Los Ángeles Azules, o cómo una orquesta familiar se convirtió en la banda de cumbia que bailan los centennials

Bajo el lema "De Iztapalapa para el mundo", Los Ángeles Azules se convirtieron en un ícono de la cumbia actual. ¿Pero cómo un grupo mexicano de más de 40 años lleva un mes entre lo más escuchado en Spotify en Argentina y Uruguay?

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La banda de cumbia Los Ángeles Azules.
Foto: Difusión

De vestido rosa con una falda que parece deshacerse, o con un top blanco y una mini plateada con estrellas que se sacuden en cada bamboleo de cadera, Emilia, una de las artistas argentinas más populares de la actualidad, baila cumbia. Sonríe, mientras escupe versos de desamor perfectos para la madrugada y la borrachera. Es la única que canta y lo que canta es, otra vez, un éxito. Pero un éxito compartido, más bien ajeno: alrededor de Emilia están esparcidos, entre trajes rosados y vestidos brillantes, Los Ángeles Azules. Y si el invierno 2024 encontró en "Perdonarte, ¿para qué?" a uno de sus himnos, entonces se lo debe a ellos.

¿Cómo se explica que un grupo mexicano que nació hace casi 50 años se haya convertido en uno de los faros modernos de la cumbia latinoamericana? ¿En qué se basa el fenómeno de Iztapalapa que surgió del hambre y hoy recluta a Fito Páez, María Becerra, Natalia Lafourcade y Miguel Bosé? ¿Cómo es que Los Ángeles Azules llevan más de un mes en lo más alto de los ránkings rioplatenses de Spotify?

Si todo pudiera explicarse lógicamente, atrás del fenómeno Los Ángeles Azules podría haber dos pilares: la trayectoria, un recorrido de casi medio siglo en el que la fusión fue la clave para la construcción de un sonido distinto; y la renovación, la capacidad de aggiornarse, abrirse y aliarse para llegarle a públicos nuevos, que están a miles y miles de kilómetros.

Después de todo, ¿quién no se divierte con una buena cumbia?

En Iberoamérica, Los Ángeles Azules demuestra que cuando la música está por delante, los prejuicios tienden a desvanecerse. La familia Mejía Avante lo ha probado con proyectos que han echado raíces en Argentina y España y que han llevado a lo tropical a artistas a priori lejanos, desde Abel Pintos a Ana Torroja.

"Puede ser que nosotros, en Uruguay, cuando pensamos en la música norteña mexicana, pensamos en Los Tigres del Norte, o tenemos a Selena como un ejemplo de música tropical. Pero ellos hacen algo que es una fusión con la cumbia de Colombia, que supongo que debe haber sido bastante impactante cuando comenzaron, porque es una banda que tiene un montón de décadas. Eso es lo primero que me llama la atención", dice Mariano Bermúdez, cantante de plena y uno de los principales compositores de la música tropical uruguaya.

En diálogo con El País, resalta otro aspecto: que Los Ángeles Azules "no pierden la esencia, pero también desmexicanizan un poco la situación". Es una opinión personal, dice, pero entiende que la banda es "una máquina diferente", que ha convertido la identidad mexicana en algo más transnacional.

Y transgeneracional. Bermúdez se deslumbra con el mismo hecho que deslumbra a Jhoanna Duarte, cantante, compositora e integrante del colectivo de cumbia Kumbiaracha: que "Cómo me voy a olvidar", un clásico del repertorio de Sonido Profesional en la era Mario Silva y, por ende, un himno en las pistas de baile locales, es en verdad de Los Ángeles Azules.

"Hay muchas orquestas tropicales de cumbia, de plena de acá de Uruguay, que han versionado sus canciones", dice Duarte, que también intenta explicar el fenómeno a El País. Habla de trayectoria, pero también de experimentación: de la transformación de un sonido que tomó a la cumbia colombiana para convertirla en algo nuevo, distinto.

