Por Belén Fourment
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Es el período que cabe entre dos Mundiales de Fútbol, dos Juegos Olímpicos, los años bisiestos. Es la excusa para celebrar las bodas de lino; la edad en la que un niño comienza a afinar la motricidad y empieza, más o menos, a diferenciar la fantasía de la vida real. O el tiempo que pasó desde que esta banda se subió por primera vez a un escenario y tocó, por primera vez, para un público: son cuatro años, que en el ritmo de Niña Lobo se sienten como 5.000 vidas.

Integrado por Camila Rodríguez, Camila Bustillo, Julia Guerriero, Andrea “Chane” Pérez e Isabel Palomeque, el grupo ha crecido a un paso exageradamente acelerado, como en una adolescencia en la que lo único que cuenta es sumar experiencias vitales y un poco quemar etapas.

Es una aventura ilógica. Antes de tocar en La Trastienda, una sala para mil personas, lo hicieron en el Estadio Centenario como número apertura de No Te Va Gustar. Antes de probarse internacionalmente en pequeños escenarios argentinos o chilenos, se hicieron un lugar en las ediciones del masivo festival Primavera Sound. Ahora, antes de girar por la región, se preparan para volar a España.

¿Se supone que hay pasos que seguir, un desarrollo que cumplir, procesos que respetar? Niña Lobo avanza de dos en dos, como beneficiada por la tarjeta de algún juego de mesa imaginario. Ellas van por escalera, dice la baterista Julia Guerriero a El País, pero todas las oportunidades a su alrededor andan en ascensor. Y no quieren perderse ninguna.

“Siempre pasa algo que es más grande que lo que pasó anteriormente, y es una locura”, dice. Y Camila Bustillo, guitarrista, lo reafirma: “Esto de la gira a España es la cosa más Niña Lobo que se me ocurre”.

Eso de la gira a España es parte de lo que Niña Lobo celebrará este domingo a las 21.00, con un show en vivo en Magnolio Sala —el último por un largo tiempo— para el que quedan entradas en Tickantel.

Será un festejo de cumpleaños grupal —con todo y tarjetita para algunos invitados—, pero será una celebración, también, de lo demás. Una celebración del crecimiento humano y grupal, de todo lo vivido y aprendido, de cuatro años que se sienten como 5.000 vidas, como una eternidad.

“Todo está pasando todo el tiempo”, dice Camila Bustillo, “y es importante detenerte un momento para valorar lo que tenés y el camino que recorriste. Sobre todo antes de un momento tan clave: nos vamos a cruzar de continente”.

En diciembre de 2021, tras dos años de una vorágine a la altura de su propia intensidad, Niña Lobo lanzó su primer disco de estudio, Lo que duró la vida de alguien. Después de eso vinieron las actuaciones en el Centenario como previa de los shows de No Te Va Gustar, la presentación oficial del álbum en una muy concurrida Trastienda, varios toques con entradas agotadas en salas de escala pequeña, los primeros shows en el exterior —en el Primavera Sound de Argentina y de Chile— y una serie de festivales locales: Music Land, América Rockstars, la Fiesta del Lago, Montevideo Sound City XS y así. Cerraron con recital autogestionado en Plaza Mateo, al que llegaron con un rodaje que se había vuelto de una presentación por semana.

Después, las vacaciones, porque cuatro de cinco “lobas” atienden trabajos a tiempo completo en paralelo a sus vidas de rockstars en potencia.

Antes, en el medio del cansancio y el caos, la noticia que iba a ser el faro de 2023: Ibermúsicas (un programa de cooperación que se dedica a respaldar a las artes musicales) las había seleccionado, tras evaluar postulaciones, para apoyar su proyecto de viajar a España. Entonces solo había que avanzar.

Ahora, lo que las Niña Lobo saben es que volarán el 13 de mayo y que volverán el 27. Que La Vela Puerca, banda con la que han generado una estrecha relación, las apadrinará al cederle el show de apertura de dos fechas de su gira europea, en Barcelona y en Madrid. Que además de eso tendrán, ellas mismas, sus recitales barceloneses y madrileños, y valencianos y en ciudades que prefieren reservar.

Foto: Maite Espinosa, Victoria Macanskas

Saben que viajarán con su equipo de trabajo y que eso, y el hecho de que dos de las integrantes vayan por primera vez a Europa, convierte todo en una suerte de aventura, de “campamento re loco”. Que trabajarán mucho y que lo disfrutarán más. Que la clave, para la escena de la música independiente, está en la red, y a eso van: a ampliarla, a hacer contactos, a conocer personas. Y a conquistar público.

“Nos proponemos cosas que son una locura y salen. A qué costo, realmente no sé, pero salen”, dice Camila Bustillo. “Las cinco tenemos aspiraciones regrandes, y esta banda nos causa mucho estrés, cansancio, no sé qué, pero te llena de una forma que no te podés imaginar. Tenemos una ambición obscena. Y tratamos de actuar de forma profesional porque es a donde apuntamos, y estamos todas dispuestas a trabajar lo que haya que trabajar para hacerlo. Entonces pasa eso de, ‘qué onda estas gurisas, ni se fueron a Argentina que ya se están yendo a España’. Y sí, lo voy a hacer y va a salir. Y después voy por Argentina (se ríe). Pero la oportunidad te llega y vos, con la aspiración y la ambición que tenés, tenés que estar a la altura de la circunstancia. Y eso es lo que estamos tratando de hacer”.

Argentina, adelantan, será un plan para el segundo semestre del año, un tiempo para el que, calculan, ya empezarán a trabajar juntas en las nuevas canciones que vienen saliendo de manera individual. Todo lo vivido, todo lo nuevo, lo cosechado en estos cuatro años, de alguna forma repercutirá en esa obra que de a poco empezará a cambiar.

“Porque es un poco nuestra manera”, dice Julia Guerriero: “dinamitamos para volver a crear”.

Las Niña Lobo, que del Primavera Sound argentino se trajeron músculo, aprendizaje y fortaleza, y de la presentación de su disco, que fue el 10 de junio pasado, la consagración del vínculo con los suyos, saben que ya fueron una novedad y que todo lo que les ha pasado —todo el camino recorrido— no es la norma para una banda nueva, indie, pop y rock en Uruguay. Pero van con los pies en la tierra, porque las cosas pasan, pero son muy extraordinarias.

Por eso, cuando miran atrás, no piensan en los recitales ni en las grandes salas ni en las buenas ventas. Piensan en todos los abrazos que se han dado en estos años, y en cómo esos abrazos las llenaron de fuerza, las llevaron al escenario y las hicieron estas que son hoy, paradas justo donde querían estar.