Laura Canoura recuerda con exactitud el instante en que supo que La mariposa monarca, su nuevo disco, estaba listo. De regreso en su casa de Palermo, tras semanas de grabación en Buenos Aires junto a su banda en el estudio del productor Ernesto Snajer, ya había recibido las mezclas de casi todas las canciones, pero faltaba una que la impacientaba: “Puntos cardinales”, su dueto con Ricardo Mollo.
“Era una de las mezclas más complejas porque cada uno graba toda la canción y luego el productor es quién decide cuándo entra cada uno”, explica. Finalmente, el audio llegó. Se calzó los auriculares, se acomodó en el living y se sumergió en la escucha. “Primero pensé: ‘Qué linda suena mi voz’, y de repente apareció Mollo con unos larareos que me hicieron llorar de una manera increíble”, cuenta. “Me emocionó esa entrada y ese compromiso. Pero también fue un llanto de alivio y de agradecimiento: por haber logrado un grupo increíble, los invitados soñados y, especialmente, de que todo haya sido tan fácil, sin contratiempos”.
La escucha de esa versión de “Puntos cardinales”, una de las canciones emblema de Carmen Pi, cerraba un círculo que, sin pausa pero sin prisa, había empezado a delinearse cinco años atrás. Era 2020, la pandemia había irrumpido con su manto de incertidumbre colectiva y Laura, como tantas veces, encontró refugio en la música. Acababa de ganar el Fondo de Estímulo a la Formación y Creación Artística del MEC gracias al proyecto Compositoras uruguayas contemporáneas, y dio inicio a un periplo que requirió un año de trabajo.
Escuchó la obra de 160 colegas de distintas generaciones y seleccionó a 30. Las entrevistó por Zoom —todavía era época de confinamiento— y finalmente eligió 15 canciones. Las grabó, las presentó al MEC como cierre del proyecto, pero sintió que no era suficiente. “No podían terminar guardadas en un cajón, había que hacer algo”, asegura. “Así que empecé a incorporar algunas de ellas a mi repertorio”. El abanico generacional y estilístico era variado. Por ahí estaban canciones como “Tierra adentro”, de Ana Prada; “Qué pasa con estos humanos”, de Vera Sienra; “Si ya no estoy con vos”, de Julieta Rada; y “El mar en un andén”, de Samantha Navarro.

Mientras tanto, Canoura estaba trabajando en el espectáculo Cantorcita, que presentó en salas como el Teatro Circular acompañada únicamente por el guitarrista Carlos Gómez. Ese proceso desembocó, en 2021, en la pieza más íntima de su discografía. El siguiente paso, y con Compositoras uruguayas contemporáneas en mente, era reformular su sonido. “Necesitaba volver a tener una banda”, asegura la artista de 68 años que siempre hizo del cambio su combustible creativo.
Y, entonces, un encuentro fortuito le marcó el sendero. Era 2022 y el trío del guitarrista Juan Pablo Chapital, el baterista Martín Ibarburu y el bajista Nacho Mateu la invitó a cantar en su ciclo de los martes en el bar Fun Fun. “Yo los escuché tocar y pensé: ‘Pah, qué gozadera sería tocar con estos tipos’”, relata. “Así que con mucha timidez le planteé al ‘Chapa’ la idea. ¡Y les encantó! Son superfans míos, tanto que a veces tengo que negociar con ellos porque quisieran hacer temas viejos de Puedes oírme”, dice, entre risas, sobre su exitoso disco de 1991. Con la incorporación del guitarrista José Luis Yabar, la formación quedó completa.

En octubre de 2022 debutaron con potentes dos shows en Sala Zitarrosa en los que refundó su sonido: no sonaba tan rockera desde Pasajeros permanentes (1998). Presentó varias canciones de su proyecto para el MEC, desempolvó clásicos como “Detrás del miedo” y “Para hacerte sentir mi amor”, e incluso estrenó “Runaway”, una canción inspirada en el exilio de su hermana Cristina, que entrelazó con el poema “La mariposa monarca”.
El espectáculo fue tan significativo que la lista de temas está enmarcada en la habitación donde da clases de canto. Así, convive junto a los discos de Oro y Platino de Esa tristeza, sus premios Graffiti y la réplica del mármol del Paseo de los Soles que lleva su nombre.
Luego, Canoura y su grupo —ahora con el bajista Nico Román en lugar de Mateu— recorrieron varios escenarios de Montevideo y el interior, trabajando en los arreglos de las canciones como si fuesen delicadas piezas de orfebrería.
Entonces, llegó el momento de pensar en el disco. Eligió seis temas de aquel proyecto pandémico, recuperó tres composiciones que llevaban años guardadas en carpetas y completó la lista con “Soltar tu mano”, la canción más conmovedora de Luciano Supervielle.
En julio del año pasado, el grupo viajó a Buenos Aires para grabar La mariposa monarca. El repertorio estaba tan aceitado que varias canciones quedaron listas en primera toma. “Lo que tengo fresco de esos días es la diversión”, recuerda. “Fue muy confortable y todos estaban superentregados al proyecto”. La frase incluye a los invitados: Mollo, por supuesto, y Lisandro Aristimuño y Nadia Larcher, que brillan en “Runaway” y “Tierra adentro”.
La mariposa monarca es un disco que, además de su impecable selección de canciones, se destaca por la solidez y sensibilidad de su interpretación. Canoura encuentra en su banda un ropaje musical que potencia cada matiz de su voz, con un entramado de guitarras que define la atmósfera de cada tema. La complicidad sonora se percibe en la fluidez con la que avanzan canciones como “Runaway” y “Qué pasa con estos humanos”, o en el sutil pero significativo guiño a “In My Life” de los Beatles en la amilongada “El mar en un andén”.
Hay frescura y cercanía en la ejecución —la cautivadora “Si ya no estoy con vos” es el ejemplo perfecto—, un reflejo de ese proceso de grabación casi en vivo que, lejos de restar precisión, realza el carácter expresivo del álbum. Además, la narrativa que se construye a través de las letras es un hilo conductor que le otorga cohesión y profundidad, haciendo de La mariposa monarca uno de los mejores discos de su carrera.
"Son canciones de supervivencia”, asegura. Con la imagen de la mariposa monarca como disparador —esa que recorre 5000 kilómetros desde Canadá hasta México en busca de su lugar en el mundo—, la artista forjó un repertorio reflexivo de autodeterminación. “Me di cuenta después, pero el disco habla de fortaleza y de recordarse hacia dónde una quiere ir. No importa cuántas lleguemos al final, lo importante es que vamos hacia nuestro destino”, afirma. “Todas las canciones cumplen su rol, son una cuenta distinta en un collar”. Por eso, hay que escucharlo con atención; solo así se podrá desentrañar el relato de este viaje interno.
El viernes 14 lo presentará en vivo en el Teatro Solís junto a invitados como Leo Maslíah, Pinocho Routin, Pitufo Lombardo y el Conjunto Nacional de Música de Cámara. Las entradas están en Tickantel, de 600 a 1500 pesos, y hay 2x1 para socios de Club El País. “Estoy muy orgullosa de este disco”, dice con la misma sonrisa que ilustra esta nota. “Ojalá sea, como dice el dicho, un hijo que viene con el pan bajo el brazo”.
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