"Hay algo del probar y hacer con el género que hace que tengan un peso indiscutido", reflexiona Duarte. "Creo que, en México, lograron posicionarse y posicionar el género, la cumbia, que si bien tiene toda la inspiración y la base de la colombiana, ellos fueron probando la fusión, la instrumentación, hicieron que fuese mutando. De pronto metieron una trompeta, un trombón, un acordeón, o hicieron que aparezca una batería de rock, más los instrumentos de percusión, el bajo, las voces, y en eso fueron encontrando su propio camino, su identidad".

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Los Ángeles Azules se fundaron entre 1976 y 1980 en Iztapalapa, México.
Foto: Difusión

¿A qué suena, entonces, Los Ángeles Azules? Suena a guitarra y acordeón, a teclados que parecen activar algo, una granada que revienta directo en los hombros y la cadera; a timbales, a trompeta, a trombón. Suena al interior de un país, a pistas de baile rústicas, a pueblo; suena a algo que está lejos del espíritu de las grandes ciudades y es un pasaje directo a un estado mejor. Suena a lo que suena la madrugada bañada en luces de neón que funcionan a medias, pero también a la cocina de una casa familiar.

Es el estilo bautizado como cumbia sonidera, una mezcla de instrumentos orgánicos y eléctricos, letras de amor romántico, arreglos de vientos y voces seductoras. Es eso que fueron encontrando con el tiempo los hermanos Mejía Avante, que empezaron a tocar en busca de una salida económica en una de las demarcaciones más precarias de Ciudad de México: Iztapalapa, la bandera que llevan con orgullo.

Hoy que tienen casi 19 millones de oyentes mensuales en Spotify, en cada canción que estrenan, Los Ángeles Azules repiten lo mismo: "De Iztapalapa para el mundo".

Los Ángeles Azules y la era de las colaboraciones

Aunque imparables desde inicios de los ochenta y con decenas de discos en sus espaldas, desde hace 10 años Los Ángeles Azules trabajan en fórmulas que les permitan estar ahí, en la conversación, renovados. En 2014 hicieron un disco sinfónico con la Orquesta Sinfónica de Ciudad de México, y desde 2015 le abrieron la puerta a las colaboraciones con Gilberto Santa Rosa, Ha*Ash, Gloria Trevi, Miguel Bosé, Yuri o Natalia Lafourcade, con quien firmaron una versión de "Nunca es suficiente" que se volvió clásico.

En 2019, apuntaron hacia Argentina, cónclave cumbiero del Cono Sur, y entonces todo se sacudió: Palito Ortega, Abel Pintos, Lali, Fito, Ángela Leiva, Pablo Lescano, Vicentico y después Nicki Nicole ("Otra noche"), María Becerra ("El amor de mi vida") y, ahora, Emilia. Las tres últimas han estado entre lo más escuchado de la región. Las tres han llevado a una orquesta de medio siglo a los oídos de la generación Z.

Para Pushi, el productor de cumbia uruguayo nacido Santiago Rodríguez, centennial y socio creativo de The La Planta, el aporte de Los Ángeles Azules hoy es "buenísimo", "porque ayuda a que el oído de la gente vire hacia la cumbia, que es algo que viene pasando poco a poco".

"Es un proceso bastante gradual porque acá, a nivel regional, la cumbia siempre sonó, pero a nivel internacional no. Que se hayan sumado artistas de élite a una cumbia es algo muy bueno", dice a El País para graficar su influencia en el género.

Bermúdez define a este recurso como "tecnología de punta", "absolutamente vanguardia" para el género. Y abre una pregunta: ¿cuánto del momento actual de la cumbia tiene que ver con lo que hicieron ellos, con "mostrar a artistas de otros géneros en estado de felicidad total, cantando cumbia"?

Para Jhoanna Duarte, ahí se juega un factor clave. "Creo que lo que los hace especiales es su trayectoria", dice, "pero también el acomodarse a estos tiempos para, en definitiva llegarle a la gente con su música, que es el cometido base de cualquier artista: compartir con la gente las piezas que crea, lo que siente, lo que anhela, su manera de ver el mundo".

La de Los Ángeles Azules es así: popular, festiva, brillante.

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