ENTREVISTA
Luis Fonsi se presenta este jueves en el Antel Arena, y antes charló con El País sobre su presente musical, "Despacito" y su experiencia en "La Voz".
Pocas horas después de haber aterrizado en el Aeropuerto de Carrasco, donde fanáticas lo recibieron con chocolates, banderas y otros presentes, y tras haber dado cinco entrevistas al hilo, Luis Fonsi celebra al escuchar el primer “ta” del día. Es, dice, una expresión que lo vuelve loco, y que cada tanto suena en su entorno: tiene en su banda a un guitarrista uruguayo, Nico Barboza, cuenta y enfatiza la “y”.
El cantante puertorriqueño, el de las baladas grandilocuentes y el que gracias a “Despacito” se convirtió en uno de los artistas pop más importantes de la música latinoamericana toda, está en Montevideo para reencontrarse con su público. La cita será hoy a las 21.00 en el Antel Arena, en el marco de su nueva gira Noche perfecta Tour; quedan entradas en Tickantel y hubo una reubicación de los sectores.
“Estamos como niños chiquitos”, dice Fonsi, de vuelta en gira tras la parada obligada de la pandemia. La sensación colectiva, insiste, es diferente: habla por su equipo cuando asegura que hay nueva energía y ganas de reenamorar al público.
De eso y de la búsqueda de equilibrio, conversó con El País.
—¿Qué tiene de particular este momento de tu carrera?
—Siempre pongo en perspectiva lo que estoy viviendo a nivel personal porque eso influye muchísimo la composición. Y ahora mismo siento mucha estabilidad y tranquilidad en mi vida personal, que es lo que me da fuerza; es mi piso. Y musicalmente me siento en constante evolución, probando cosas nuevas dentro de lo que es mi género: soy un artista pop, un artista melódico. Pero me gusta fusionar estilos, celebrar sonidos latinos y el lado romántico que soy yo. Soy súper cortavenas en ese sentido, y este show se trata de esa búsqueda. Es un subibaja en todo momento.
—Ley de Gravedad, tu último disco, ¿también lo hiciste pensando en reenamorar?
—Un disco es una paleta de colores y trato de cubrirlos todos. A la hora de escribir una canción, al comienzo del disco, no pienso mucho y me dejo llevar por lo que siento. Pero cuando estoy terminando ya pienso: “Uy, necesito más de este color; tengo muchos temas rítmicos y necesito más baladas, está demasiado positivo...” y así. Ese es el típico balance que uno hace, porque yo quiero que todo el mundo se identifique. Yo necesito hacer himnos positivos como “Girasoles”; necesito que se escuche esa lágrima en la garganta diciendo: “La cagué, perdóname”, porque los hombres necesitan dedicar ese tipo de canción de vez en cuando (se ríe); y también necesito un poco de fiesta. Todo eso está presente.
—Eso habla del equilibrio, de cómo alinear la balanza…
—(Interrumpe) Habla de mí, así soy yo.
—A eso iba. En tu vida personal, en lo que no se expone, ¿sos así?
—Totalmente. Tengo momentos más serios, en los que me visto hasta más serio, y tengo momentos en los que me pongo un suéter anaranjado, unos shorts y unas chancletas y soy feliz. Y así soy a nivel musical. De hecho, no soy muy serio (se ríe). Pero sí que me gusta jugar con situaciones diferentes.
—Cuando lanzaste Vida, tu anterior álbum, declarabas que era el más importante de tu carrera. ¿Ley de Gravedad qué es?
—Me da miedo decir esas cosas. Obviamente el disco más reciente es el más importante, porque simboliza y representa lo que eres hoy día. Vida es un disco que marca un antes y un después, porque hay canciones como “Despacito” o “Échame la culpa” que lograron un crossover natural y fueron fenómenos. Por ende a nivel de ventas y premios y demás, quedará como un disco especial. Pero mucho más allá de eso —que es bonito pero no es la prioridad, no es la razón por la que uno hace música—, Ley de Gravedad me representa más. Es el yo de hoy día.
