Joan Manuel Serrat cumple hoy 80 años y todavía tiene fuerza para muchas cosas porque, a pesar de que hace un año que abandonó los escenarios, su agenda rebosa de actividad.
Desde que en diciembre de 2022 pusiera fin a sus giras con un emotivo concierto en Barcelona, su ciudad natal, su presencia se ha multiplicado en otras palestras, con homenajes y premios, como la Medalla de Honor de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) o el Nacional de Cultura del Gobierno regional de Cataluña.
Pero no sólo los reconocimientos y galardones le han tenido ocupado, también ha dado charlas en la Universidad de Harvard, ha mantenido su estrecha relación con la ONG Open Arms, que opera en el rescate de inmigrantes en el Mediterráneo, y ha hecho algunas apariciones en conciertos de amigos.
“Me he retirado de los escenarios, no de vivir”, dice Joan Manuel Serrat a los periodistas que suelen aprovechar estos actos para preguntarle qué tal le sienta la jubilación.
“Vivo más ajetreado que nunca”, reconoce Serrat, “que espera “que esto afloje un poco, porque vivo más acelerado que en mi época de giras”.
Serrat -el hijo de un obrero anarquista, y que nació en Barcelona el 27 de diciembre de 1943- se despidió de Uruguay, el 22 de noviembre ante una tribuna Olímpica repleta en una escala de su última gira, El vicio de cantar (1965 - 2022). Un mes después se despediría efectivamente de los escenarios con un show histórico en Palau Sant Jordi de la Ciudad Condal.
Durante su última visita a Montevideo, Serrat recibió el Premio Internacional a la Lucha por los Derechos Humanos y la Solidaridad que entrega la Fundación Mario Benedetti y que este año también recayó en tribu Mundurukú de Brasil.
También recibió el título de doctor Honoris Causa de la Universidad de la República.
“Tuvo, la despedida de Serrat, todo lo que tenía que tener, un poco de todo lo que ha hecho y sostenido una carrera de casi seis décadas; de todo lo que justifica y respalda el amor que, en el Centenario, más de 15.000 uruguayos le demostraron tener”, escribió en la crónica del show Belén Fourment en El País. “Tuvo la sensibilidad y la dureza, el repertorio personal y el de grandes éxitos, el compromiso y la espontaneidad. La lágrima y el ánimo de fiesta, la única forma de traducir el agradecimiento de una multitud a toda una vida de canciones, de versos y de camino compartido al andar”
La relación de los uruguayos con Serrat ha sido larga y hay que rastrearla en sus primeras visitas al Río de la Plata al mismo inicio de su carrera. Los más veteranos recuerdan el deslumbramiento que generaron sus actuaciones en Sábados circulares, el programa que conducía Nicolás Mancera y que aún es uno de los hitos de la televisión argentina.
Sus discos con la poesía de Antonio Machado o Miguel Hernández o aquel Mediterráneo, todos de comienzos de la década de 1970, fueron parte del acervo de una generación.
Canciones como “Fiesta”, “Esos locos bajitos”, “Cantares”, “Aquellas pequeñas cosas”, “Penélope”, “Tu nombre me sabe a hierba”, “De vez en cuando la vida”, “Hoy puede ser un gran día”, “Mediterráneo” y decenas más son parte de uno de los repertorios más robustos de la música en español; en 2017 recibió un Grammy Latino por una trayectoria así.
Una colección de canciones pop de poesía inspirada y arreglos y melodías de un pop adulto y bien español.
En 1985 editó en conjunto con Mario Benedetti, El sur también existe y todas sus giras incluyeron a Uruguay como uno de sus puertos. Siempre fue celebrado con simpatía y complicidad, dos ingredientes del carisma del catalán.
Su penúltima actuación local fue en 2019 acompañado por Joaquín Sabina.
El cantautor se ha reafirmado muchas veces durante este último año en su decisión de abandonar los escenarios como lo ha hecho, “con salud y sin ninguna razón acuciante para hacerlo”.
Serrat está convencido de que es mejor decir adiós “cuando no hay desafección de la gente” y se muestra “feliz de haber dedicado la vida a hacer canciones”, algo que sigue haciendo, “en privado”.
Pero también es consciente de que la edad obliga a poner límites y habla de la vejez como de una etapa difícil.
“No me gusta mucho el camino para donde voy”, reconoce , “pero como sé que no lo puedo cambiar, corre y saca de ello todo lo bueno que puedas”.