ENTREVISTA
La cantante argentina vuelve a Uruguay con una gira que la llevará a La Trastienda y el este. De su presente y su disco "Lo azul sobre mí", charló con El País
“Una gran oportunidad para pensarme de otra forma, para frenar, porque estaba en una velocidad que no me hacía feliz, pero no me daba cuenta. Una oportunidad para observar y empezar a tomar otras decisiones”. Eso, dice Loli Molina, cantante, compositora y guitarrista argentina de 35 años y hace cinco radicada en Ciudad de México, fue lo que le dejó la pandemia. Eso, y una transformación.
“La pausa me sirvió para recalcular y repensarme como artista”, cuenta en charla con El País. “Porque si no puedo trabajar de tocar, ¿qué hago?”.
En estos dos años, entonces, Molina compuso. Hizo canciones con otros autores y para otros artistas, para series, para películas, para diferentes personajes y mundos. Y para ella misma, porque aquí todo es una cuestión de equilibrio es necesario conservar, dice, algo de agua para su campito.
Los frutos de ese campito, el propio, son los que trae de vuelta a Uruguay. La argentina se presentará hoy a las 21.00 en La Trastienda y mañana a las 22.00 en Medio y Medio de Punta del Este (entradas en Abitab y Redtickets, respectivamente), con una banda a estrenar, Cosmos. Cerrará la gira en solitario, el viernes en Las Musas de José Ignacio y el sábado en Narakán de Cabo Polonio, Rocha. Para el recital de la sala montevideana, hay beneficio 2x1 para socios del Club El País.
La de hoy será la primera vez que Molina se presentará con banda en Uruguay. Tras haber tocado en reiteradas oportunidades, ya sea en su versión solista o en algunas “parcerías” —en 2021, por ejemplo, abrió la agenda de La Trastienda a dúo con Nicolás Ibarburu—, ofrecerá una novedosa versión de su repertorio con los locales Lucía Gatti en chelo y Manu Contrera en piano. Completa la formación Hernán Hecht en batería.
Será una ocasión para tocar los temas de Lo azul sobre mí, el disco que lanzó en 2019, que le valió dos nominaciones a los Premios Gardel y que, covid mediante, no tuvo presentación.
“Fue un disco difícil de hacer”, confiesa Molina. “Sentía que era el disco que no iba a querer escuchar nadie, porque se aleja completamente de lo que está sonando. Seguimos en el auge del electropop, un aggiornamiento de los 80, ¿y yo iba a salir con un disco de guitarra española, cuarteto de cuerdas y canciones tristes o pensativas? ¿Quién iba a querer escucharlo? Pero sentía que era lo que tenía que hacer, también como un acto de resistencia: che, para mí es por acá”.
La sensación, dice, era de que había que defender esa postura a pesar de que pudiera significar un camino barranca abajo en una carrera atípica, que empezó con el impulso de un premio MTV y la promesa de un estrellato de corte pop, y llegó a un firme presente de independencia y raíz folclórica.
Lejos del traspié, la pandemia fue —también— la instancia en la que todo un público conectó con un disco que, sobre todo, precisa atención.
“Es loco”, dice, “porque creo que si no hubiera habido pandemia, el disco hubiera seguido de largo para mucha gente. Pero mucha gente se pudo tomar el tiempo de escucharlo. Es un disco re contemplativo y el comentario que más recibí fue ese: ‘Me súper acompañó en la soledad, en la noche larga’. Y era un disco que hice para eso”.
Pero aparte del rol social que podría cumplir el álbum, Molina hizo Lo azul sobre mí para reafirmarse como mujer instrumentista latinoamericana. “Necesitaba encontrarme a mí, volver a mí. La sensación de la guitarra de nylon es medio primal, y quería volver a eso”.
Volver a eso es volver a la raíz y la raíz es, en términos generales, uno de los grandes motores de la artista hoy. Preocupada por y ocupada en la crisis ambiental, Molina es contundente: “Me cayó una ficha en los últimos años y es que no hay ningún sentido en escribir canciones ni pensar un disco en un planeta en el que no se puede respirar. Hay algo que viene primero y no nos estamos dando cuenta”. Entonces, pone sus canales al servicio de su causa y deja que la música haga el camino que tiene que hacer.
"No hay ningún sentido en escribir canciones ni pensar un disco en un planeta en el que no se puede respirar"
Lo azul sobre mí es, dice, un disco que tiene más que ver con el fogón campestre que con las luces del escenario. Un disco que quiere abarcar eso que queda cuando se borra el ruido y se logra respirar.