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En su mejor momento, la cantante y actriz argentina se presentará el 13 de agosto en el Antel Arena con su "Disciplina Tour". Antes charló con El País.
En su vuelta a los escenarios después de tres años de ausencia, en junio, Lali Espósito tomó un par de Luna Park agotados en minutos, y los convirtió en experiencia eufórica. Cantó y bailó con precisión de riguroso entrenamiento, se rodeó de invitados, subió al escenario a sus amigos íntimos y sirvió “chupitos” en su propia barra de bar. Estuvo en el aire (literal), repartió besos y, al final, lloró. Es lo que pasa ante tanta intensidad.
El espectáculo, la fiesta, esta reversión de una “rave” de multitudes, lleva el título de Disciplina Tour y la impronta de “Disciplina”, la canción que abrió su nueva era musical y que es hit indiscutido de la temporada. Es la coronación que la reina honesta del pop argentino precisaba para terminar de convertirse en ícono millennial: la “lalimanía” vive su era de oro, y Lali tiene todo el control.
Cantante, actriz, comunicadora, Mariana Espósito (30) llegó a un casting de Cris Morena por error y desde entonces hizo Chiquititas y el fenómeno internacional Casi Ángeles; se lanzó como solista y cosechó éxitos pop a pura perseverancia; protagonizó Esperanza mía y conquistó el prime time televisivo. Hizo cine, filmó en Madrid una serie de Netflix, y se confirmó como una de las mejores coaches posibles para el formato La Voz.
Este año, condujo los Premios Platino al cine iberoamericano (ella, que no es conductora), grabó la nueva temporada de Sky Rojo y la serie El fin del amor para Amazon, volvió a La Voz —donde reclutó a dos participantes uruguayas más una argentina radicada acá—, fue tapa de la revista Rolling Stone, lanzó cuatro temas que arrasan en plataformas, y estrenó esta gira arrolladora que ahora traerá a Montevideo.
“En lo personal y profesional”, confiesa a El País, “siempre encontré refugio en Uruguay”, la tierra donde se presentará el sábado 13 de agosto. Estará en el Antel Arena con entradas a punto de agotarse; quedan las últimas a la venta en Tickantel.
“El vivo, para mí, es la única verdad de la música”, dice en la previa. “Ser cantante es cantar en vivo, ser artista es estar ahí con la gente, verles las caras, saber quiénes son, cómo vibran eso que vos decís y hacés. Es muy lindo el teléfono, los charts, todo, pero la verdad es esa: el concierto, poder vivirlo. Y más un show como este, que te invita a la entrega total. (...) Nos divertimos mucho y es un show que propone eso, la libertad de acción, de risa, de disfrute y de amor, que tiene que ver con el concepto de ‘Disciplina’, de este lugar donde uno puede ser y hacer lo que quiera”.
—Venías explorando cada vez más la sensualidad en la música; en discos como Brava o Libra ese componente está. Pero en esta etapa hay algo que cambió y la sexualidad, el cuerpo, entran a ser un componente artístico desde la génesis. ¿Cómo fue ese proceso, ese camino?
—No está pensado desde un lugar banal. Yo no me estoy sexualizando, yo estoy siendo franca con cómo muestro mi sexo. No estoy mostrando el culo, que no me parece mal y si lo querés hacer, aguante todo. Pero en mi propuesta es una cuestión más energética que de exponer simplemente. No hay cuerpos por mostrar, porque eso provoca; es actitudinal lo que sucede. Un tema como “N5”, que propone esta historia entre dos chicas, para mí es súper representativo de mi propia vida, de mis amigues, de mi gente… Creo que lo que define toda esta cuestión musical nueva es la franqueza. Yo estoy siendo absolutamente franca con la música que me gusta hacer, con los sonidos que me gusta explorar, con las letras, con lo que estoy diciendo. No porque todo tenga que ser autorreferencial, sino porque sé que es representativo de un público que está ahí. La música que escucho normalmente es en inglés, y desde mi primer disco me hago la pregunta de: ¿y nuestro idioma qué? Me gusta mucho la electrónica y los productores que más admiro son suecos, ingleses, gringos, y hay algo de traer esto a la música hispana. Es mi intención.
—Sí que hay algo que se nota en esta evolución discográfica, donde había una búsqueda de identidad constante y se iba viendo esa depuración a medida que pasaban los álbumes, pero se podían encontrar distintas referencias. Y de repente se llega a este puñado de canciones que son definitivamente Lali.
—La industria siempre tuvo sus pros y sus contras. Yo siento que ahora estamos entregados a la inmediatez, a si una canción funciona o no, tantas movidas que hoy parece que definen a un artista y en las que no creo al 100. Y también es qué deseás como artista. Los artistas que más admiro son los que se la bancaron en su época, que no hicieron lo que hacían otros, que fueron distintos por alguna característica. Madonna hacía cosas en el escenario en su época que la gente (hace un gesto de sorpresa), y me causa gracia que ahora uno se da un beso y dicen: “Ay, no”. ¡Pero boludo, esta gente en los 80 se la re bancó y eso los forjó como artistas! Yo siento que es un proceso lo artístico, que no es inmediato, y trato de no confundirme con la inmediatez de las cosas porque definirte como artista es un camino. Es disco tras disco, es una búsqueda de años, es dar con esos productores que te saben leer y te entienden. Siento que todos los discos que hice me representaron en los momentos en los que los hice, así como estas canciones me están representando absolutamente en este momento. Creo que la manera que tengo de vivir la vida y cómo soy, o cómo intento ser, no me permitiría nunca hacer algo que no me represente. Y estas canciones son Lali: es lo que pienso, cómo pienso la música, cómo bailo, cómo me expreso físicamente. Es todo eso, siendo franca con mis 30, con mi momento de la vida actual.
—Parece que estamos viviendo una especie de “lalimanía” al mejor estilo de la época Casi Ángeles. Entrás a las redes y hay algo de que todo el mundo te ama, una sensación que ya trasciende generaciones. ¿Crees que eso está directamente ligado con esto de la franqueza, de la honestidad de la propuesta?
—No lo sé, podríamos pensar que sí, o me gusta pensar que sí, que la gente realmente me lee y eso los acerca. A mí me emociona particularmente cómo no importa la actividad o la rama, sea estar en un programa de tele o sacar un disco o estar en una serie, la gente trasciende el hecho artístico y te acompaña a vos. Y puedo pensar que tiene que ver con algo de trascender la pantalla y que la gente te crea, crea tu propuesta y tu manera de ser. Yo me doy cuenta en La Voz; yo no soy la mejor cantante del mundo ni en pedo, todos los que están ahí cantan el doble mejor que yo, pero la gente agradece que estés y digas las cosas como las sentís. También yo tengo una forma bastante natural de moverme, que no le busco explicación, y entiendo que eso puede generar mucha empatía; no soy boluda, lo veo. La gente me dice: “Quiero ser tu amiga”, “Quiero salir de joda con vos”, y eso excede al artista, es una cosa mucho más personal. Y está bueno. A mí me aliviana mucho la vida no ser un personaje. Yo soy así, y encima tengo la suerte de que me vaya bien y la gente me aprecie. ¡Es un montón!