ENTREVISTA
La cantante lanza este viernes su nuevo disco, "Cantorcita", que presentará en la Sala Zitarrosa con entradas agotadas. De eso charló con El País
"Cantorcita" es una canción del argentino Juan Falú. Se la escribió a Marilí, la madre de su colega Juan Quintero y con la que supo compartir varias horas, varias guitarreadas. Marilí cantaba hasta que un día decidió no hacerlo más, y entonces Falú le hizo un tema en el que le dijo cosas tan bonitas como “Cantora no esperes más, hay un nuevo cielo para tu voz”, o “No calles, changuita por favor, si el canto es nuestro modo de vencer”.
Laura Canoura se encontró en esa letra porque ella, cantora, también pasó por esos lugares donde la vida aprieta y lo hace cuestionar todo. En estos días de entrevistas ha hablado varias veces de una foto que captura a la perfección, dice, un momento clave. Había presentado su disco Interior, el último que editó con el sello Orfeo, y a un proceso agotador se sumó que al recital, en el Teatro Solís, le fue “muy mal” en cuanto a venta de entradas. Frustrada, se hizo rapar la melena que venía luciendo y fue a la fiesta que habían organizado con sus amigos para festejar, en colectivo, que habían alcanzado los 40 años, aunque para la fecha elegida aun transitaba los 39.
En el patio del lugar donde había que celebrar la vida, su novio de entonces, el fotógrafo Armando Sartorotti, la capturó sola, sentada en un banco, rodeada de vasos usados, con una remera a estrenar y la cabeza tirada hacia atrás. “Completamente derrotada”, resume. “Derrotada por ese fracaso, derrotada porque estaba festejando una edad que no tenía, por todo. Y por mi cabeza pasaba, en ese momento: ¿valdrá la pena que yo siga en este camino?”.
Pero después de las preguntas, dice Canoura, llegás a un punto en el que ya no hay marcha atrás. Y se podrá hacer muchas cosas, pero habrá que seguir cantando. Como sea.
En la sesión de fotos de El País, 25 años después de la salida de Interior, la Laura que queda registrada es la del disfrute y la placidez. La que tiene el optimismo renovado y la que hoy lanza Cantorcita, un disco grabado a guitarra y voz junto al músico Carlos López, en el que interpreta un repertorio profundo que tiene que ver con su historia. Lo presenta mañana en Sala Zitarrosa, con entradas agotadas.
—La cantora, hoy, ¿por qué sigue cantando?
—¿Por qué sigo cantando? Porque me gusta mucho, pero digamos que ya no necesito cantar con público para ser feliz, y puedo hacerlo sola. Para mi gente, para mis alumnos en las clases que también es algo que valoro... Es una parte de mi vida que me gusta mucho.
La música, la reflexión
En 2020, en plena pandemia, Canoura y Gomez ofrecieron un espectáculo íntimo en el Teatro Circular, que se caracterizó por la ausencia de amplificación. De lo emocional y refrescante de esa experiencia apareció, después, la posibilidad de hacer un disco que de alguna manera registrara un momento determinado, un estado y un encuentro.
La cantante reclutó a Daniel Blanco, sonidista con el que ya había grabado discos como Esencia, y con quien comparte un criterio estético y una personalidad “supertranquila”. Ese trío fue el que se metió a las salas del viejo estudio IFU (hoy El Acople), a grabar y corregir y buscar el sonido exacto, preciso y minimalista que ahora envuelve al flamante Cantorcita.
—Dijiste en algún momento que hacer este disco había sido lo mejor que habías hecho en la pandemia. ¿Qué significa este proyecto en este periodo tan particular?
—Tiene mucho que ver con la reflexión que fui atravesando durante toda la pandemia y la reflexión musical, lo que dicen estas canciones, lo que hablan; las palabras que tienen estas canciones tienen mucho que ver con ese recorrido reflexivo, con mi ser cantorcita histórico. La canción “Cantorcita” es para la mamá de Juan Quintero, cantora que un día decidió dejar de cantar, y al principio me atrapó eso, porque yo pasé muchas veces por una circunstancia igual. Y después me fui dando cuenta de que en realidad para mí Cantorcita, la canción en particular y el disco en su totalidad, tienen que ver con la que fui yo en los comienzos, pura pasión y largar los bofes todo el tiempo cantando, sin medir, sin controlar lo que estás largando. Y tenía que ver mucho el repertorio también; hay una cantidad de canciones que tienen mucho que ver con esa primera cantante que fui. Y además es como la situación ideal de la intérprete, trabajar un disco así, con un solo músico, y la guitarra es un instrumento muy abrasador, puede llegar hasta el silencio extremo, igual que la voz.
