Los 90 de Silvio Soldán: pensaban que era uruguayo, compuso para Los Iracundos y revela el secreto de su éxito

El histórico conductor de "Grandes valores del tango" y "Feliz domingo" cumple 90 años este 26 de marzo, y El País publica una entrevista inédita realizada antes de la gira por Uruguay que debió suspender.

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Silvio Soldán.
Foto: La Nación/GDA.

Es una de las grandes figuras de la televisión rioplatense, y hoy cumple 90 años. Silvio Soldán, conductor de ciclos emblemáticos como Grandes valores del tango y Feliz domingo, se mantiene tan activo como siempre. A finales de 2024 tuvo una fugaz experiencia en el mundo del streaming, y además de sus clásicas apariciones en programas de entrevistas, mantiene su actividad como presentador musical.

Hace años que gira con un show de tango junto a los cantantes Alberto Blanco y Néstor Rolán. El espectáculo se llama Silvio Soldán y sus dos grandes valores del tango, y en junio estuvo a punto de girar por ocho ciudades uruguayas. Esta entrevista telefónica con El País fue realizada en ese momento, cuando el argentino había llegado a Colonia para dar una conferencia de prensa que debió ser suspendida tras sufrir un episodio de cinetosis. La gira se suspendió, pero los productores locales informaron a este diario que planean anunciar próximamente las nuevas fechas.

—Usted tiene una larga relación con Uruguay. ¿Recuerda cómo fueron sus primeras visitas?

—Para que te hagas una idea, yo hacía televisión en Canal 10 cuando tenían una sola cámara. Yo hacía unos sketches que iban con decorados y cuando teníamos que pasar de uno a otro, el director tenía que llevar a negro al aire para que la cámara tuviera tiempo de mandarse a tiempo al siguiente decorado (se ríe). También hice muchas campañas publicitarias, infinidad de espectáculos y charlas sobre tango, así que Uruguay es como mi segunda patria. Es más, como me llamo William cuando recién me empezaban a conocer, en las notas que me hacían en las revistas siempre me ponían: “El uruguayo Soldán” (se ríe).

—También compuso “Te siento más distante”, uno de los clásicos de Los Iracundos. ¿Cómo surgió?

—¡Sí! Esa canción funcionó muy bien en muchos países de la costa del Pacífico. Eduardo Franco era maravilloso; tenía mucha personalidad y cantaba muy bonito. “Te siento tan distante” la escribí para un festival de la canción de Punta del Este, y se llevó el primer premio. Fijate que yo gané cinco festivales de la canción en Uruguay: dos en Parque del Plata y tres en Punta.

—Uno suele pensar en usted como una figura televisiva, pero tiene una larga carrera como compositor. Escribió, por ejemplo, “Cuando existe tanto amor”, de Sandro.

—Sí, tengo más de 200 canciones escritas, como “Sabor de adiós”, que tiene música de Mariano Mores. También hice otras que fueron éxito, como “Dos valientes” para Horacio Guarany, “Así bailaban mis abuelos” con Héctor Varela y “Hoy la he visto pasar a María”, de Hugo Marcel.

—Y, del otro lado del mostrador, Virus le dedicó “Super Color” en el disco Wadu-Wadu...

—¡Qué informado! Sí, que decían: “Pagaré 30 cuotas con indexación, /Y daré un adelanto de medio millón, / Estoy dispuesto a venderme para lograr / Ver en supercolores a Silvio Soldán” (Se ríe). Cuando los hermanos Moura presentaron ese disco en el Teatro Astral, me invitaron al show. La gente me tenía identificado con Grandes valores del tango, y cuando llegué al teatro los pibes del público me miraban con extrañeza. Después, uno de los Moura presentó “Supercolor”, me lo dedicó y ahí me aplaudieron. La pasé muy bien.

—Ya que mencionó a Grandes valores del tango, ese fue, junto a Feliz domingo, su programa insignia. Sin embargo, cuando ingresó para reemplazar a Hugo del Carril, el ciclo era muy diferente.

—Sí, es verdad. A mí no me gustaba porque era muy pesado y aburrido, justamente lo que la gente crítica del tango. Así que un día lo fui a ver a Alejandro Romay y le pedí que me dejara hacerlo con mi impronta. “Bueno, pero bajo tu responsabilidad”, me advirtió. Así que le di mucho más ritmo, y en vez de que un tema durara tres minutos pasaba a durar uno y medio. Entonces, en vez de tener seis canciones por programa tenía 12. Además, siempre ponía a algún humorista, como el uruguayo Juan Verdaguer, que fue el más maravilloso que tuve en Grandes valores.