—En la canción que da nombre al álbum decís, en la línea del “let it be” o “déjalo ser”: “Si algo tiene que pasar, va a pasar. No batallemos con la ley de gravedad”. Después de haber tenido un éxito como “Despacito”, ¿es más difícil mantener esa forma de pensar?
—Creo que es un balance. En la filosofía del “let it be” y de todas esas frases de Facebook “clichosas”, yo creo mucho. Por más de que uno trate de forzar algo, si no está pa’ ti, no está pa’ ti. Pero también pienso que hay que luchar por algo; que aunque al principio parezca imposible, hay que ser un poquito terco en la vida. Y yo soy terco, y mi madre siempre lo dijo. Terco pero en buen plan, como que cuando me proponía algo sonaba muy lejano, pero poco a poco mis padres se daban cuenta de que me iba acercando. Entonces hay que tener esas ganas, porque ese imposible no necesariamente es imposible. Y es lo que les digo a los jóvenes: “Sueña en grande, no sueñes chiquito”. Obviamente tienes que ser realista en un momento. Yo quisiera jugar fútbol como Messi, y voy a entrenar toda la vida, pero no voy a llegar. Yo quería ser o cantante o beisbolista, y jugué y entrené como si fuera a ser profesional, y me di cuenta que no lo iba a ser. Sin embargo, en la clase de música se me hacía fácil, y ahí decidí.
—¿Tienen algún punto de contacto el béisbol y la música?
—No sé. Creo que en la disciplina. Creo que nadie llega a ser profesional solo por suerte.
—Has sido coach en varias ediciones de La Voz, y eso se relaciona con tu intercambio con artistas más jóvenes. ¿Qué es lo más importante que te llevás de esa experiencia?
?
—Me disfruto el ver esa ilusión en los ojos de esos jóvenes artistas. Conocer diferentes personajes, verme en todos ellos, verme en esa persona que desde muy temprano tiene clarísimo quién es, o en esa inocencia de tirarte al vacío por primera vez y no saber cómo vas a caer. Eso es hermoso. Y poder ser parte de ese camino, porque al final del día yo no soy un jurado ni un profesor de canto: yo sigo siendo uno de ellos. Solo tengo más experiencia.
—Ya mencionamos a “Despacito”. ¿Cuántas veces te preguntás qué fue lo que pasó con ese tema, qué lo hizo ser lo que es?
—No me lo pregunto mucho. Muchas veces en las entrevistas te hablan con datos, los billones, que la institución de no sé qué rayo te nombró no sé qué, o uno habla con artistas más nuevos que te dicen que gracias a esa canción… Ahí es cuando uno se da cuenta y dice: “Wow, qué locura”. Porque yo no vivo en el pasado, no lo bloqueo tampoco y abrazo todo lo que pasó. Esa canción solo me ha traído bendiciones, ¿cómo me voy a cansar de eso? Esa emoción que yo siento jamás se va a ir. Y ojalá en 20 años, cuando vuelva en gira y tú me entrevistes otra vez, me vuelvas a preguntar por ella. Significa que fue un momento importante en la historia de la música.
—Antes dijiste que siempre hay que luchar por algo. ¿Por qué luchás hoy?
—(Piensa) Por levantarme por la mañana con ganas de trabajar, y por acostarme con agradecimiento. Que puede ser en plena gira o tirado en mi casa con mis hijos encima de mí, o en una playa con una cerveza fría en la mano. No siento que lo he logrado todo; sigo en constante búsqueda, quiero seguir creciendo y siento que las mejores canciones aún no las he escrito, que las mejores giras aún no las he hecho. Sigo teniendo mucha hambre, cosa que me encanta, pero a la misma vez mi filosofía de trabajo ya cambió. Ahora voy en búsqueda de tranquilidad, felicidad y balance, y es una palabra que uso mucho. Quizás porque soy padre de niños chiquitos, sé que crecen demasiado rápido y no me quiero perder de nada, o porque mis padres se van poniendo mayores… Si me hubieses hablado hace 15 años, todo se trataba de mí: tenía que estar en ese concierto, en aquella premiación. Ahora uno tiene el lujo de elegir. Vuelvo y repito: sin perder el hambre y el respeto por el público, que sigue siendo el motor de todo.