Publicidad

Los Fabulosos Cadillacs en el Antel Arena: crónica de una noche repleta de clásicos, fiesta y pogo

Este sábado, la banda encabezada por Vicentico volvió a Uruguay para presentar su primer show en Montevideo desde el año 2000. Así fue el recital.

Compartir esta noticia
Copyrighted-00152.jpg
Los Fabulosos Cadillacs en el Antel Arena.
Foto: Maria Noel Robaina - Zona Rock.

Por Rodrigo Guerra
*
Afuera, el frío y la niebla cargan de un tono melancólico a la noche del sábado. Pero adentro del Antel Arena, la alegría se contagia. Vicentico revolea un bastón y recorre el escenario mientras Flavio Cianciarulo toca el bajo, baila agachado y lanza unos cuantos cabezazos al aire. Los dos siguen el ritmo de “Cadillacs”, un ska frenético y festivo con melodía a cargo de la sección de vientos.

El primer show de Los Fabulosos Cadillacs en Montevideo desde el año 2000 acaba de empezar y el público del campo ya está de manga corta. El frío quedó afuera y fue reemplazado por el pogo y el baile. La gente está amontonada. Cuando los argentinos enganchan “Cadillacs” con “Manuel Santillán, el León” se escucha un grito colectivo y la escena es digna de un cotillón: en las primeras filas, un hombre con antifaz de colores se mueve con los brazos en alto y se ríe. Al lado, una pareja ondea la bandera de México y un grupo de cuatro amigos salta y se abraza.

El goce es recíproco. El saxofonista Sergio Rotman se para sobre su monitor de retorno e invita a que el público aplauda; el percusionista Astor Cianciarulo se ríe y celebra la energía del lugar. La fiesta continúa con una seguidilla que apenas da respiro: “El muerto”, “Demasiada presión” y “Carmela”. La segunda, con un estribillo sumamente pegadizo (“Pasa, pasa, pasa, pásame un vaso más”...), desata el baile de varias parejas y unos cuantos vasos de cerveza se derraman ante tantos codazos involuntarios.

Es el segundo sábado de mayo, y los argentinos llegaron para demostrar por qué son una de las bandas más queridas del Río de la Plata. Repasan éxitos como “Mi novia se cayó en un pozo ciego” y “Carnaval toda la vida”, desempolvan joyas como “Número dos en tu lista” y “Saco Azul” e incluso dejan salir su veta punk en “V Centenario”. Salvo Florián y Astor —los hijos de Vicentico y Flavio Cianciarullo—, todos superan los 55 años, pero esta noche se mueven como si aún fuera 1999.

Vicentico
Vicentico en el Antel Arena.
Foto: Maria Noel Robaina - Zona Rock.

Cuando Vicentico se lanza a cantar “Siguiendo la Luna”, aquel lamento reggae del disco El León,dos amigos se abrazan mientras levantan sus encendedores prendidos. La gente baila con el ritmo entrecortado de la guitarra de Florián y, además, registra la escena con sus celulares.

Más adelante, cuando ya pasó una hora y cuarenta minutos de recital, el cantante se anima a hablar por primera y única vez en la noche. “¿Podemos apagar los teléfonos solo por unos segundos?”, dice tras interrumpir “Mal Bicho”. “Si tuviéramos 10 segundos de silencio real sería hermoso, ¿podemos?”, pregunta. Enseguida se corrige y lanza: “Pará, pará, pará. Si aparte del silencio, nos podemos arrodillar sería espectacular. Solo es para buscar poder todos juntos”.

Al principio, la mayor parte del público está reticente. Se apagan las pantallas de los celulares y el silencio es sutil, pero pocos se animan a arrodillarse. Toma unos segundos, pero al final se contagia como una ola que viene desde las primeras filas. “¡Abajooo! ¡Abajooo!”, insiste un cuarentón comprometido con la causa.

Y ahí, cuando la gente ya está arrodillada, Vicentico retoma, a capella, la canción. “A la guerra, / A la violencia, / A la injusticia, / Y a tu codicia”, canta junto a miles de voces presentes en el Antel Arena. “Digo no, digo no, / Digo no, digo no, digo no”, gritan mientras, de a poco, se vuelven a poner de pie. La banda se monta nuevamente a la canción para dar paso a la plegaria final: “Paz en el mundo, / Que haya paz en el mundo”. Ese momento se lleva la ovación más grande de la noche.

La fiesta, a cargo de Zona Rock Producciones, sigue con “Matador”, que despierta el último gran pogo antes de los bises. La vuelta queda en mano de otra efectiva seguidilla de clásicos: “Mi novia se cayó a un pozo ciego”, “Vasos vacíos” y “El Satánico Dr. Cadillac”. Pero lo mejor llega con “Yo no me sentaría en tu mesa”, la última canción del repertorio, que lleva a la fiesta a la cúspide gracias a los pegadizos “Ohhh, Ohhh” del estribillo.

Es tanto el entusiasmo por aquel clásico del disco Yo te avisé, que hasta el público de las gradas se pone de pie para marcar el ritmo con aplausos, corear la letra y saltar en sus lugares. Cuando la banda se despide y se prenden las luces del Antel Arena, el estribillo sigue sonando en boca de la gente.

La canción llega hasta la calle de la mano de miles de personas que le hacen frente al frío y a la niebla coreando esa melodía imborrable capaz de vencer la melancolía de ese sábado a la noche. Los Fabulosos Cadillacs triunfaron en Uruguay con un show memorable.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Antel Arena

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad