MÚSICA
Antes de su show de mañana en la Sala del Museo, donde presentará nuevo disco, el músico charló con El País
A meses de haber cumplido 60 años, Lenine es considerado uno de los mejores artistas de la música brasileña actual. Con su nuevo disco, Lenine em tránsito, acaba de ganar su sexto Grammy Latino y el primero de la categoría “música alternativa”, que resume perfectamente una propuesta basada en la constante mezcla entre influencias musicales y un ejercicio constante en búsqueda de la reinvención artística.
Mañana, a las 21.00, regresará a Montevideo para presentar su último trabajo en la Sala del Museo. Acompañado de una banda conformada por JR Tostoi, Bruno Giorgi, Pantico Rocha y Guila, Lenine hará un repaso por sus 30 años de música mientras presenta las canciones de su último trabajo discográfico, que está inspirado en la intolerancia que, según él, domina los tiempos actuales.
Antes del show, el músico charló con El País sobre su relación con el público uruguayo, que conoció en 2008 durante el Festival Brasil en Lapataia y del que nunca más se despegó. “Siempre que presento un proyecto nuevo ya es casi parte del guion pasar por Montevideo”, explica. En 2015 actuó en el Teatro Solís en el marco del Jazz Tour y, en un momento de su actuación, cantó “Rocanrol” junto a Edú “Pitufo” Lombardo. También recuerda su relación con Jorge Drexler, con quien considera que comparte una “visión de la vida y de la música”.
También habló sobre el proceso creativo de Lenine em tránsito, un disco en vivo con canciones inéditas y algunas reversiones, donde el músico ahonda en el sentimiento gris que traen consigo “los momentos sensibles y tristes”. Sin embargo, entre esta actitud casi derrotista, el músico logró ofrecer una sólida coleccción de canciones construidas sobre un sonido que entrelaza la tradición rockera con la música de Brasil.
—Desde tu primera visita en 2008, has regresado a Uruguay en varias ocasiones. ¿Cómo es tu relación con el público uruguayo?
—Es una relación que viene desde hace muchos años. Siempre que tengo un proyecto nuevo ya es casi parte de mi guion pasar por Montevideo. Tengo grandes amigos ahí, así que tocar de nuevo ahí también significa volver a ver a mis amigos, respirar nuevamente el aire uruguayo y poder tocar en otra sala. Esta será mi primera vez en la Sala del Museo y la razón es que Lenine em tránsito es un proyecto de rock.
—Esta semana te encontraste con Jorge Drexler en Brasil.
—Sí, fue dos días. La gira Silente acaba de llegar a Río.
—¿Pudiste ver el concierto?
—Sí, fue increíble, pero que Jorge es increíble, eso lo sé desde hace muchos años. De alguna manera, siento que somos cercanos: prácticamente somos de la misma generación e incluso, desde Frontera, lanzamos discos casi simultáneamente durante años. Por eso, a partir de finales de los noventa, empezamos a vernos en festivales y en giras porque tenemos una manera muy similar de ver la vida y la música.
—En una entrevista comentabas que la música es una "herramienta para llegar al alma de las personas". ¿Lo ves de esa manera?
—Sí, yo creo que es una verdad, pero hacer música tiene muchas verdades. Componer es una herramienta de relacionamiento y de concientización; creo que el fruto de la composición puede ser una herramienta de transformación.
—Este año se cumplen 20 años del lanzamiento del disco Na Pressão. ¿Cómo recuerdas esa época?
—(Se ríe). La verdad que es difícil porque cada vez que termino un proyecto parece que hice un exorcismo y los recuerdos se borran de mi mente; lo que quedan son fragmentos de una expresión. Lo que sí recuerdo fue que el disco fue una ventana muy importante para mí y no solamente para mi trabajo en Brasil, sino que fuera de Brasil. En el 2000, un año después de Na Pressão, estuve lejos de Brasil durante siete meses.
—¿Por dónde estuviste?
