La consagración de una búsqueda musical. Así se puede definir al concierto que Luciano Supervielle presentará junto a la Orquesta Filarmónica de Montevideo en el Teatro Solís el miércoles 12. El rótulo que mejor calza con esta propuesta es Clássica Nova, el concepto con el que el pianista presentó sus actuaciones de 2018 junto al violonchelista brasileño Jaques Morelenbaum.
Inspirado en el diálogo entre la tradición clásica, la música electrónica y géneros como el hip-hop y el tango, el también músico de Bajofondo le dio forma a un sonido que resume su ADN musical. El disco Suite para piano y pulso velado (2016), donde la música clásica y la electrónica se fusionaban de manera sutil, fue la inauguración formal.
El siguiente paso llegó con Morelenbaum, con quien giró por Europa y actuó en la sala Hugo Balzo. En 2019, lo continuó con el estreno de La esfera, una pieza sinfónica inspirada en un poema de su tío bisabuelo Jules Supervielle, presentada en el Teatro Solís.
El año pasado, ideó dos espectáculos con variaciones de este sonido: uno con el Conjunto Nacional de Música de Cámara y otro con la Orquesta Filarmónica de Montevideo. Este último quedó registrado en disco bajo el título Montevideano.
El título del álbum proviene del espectáculo con el que la Filarmónica celebraba a compositores que fusionaron el lenguaje clásico con el popular. En la primera parte, la orquesta interpretó Tríptico montevideano de Jaurés Lamarque Pons, y Tangodia de Sergio Navatta; la segunda parte estuvo a cargo de Supervielle.
El arranque, con “Sabelo”, fue un buen resumen de su Clássica Nova: tiene tintes de tango electrónico, una cadencia cercana al hip-hop, una melodía de piano con influencias de Beethoven y arreglos de cuerda que remiten a su trabajo con Morelenbaum.
El repertorio incluyó composiciones como “¿Dónde están?”, formada por 196 notas, una por cada desaparecido en la última dictadura; una suite de cuatro movimientos del ballet La Tregua, basado en la novela de Mario Benedetti; y “Un poco a lo Felisberto”, inspirada en Felisberto Hernández. En el resto del disco se escucha “Soltar tu mano”, una delicada y desgarradora canción de despedida; “Sublimación”, donde los arreglos de cuerdas se intercalan con el scratch del hip-hop; y “Vuelo al sur”, junto a AVR y Camila Ferrari, que parte de samples de “Adónde van los pájaros”.
Este miércoles a las 19.30, Supervielle y la Filarmónica se reencontrarán en el Solís para una versión extendida de Montevideano. El repertorio incluirá “Flores en mi tumba”, un clásico de Traidores, interpretado junto a su cantante, Juan Casanova. Las entradas se venden en Tickantel, de 400 a 900 pesos.
En la previa, Supervielle y el director de la Filarmónica, Martín García, dialogaron con El País.
—Martín, ¿cómo fue el trabajo de adaptar la música de Supervielle a un plano orquestal?
García: Fue algo muy orgánico porque en la música de Luciano ya hay elementos que permiten que la incorporación de orquesta suceda de forma natural. El trabajo de arreglos orquestales fue de Álvaro Hagopián, que en muchos casos trabajó sobre ideas de Luciano. Como ya había un ida y vuelta entre ambos, la música fluyó sin problemas desde el primer ensayo. Además, Luciano tiene otras músicas, como La tregua, que está concebida prácticamente como una música orquestal, solo faltaba que tocara la orquesta. Este proyecto es un objetivo cumplido que llevaba varios años de conversación —viene de la época de La esfera—, así que es una alegría.
—Tanto el título del disco como el repertorio de aquel primer concierto con la Filarmónica tienen un importante anclaje montevideano. Luciano, ¿qué importancia le das a vestir a tu música de lo que te rodea?
Supervielle: Es importante porque buscando en ese lugar es donde voy a encontrar las cosas más originales e interesantes que puedo decir. Mis influencias vienen de lo clásico y se fusionan con el candombe, el tango y el hip-hop, pero no soy un concertista de piano, DJ de vanguardia o productor de música electrónica; mi fuerte, en realidad, está en hacer un cruce entre esos mundos musicales. Cuando salimos de gira por Europa con Morelenbaum notamos eso mismo: que las orquestas de allá tenían una gran avidez de tocar una música que, si bien manejaba un lenguaje familiar para ellos, era muy original. En mi música hay cierta ambición de aprovechar un lenguaje propio porque puede resultar interesante para cualquier oyente del mundo.
—Una de las composiciones más emotivas de la propuesta es “Dónde están”, que tomó mayor relevancia en los últimos días tras el reconocimiento de los restos de Amelia Sanjurjo Casal. Luciano, ¿Cómo te imaginás el momento en que la vuelvas a tocar en el Teatro Solís?
Supervielle: Va a ser muy emotivo porque es una temática que sensibiliza muchísimo. El año pasado, cuando presentamos el concierto, ya se habían encontrado los restos y le habíamos sacado una nota a “Dónde están”, pero ahora tiene más fuerza y podemos decir: “Esta melodía tiene 196 notas”. A medida que vayan apareciendo las personas que faltan, vamos a ir desarmando la melodía hasta que desaparezca.
García: Lo interesante además de “Dónde están” es que nació como una pieza netamente pianística, pero se trasladó al lenguaje orquestal sin ningún problema. Ahora es un hoquetus: cada instrumento toca un motivo y luego se va uniendo con otro a medida que las distintas siluetas van apareciendo. Es algo muy enriquecedor que surgió de forma natural.
Supervielle: Esa fue una de las ideas que propuso Martín. Ni siquiera se me había pasado por la cabeza hacer esa versión orquestal, y la verdad es que fue un golazo porque se genera algo muy emotivo. El concepto de “Dónde están” es el de cada nota como individuo y no como “los desaparecidos”, entonces la orquesta le da un sentido mucho más amplio.
García: Esas cosas son muy emotivas porque la música la hacemos para nosotros, pero se corona y cobra pleno sentido cuando estamos en el teatro sintiendo la música juntos. Volver a presentarnos con Luciano, como hicimos el año pasado, nos da una satisfacción multiplicada por mil.