece valiente”.

Lo uruguayo del disco, "Acá Estamos" y el futuro

Desde su portada a sus versos, Lali está repleto de homenajes a la música de los años 2000. Hay referencias estéticas y sonoras a Luis Miguel, Britney Spears, Avril Lavigne y hasta íconos de la cultura pop argentina como el caso de Moria Casán, cuya voz es sampleada en el tema “Quiénes son?”, la vedette del disco, una oda sarcástica contra el “hatismo” virtual. Son todas reminiscencias de otro tiempo para nutrir al sonido “supermoderno, ultra el hoy” que le da cuerpo al disco que firma con los productores Martín D’Agosto y Mauro De Tomasso, con los que atiende como “el triunvirato del pop”.

Con ellos, en diciembre, Lali viajó a Punta del Este para instalarse en una casa a redondear ideas. Necesitaban bajar la cortina de un álbum que estaba prácticamente terminado pero fue aquí, de este lado del Río de la Plata, donde pulieron la frontal “K.O.” (que tiene aportes del músico Ca7riel) y donde gestaron, desarrollaron y grabaron “Sola”.

“Encontramos la pieza que cerraba el álbum”, dice Lali, aunque “Sola” es más que eso: es un electropop de acabados suaves y opacos, con un outro que funciona como puerta abierta. Es una rendija para espiar su sonido del futuro.

En marzo, a tres meses de haber encontrado ese final en Uruguay y a dos semanas de haberse convertido en la primera mujer en agotar entradas en el Estadio Vélez de Buenos Aires, Lali llegó a Montevideo para cerrar el festival Acá Estamos en medio de una discusión política, disparada por el cachet que la Intendencia de Montevideo pagó por su show (256.478 dólares, que habrían sido 185 mil por exoneración de impuestos, según informó Montevideo Portal).

Lali, en sus 30, en su verdad, se mantiene ajena a cualquier polémica. Dice: “Me parece superbien que la gente con fundamentos se queje, de hecho estoy a favor; lo que no está tan bueno es bardear al artista, porque al final te ponen en ese lugar de diablo y de que una calle está rota por tu culpa, y eso es una boludez enorme porque yo no soy política. Yo canto, y de eso vivo”. Dice: “Al final no me enoja tanto, lo entiendo, hay gente que tiene mucho por lo que quejarse y está bien que lo haga”. Dice también: “Está bueno aclarar que esos números no son tan así, pero tampoco es un detalle que me interese dar”.

Al final, Lali sabe que es “una privilegiada nivel muerte”. Que se ha dedicado a construir una fantasía pero que cuando baja del escenario, se saca el brillo y se queda ella sola, Mariana, con los ojos cerrados y sueña, cualquier sueño posible se le parece mucho a esta realidad casi tangible. En un período de dos meses agotó dos veces el Luna Park, dos veces el Movistar Arena y una —con peso de histórica— el Vélez Sarsfield. Su disco fue el sexto debut más escuchado en su semana en la plataforma global Spotify. Entre junio y agosto girará por Europa: Suiza, España, Italia, Polonia y otras fechas por anunciar. De aquel diciembre puntaesteño se llevó más canciones que, sabe, no aguantará demasiado tiempo sin trabajar y lanzar.

No fue nominada a mejor canción pop para los próximos Premios Gardel y no supera los 15 millones de reproducciones mensuales que sí marcan otras de sus colegas argentinas, una diferencia capaz de desatar ataques hostiles en las batallas que fanáticos libran en Twitter. ¿Y qué?

En el vértigo del siglo XXI el éxito parece medirse en la extensión de los números y la velocidad con la que pasa todo, pero al final del día, el éxito en la generación deprimida es otra cosa. Es la victoria personal, la minigloria que refulge aún bajo las luces apagadas.

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Lali en el festival Acá Estamos de la Intendencia de Montevideo.
Foto: Leonardo Mainé / El País

“Nada tiene que ver con endiosarse uno mismo en una situación espectacular que te está pasando, sino en tomar decisiones a futuro artísticas. Porque en definitiva es eso: qué más puedo entregar, cómo me puedo renovar, cómo sorprender”, dice Lali ahora que sacó disco, pasó raya y empieza a pensar en cómo ir por más.

“A mí me calienta la idea de pensar, no sé, cómo preparo la presentación de este disco. Pero lo que está bueno y que yo no hacía antes es, así como pienso todo lo artístico, pensar: ¿y yo qué quiero?”, dice.

Entonces Lali, que empezó a trabajar cuando casi tenía la edad de su sobrino, de 11 años y al que hoy ve “tan niñito”; que ha hecho televisión y cine y series y ha llenado teatros y grabado discos y cantado en Israel y hasta en la final de un Mundial, dice que no es el éxito lo que te hace más responsable, sino la vida. Y que ante semejante buen momento, parada en ese lugar donde la fantasía y la realidad son construcciones que se parecen tanto, tiene una única responsabilidad y es con ella misma. Lali, el disco, es eso: una deuda saldada, y un final. Ahora habrá que construir un mundo nuevo.

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Lali Espósito para su disco "Lali", 2023.
Foto: Guido Adler

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