ENTREVISTA
Aunque nació en Ibiza, vivió 11 años en Punta del Este, tocó en el restaurante de sus padres y grabó "Amapolas", un éxito que llegó al número uno en cinco países. Conozca su historia.
Leo Rizzi tiene 22 años, 2,2 millones de oyentes mensuales en Spotify, un hit que pasó por el Top 50 de las canciones más virales del mundo (“Amapolas”) y una extraña amalgama de acentos. “Es una mezcla rara”, le dice el El País el músico con una cabellera similar a la que Mick Jagger ostenta en la portada de Between the Buttons. A lo largo de su videollamada por Zoom, el músico parece cambiar de nacionalidad en cada respuesta. A veces emplea la clásica entonación relajada que deja ver su raíz uruguaya, y otras cecea y usa términos tan españoles como “flipar”. Esa mezcla de influencias es lo que se define su música: lo suyo se basa en el constante movimiento.
Y esa actitud que atraviesa las introspectivas “En tu camino” y “Conexión” —que parten de beats electrónicos y una voz relajada— tienen una clara correspondencia con su vida. Rizzi nació en 1998 en Ibiza y a los cuatro años se radicó en Punta del Este, donde vivió con su familia hasta los 15, cuando volvió a su país natal. Sin embargo, su etapa en Uruguay —donde vivió exactamente la mitad de su vida— le dejó una huella indeleble. Fue en el liceo del Colegio Maldonado donde se sumergió por primera vez en una guitarra. “En las horas de ECA hice mis primeras clases”, relata. “Empecé con el fútbol y enseguida me di cuenta de que no era lo mío”.
A los 13 años empezó a componer y las influencias de La Vela Puerca, No Te Va Gustar, Jorge Drexler y Diego Rossberg —en ese momento líder de Cuatro Pesos de Propina— alimentaban sus primeras melodías. Ese camino se completó con sus presentaciones en PK2, el restaurante que sus padres tenían en Punta Ballena. “Me quedaba en la esquina tocando y ese fue el primer lugar donde canté en directo”. “Zafar”, (de La Vela Puerca) junto a los éxitos de Ed Sheeran, Chet Faker, Passenger y hasta las baladas de Reik eran parte de su repertorio.
“Uruguay fue clave en mi vida y me dejó una raíz superfuerte gracias a la música y a la familia de mi padre, que eran un montón”, asegura. Cuando volvió a radicarse en España, Rizzi apostó por todo lo que había aprendido en aquellas noches de recitales en PK2. Se abrió una cuenta de Instagram cuando la red social todavía era una novedad, subió unos cuantos videos con versiones de éxitos y entró en contacto con un productor que le organizó shows en varios locales similares al restaurante de su familia en Punta Ballena.
Sin embargo, la música no era la primera opción. “Empecé a estudiar Administración de Empresas, que era una carrera más metódica y que tenía a mis padres bastante contentos, pero decidí romper con eso”, relata. El cambio comenzó a gestarse en su viaje junto a un músico amigo por ciudades de la India como Benarés y Nueva Delhi. Fue una invitación a replantearse el camino recorrido. Tiempo después, mientras estudiaba para un examen de macroeconomía, le llegó el impulso definitivo. Mientras googleaba términos como “cine” y “audiovisual” se topó con la carrera de Bellas Artes y se animó a hacer el cambio.
Eso sí, no fue un camino fácil. “Uno lo cuenta ahora como algo súper glorioso, pero es todo lo contrario”, asegura. “Es un proceso de mucho duelo y dolor, porque uno deja el lugar seguro para enfrentarse a la incertidumbre. Pero hay que saber confiar en uno mismo y no tener en cuenta lo que el resto pueda querer opinar. Hay que dejarse guiar por lo que uno siente”. Esa etapa inspiró a “Romper las cadenas”, uno de sus primeros sencillos. “No quieras vivir de espaldas a tus miedos, / Míralos de frente y verás que no son feos, / Si lo sientes de verdad, rompe tus cadenas”, canta con una amplia sonrisa en la versión en vivo a guitarra y voz que filmó en una playa de España. Es el manifiesto de una propuesta que se define por la reflexión constante.
“Quiero ofrecer un mensaje en la música que sea positivo o simplemente neutral. No me interesa romantizar las relaciones de pareja ni demonizar las rupturas”, explica. Bajo esa manera de abordar sus letras es que surgió “La vida es un cuadro”, una canción relajada y reflexiva con un pulso cercano al trap. “Nacemos pintando cuadros, / Totalmente subjetivos, / Y ahí está el arte del pintor, / Que elige el mejor”, canta Rizzi.
Este año, y ya estudiando en Bellas Artes, el músico lanzó “Conexión”, que compuso “entre España y Uruguay” en su más reciente visita a su familia de Punta del Este. La canción tuvo una cálida recepción y generó más 1,5 millones de reproducciones en YouTube. Tiempo después llegaría “Amapolas”, que se convertiría en un éxito en Tik-Tok (ver recuadro) y que entraría a la lista de los temas más virales de Spotify en varios países de Latinoamérica. “Como todo sucedió en las redes, voy con tranquilidad porque no me doy cuenta de la dimensión de las cosas”, asegura. “Pero cuando salgo a la calle y me piden fotos es increíble. Estoy contento y agradecido por lo que está sucediendo”.
Un éxito viral que llegó al número uno en cinco países
“Amapolas”, el más reciente sencillo de Leo Rizzi, nació en la red social Tik-Tok y luego fue expandiéndose. “Venía hace como un año de reto personal, porque al principio es difícil llegarle al público, pero cuando grabé ‘Amapolas’ me propuse disfrutar antes que buscar visitas. Luego, se generaron tantas conexiones simultáneas que fue increíble”, asegura.
La canción ya musicaliza 71 mil videos en Tik-Tok e ingresó a la lista de las 50 canciones más virales —o sea, más compartidas en redes sociales— de Spotify. Es más, llegó al puesto número uno en México, Bolivia, Ecuador, Guatemala y Costa Rica; y al Top 10 en Colombia, El Salvador, Honduras, Argentina, Perú, Paraguay y Panamá.
Es más, algunos de sus videos interpretando “Amapolas” acumulan más de un millón de “me gusta” en Tik-Tok. Lo de la red social, que suele alentar hits y consagrar artistas, fue fundamental en el avance de la carrera de Rizzi.