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Silvio Soldán.
Foto: Captura de YouTube @lanacion.

—En el último tiempo usted retomó el formato de Feliz domingo para presentarlo en eventos. Sin embargo, le buscó una vuelta. ¿Cómo es?

—Le exijo a la gente que me contrata que no diga que voy a ir. Entonces, cuando ponen “Luces de mi ciudad”, que es la cortina del programa, y la gente empieza a aplaudir, yo dejo pasar un minuto y entonces entro al escenario. Como la gente no tiene la menor idea de que voy a aparecer, cuando salgo es una cosa tremenda. El ego se me va al cielo (Lanza una carcajada). Estoy agradecido de que la gente me reciba con tanto cariño.

—¿Por qué cree que el público le tiene tanta estima?

—Hay una sola explicación: porque soy viejo (se ríe). El que no me conoce estaba distraído, porque hace más de 60 años que estoy en esto.

—¿Alguna vez imaginó que lograría tanto reconocimiento?

—La bola de cristal no la tengo (se ríe). Yo vengo de un pueblito de Santa Fe que se llama Colonia Belgrano y tiene 500 habitantes, y las cosas se van dando progresivamente, de forma escalonada.

—En ese sentido, su entrada al mundo de la composición fue casi de casualidad: en el colegio, usted escribía cartas de amor a pedido de sus compañeros y las canjeaba por desayunos...

—(Interrumpe con una carcajada) ¡Veo que estás enterado! Yo no tenía un mango porque mis viejos eran muy pobres, y en esa época yo estudiaba en el San Francisco de Sales, un colegio de curas. Justo en frente estaba el María Auxiliadora, que era el de chicas. Los chicos y chicas se cruzaban, entonces nacían algunos romances. Como a mí me gustaba escribir versitos y otras cosas, mis compañeros me pedían una carta o un poemita para alguna chica, y yo les cobraba con un café con leche y tres medialunas (se ríe).

—Si hablamos de momentos determinantes en su vida, su ingreso a radio El Mundo en 1957 sería crucial para su carrera. ¿Cómo fue?

—Es verdad. Mi carrera empezó mucho antes, pero tomo ese momento como el comienzo. En 1957, El Mundo era como la BBC de Londres; era muy importante. El dramaturgo Armando Discépolo, hermano de Enrique Santos, era el director de la emisora y se le ocurrió hacer un concurso para buscar a la pareja del radioteatro 1957, y lo dividió en dos rubros. Yo me anoté al juvenil con Gloria Raines, y ganamos. Ya había hecho bastante radioteatro, así que tenía cierta experiencia, así que empecé así y luego me enganché como locutor, porque en esa época los locutores ganaban mucha guita, y yo la necesitaba porque era músico (se ríe). Para que te hagas una idea, tuve que dejar mis estudios de derecho en Buenos Aires porque no tenía plata ni para las fotocopias. Pero como yo quería hacer algo en televisión, un día fui a dar una prueba a Canal 7 con Marta Reguera, que era la directora. Me mandó a hacer un aviso y enseguida me dijo: “Andate, que no servís para nada” (se ríe). Pero yo la seguí peleando y peleando hasta que entré. Tiempo después, cuando yo ya tenía cierto nombre y ella dirigía las grandes comedias de Canal 9, nos cruzábamos en los pasillos y ella me decía: “Cómo me equivoqué con vos”. Yo siempre le respondía lo mismo: “No te preocupes, Marta, el público se equivocó; yo no sirvo para esto, pero la gente me aceptó igual. ¿Qué querés que haga?” (Se rie).

—El ejemplo que acaba de dar habla de la convicción que ha definido gran parte de su vida. ¿Qué valor le ha dado en su camino?

—Siempre hay que estar decidido. Aunque antes de empezar a triunfar me echaron de mil lugares. Muchas veces derrapé y caí, pero había que seguir luchando... (se interrumpe) Cada vez que me piden un consejo siempre digo lo mismo: hay que luchar, viejo. Se te van a cerrar un montón de puertas, pero algún día, a lo mejor, vas a tener la posibilidad de que se te abra alguna. Y a mí me llevó muchos años... pero se me abrieron.

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