—Viajando por todo el planeta. Ya di vuelta el mundo dos veces y media (se ríe). Tuve la suerte de trabajar y de conocer muchos lugares.
—¿Recuerda alguno en especial?
—Muchos, muchos (se ríe): desde Ucrania a México y desde a Japón a Madagascar. En una época tuve un juego infantil que se llama War, que era un juego muy bobo de guerra donde uno conquista al otro. Nunca me gustó, pero el tablero es como un mapamundi. En 2000 anoté cada parte del planeta donde estuve y descubrí que para el final de ese año ya había conquistado el mundo (se ríe). Igual es como una metáfora para mí, porque es imposible conocer todo el plantea, pero visité todos los océanos y todos los continentes. Todo fue muy bajo presión (Na Pressão): muy veloz. Me acuerdo de conocer Europa mientras viajaba en el ómnibus de gira.
—¿Cómo surgió el disco Lenine em tránsito? Grabaste las canciones en vivo, en vez de hacerlo en el estudio.
—La verdad es que, más que un disco, Em tránsito es un espectáculo. Las canciones fueron siendo creadas dependiendo de la necesidad. Yo quería empezar el espectáculo con una canción pequeña que sonase como un falso camino y luego cambiar.
—Claro, es que el álbum comienza con “Leve e suave”, que trae cierta tranquilidad, y a partir de “Sublime e revele”, cambia la atmósfera hacia un sonido más directo.
—Sí, es que las canciones también hablan de los cuestionamientos de la actualidad. Estamos viviendo momentos sensibles y tristes. Para quien trabaja con la creación puede funcionar como un estímulo, pero es algo sin color, gris.
—¿Por eso elegiste "Intolerancia" como el primer adelanto del disco?
—Exacto. La señora de la intolerancia está muy presente en todos los medios. Las personas han perdido la educación, y las cosas más oscuras son expuestas ahora sin ninguna vergüenza.
—¿Lo planteás desde las redes sociales o en la política?
—¡En todo! En el mundo visual donde estamos hoy, las personas se transformaron en avatares intolerantes.
—¿Hace cuánto tiempo notas este cambio de actitud? ¿Es algo que solo pasa en Brasil?
—Yo creo que las personas en Brasil, pero también que toda la humanidad es como un gran corazón que tiene la sístole y la diástole: Son dos pasos al frente y tres atrás, tres o cuatro al frente y ahora... (piensa) estamos diez o quince pasos atrás. Yo soy un romántico y creo en el hombre y en las posibilidades de la condición del ser humano y por eso continúo haciendo música.
—¿Sentís que en Brasil el ascenso de Bolsonaro generó un cambio en la manera de escribir letras? Tomo el ejemplo de Paulinho Moska, que grabó Beleza e medo inspirado en la situación social de Brasil. De cierta manera, Em tránsito sigue esa línea.
—Creo que el tiempo cambia todo. Todo es volver y es bueno que sea así. El mundo da vueltas y es la forma de mejorar. A veces el presente es tan impactante, doloroso, y sombrío que la gente se siente un poco ciega, sin ver hacia adelante. Me parece que los brasileños estamos viviendo medio a ciegas.
—¿Tiene que ver con Bolsonaro?
—Todo tiene que ver con todo. La gente no puede hablar solamente de una causa. Nadie imaginaba que un cadáver que no fue exhumado fuese a llegar a la presidencia. Por otro lado, la gente ve que el mundo da muestras de que estamos en un momento extraño. Por ese motivo, ando un poco desesperanzado.
—¿Pero el arte puede ayudar en estos momentos?
—Imagino que sí, pero como creador y artista me parece que las cosas dependen de cada ciudadano y ser humano. Puedo constatar la dificultad que está siendo vivir en los tiempos de hoy, con tanta falta de delicadeza.
—¿Cómo podrías definir el concierto del viernes en Sala del Museo?
—Van a encontrar canciones de toda mi trayectoria. Va a ser un show de rock and roll con un sonido más denso. Va a haber una entrega total, yo siempre entrego todo cada vez que estoy en el escenario.