—No sé si es justo decirlo, pero a nivel interpretativo es como tu mejor trabajo. Hay una tarea muy fina desde la interpretación, la búsqueda...
—Bueno, me halaga que digas eso. Qué sé yo, que 40 y pico de años después de empezar a cantar te digan que es el mejor disco como intérprete... Por lo menos es lo que percibo, ¿no? Yo doy clases a gente de diferentes edades y con diferentes antecedentes musicales. Y todo ese proceso que hago con los alumnos lo hago conmigo misma; es maravillosa la docencia si la tomás así. No sé si todos los docentes tienen la posibilidad de poner en práctica el aprendizaje que hicieron enseñando en algún proyecto. En este caso, yo siento que Cantorcita está lleno de una cantidad de cosas que yo le fui diciendo a mis alumnos en las clases, que fui trabajando con ellos, que fui encontrando en mi interior para poder enseñar, porque yo soy autodidacta, cuando doy clases y cuando canto. Entonces tiene mucho que ver la búsqueda de la intérprete en saber ubicarse en el momento en que estás, cómo está tu instrumento, cómo colocás el instrumento en ese repertorio que elegís. Porque yo este mismo repertorio, si lo hubiera grabado hace 30 años, no lo hubiera cantado igual, por muchas razones, pero la más importante es que mi instrumento estaba mucho más joven. Entonces a medida que vas creciendo, el instrumento va variando. Yo me sentí muy libre cantando este disco, con tanta libertad que en el disco hay dos poemas, cosa que no había hecho nunca en mi vida.
"Me sentí muy libre cantando este disco"
—En este reconectar con la cantorcita, ¿en un punto volvés a ser esa misma, o el reencuentro siempre es desde la distancia?
—No, no hay un volver a unirse. Muchas veces me preguntan qué me pasa cuando escucho esas primeras canciones o cuando veo fotos o videos, y yo no sufro nostalgia con nada. En la vida en general y con mi carrera menos que menos; siempre me han pasado hacia adelante cosas bárbaras y que no me pasarían si no hubiera aceptado el devenir del tiempo. Es como si mirara a una hermana menor; me da ternura. Hay algo que me une a ella y es la intuición; siempre fui superintuitiva, en mi vida personal con mejores y peores resultados, por supuesto, y artísticamente. Y aquella chiquilina también lo era, y me parece que la intuición es un elemento importante a la hora de interpretar. Es una buena herramienta.
—Tengo la sensación, escuchándote, de que todo lo “malo” lo transformás. Incluso pienso en el paso del tiempo, que lejos de pesarte, por esto de que los artistas tienen que ser jóvenes hasta en el instrumento, es un lugar desde el que construís. ¿Es así?
—Mirá, hay una canción mía que dice: “No le tengo miedo al tiempo, si solo es envejecer”. Yo estoy maquillada hoy porque venía fotógrafo para la nota, y cuando vos te vayas lo primero que voy a hacer es sacarme el maquillaje. Pero no tengo conflicto conmigo misma. Y aprendí que hay que poner las canciones a favor de tu instrumento y no al revés, no tratar de conservar el instrumento para. Pero eso yo lo decidí hace muchos años, cuando me vino la pregunta de qué tengo que cantar y para quién. ¿Me debo a mi público? “No”, me contesté (se ríe). Porque es una entelequia, ¿qué es mi público? Va variando, va cambiando, hay gente a la que le gusta un disco y gente que no. Y aprendí hace montones que es imposible conformar a todo el mundo, todo el tiempo. No estás todo el tiempo haciendo cosas para conformar a los demás. Y ahí me di cuenta que a la única que tenía que conformar y honrar era a mí misma, entonces nunca fui esclava del repertorio. Y cuando me aburrí de cantar una canción, aunque fuera “Detrás del miedo”, la dejé de cantar y chau. Y lo decía con humor en los espectáculos y la gente lo aceptaba, y cuando quise volver a cantarla lo hice. Yo voy armando los repertorios de acuerdo a mi placer; hay algo lúdico en eso, de sentirlo como un juego, como disfrazarse. Entonces para mí esa es la juventud. O tener amigas como Florencia Núñez, que tiene 30 años, y tener otras amigas como Vera Sienra que tiene más años que yo. Eso es ser joven.