CRÓNICA
El viernes se estrenó el décimo disco de la banda uruguaya, grabado en pandemia entre Montevideo y José Ignacio, y así fue su desarrollo
El fuego en las estufas está siempre prendido. Es miércoles 21 de octubre de 2020, hace frío, el coronavirus ha dado algo de tregua en Uruguay y en una habitación cubierta por sobrios paneles de maderas, se trabaja sobre nueva música. Es 21 de octubre y en la Estancia Vik, en José Ignacio pero justo en el medio de la nada, se graba el nuevo disco de No Te Va Gustar.
Hay tres álbumes de la banda que se hicieron en circunstancias parecidas, con los músicos instalados en una misma casa, conviviendo bajo el mismo techo: el primero, Solo de noche, sobre la calle Joaquín Requena; el tercero, Aunque cueste ver el sol, en el estudio de Bersuit Vergarabat, Del Cielito Records, en Buenos Aires. Y este, el décimo, el último, el atípico: Luz.
En 2020, cuando el COVID-19 canceló giras, viajes y proyecciones, el grupo uruguayo abandonó la idea de hacer el nuevo disco en el exterior, y se embarcó en un desafío singular: una suerte de autoexilio creativo de 20 días en Vik, una estancia turística de lujo en la que montaron todo lo necesario para una grabación de primera línea. A lo atípico de la circunstancia, se suma que Luz es el primer trabajo tras la salida del percusionista Gonzalo “Japo” Castex, y el primero que cuenta con la imagen de los músicos en el arte de tapa, la silueta de un colectivo recortada sobre un inmejorable amanecer. El augurio de un comienzo.
Este, el de meterse para adentro y volver de alguna manera al origen, es un proceso “sanador”, dirá en algún momento Fran Nasser.
El tecladista es uno de los que más horas pasa en el control room, junto al productor Héctor Castillo (venezolano, el mismo de Suenan las alarmas y Otras canciones) y su asistente Carlos Imperatori, el guitarrista Pablo Coniberti y el bajista Guzmán Silveira. En ese núcleo y con el ida y vuelta de Emiliano Brancciari, cada idea se considera, se conversa, se busca con precisión; se prueba un pedal, un efecto, se maneja una referencia y así se pasan unas jornadas larguísimas, cansadoras: muchas veces orbitando alrededor de una misma canción.
Dos días después llegará Julio Bocca, para una visita breve junto a su pareja. Será un mediodía cálido y alguien le dirá: “Acá estamos. Haciendo el mejor disco posible”.
La búsqueda del sonido
Es jueves 6 de mayo de 2021, los contagios de COVID-19 están por las nubes y en las instalaciones de Car One, sobre la ruta Interbalnearia, el frío es casi el mismo que en aquellas últimas noches en José Ignacio. Allí, la banda ultima detalles para el streaming en vivo de “La rama”, a cargo del equipo de Ska Films y que será el empujón final a un disco atípico: el disco que no sabe, aún, cuándo empezará a ser tocado en los escenarios.
“Fue un proceso bastante largo, lleno de incertidumbres. Y estar en este momento es impresionante”, dice el trompetista Martín Gil.
“Dentro de la oscuridad que estamos viviendo, encontramos una luz y una salvación para nuestras cabezas”, dice el trombonista Denis Ramos cuando desvía la atención del partido que juega Peñarol por Copa Sudamericana. “Porque al no tener los shows en vivo -que es lo que nos salva no solo económicamente sino a nuestra mente, porque es nuestra vida-, sacar el disco, si bien no llena todo, cubre una gran parte de lo que somos”.
“Sin este disco, todo este período hubiera sido nefasto. Digamos que nos salvó”, dice Coniberti.
“Necesitábamos hacerlo”, dice el baterista Diego Bartaburu.
“Era nuestro escape”, dice Fran Nasser y de vuelta, aparece una misma palabra: “nuestra salvación”.
Detrás de Luz hay, a entender de la banda, un cambio que se buscó de forma natural y que se relaciona al tiempo de atención que tuvieron estas canciones. Sin conciertos, cada músico pudo jugar de manera individual con las composiciones que les ofrecía Brancciari, y así se creó un mundillo de opciones que luego pulieron en conjunto. “Fue un disco bien colectivo, bien de grupo”, dice el guitarrista.
Pero el cambio es, a la vez, la profundización de un camino que hace rato recorren con Castillo, el productor que logró insertarse a pleno en el funcionamiento NTVG. Si en Suenan las alarmas apostaron a la experimentación para lograr un sonido más agresivo, en Otras canciones, que es acústico, se priorizó el espacio individual para que cada arreglo tuviera su destaque. Ese es el camino que se continúa en Luz, adaptado, claro, a la sonoridad eléctrica.
“El nivel de exigencia de Héctor es muy alto; está acostumbrado a trabajar con gente de primera línea. Pasar por esa situación estresante fue tremendo para ahora porque tenías que rendir de otra manera”, dice Bartaburu repasando el período Suenan las alarmas. “Era un nivel al que yo no estaba acostumbrado, y además me hacía tocar de una manera que yo no tocaba, muy fuerte. En el primer disco con él tuve momentos muy difíciles, pero en este no porque ya sabía lo que quería y porque yo evolucioné gracias a esa experiencia; buscaba ser muy claro y contundente, dejar espacio para los demás. Fue mucho más relajado”.
La experiencia de Suenan… influyó, también, a la hora de abordar guitarras y teclados en este nuevo álbum. “Héctor es muy nerd de las teclas y los pedales y eso, entonces son como momentos altos para nosotros, y creo que para él también, lo mismo con Imperatori. Entonces hay mucho entusiasmo”, afirma Nasser. “Y tiene eso de la inmediatez, también. Cuando llegamos a ese momento de grabar tampoco es que tenemos todo definido; surge mucho ahí, en la toma, la inspiración que pintó esa tarde y tiene un vértigo que está bueno”, dice Coniberti.
Una tarde de lluvia de octubre, entre la inspiración y las tortas fritas, Bambino le cedió la guitarra a un trabajador de Vik, apasionado de la música, y se encargó de las perillas mientras el chico grababa ruidos unos bien rotos, deformes. Luz fue un disco grupal, también por eso.
El lugar, la magia, el vivo
La acción está de vuelta en octubre. En el control room están las caras de siempre mientras que Gil, Ramos y Mauricio Ortiz trabajan por separado en otra sala. No ha sido fácil articular la línea de vientos, encontrarles la función más apropiada esta vez. Esperan por unos arreglos que enviará Steve Berlin, de la banda Los Lobos y que ya estuvo en Suenan las alarmas, pero el mail no llega y la demora le da una vibra extraña al ambiente, una tensión que tiene que ver con asumir un lugar y con transformarse sin perder la esencia de aquellos comienzos de hace más de 26 años.
Recién un viernes, apenas antes de volver a Montevideo, llega el correo que permite vislumbrar a dónde se perfilarán trompeta, saxo y trombón. Será tarea a terminar en la capital, pero el horizonte se aclara mientras Castillo pide formas menos cuadradas, menos prolijas. El reclamo se extiende a todos, sobre todo al cantar de Brancciari que, para el productor, lo hace siempre demasiado bien.
Castillo quiere que se empapen de lo salvaje que llevó Ricardo Mollo, que llegó a la estancia dos días atrás, mochila al hombro, guitarra en mano y la letra de “Austro” aprendida de punta a punta. El tema es un traje a su medida y ante los elogios respondió siempre con modesta sonrisa.
El 7 de mayo se viene un disco lleno de luces. Como la gran participación del crack de Ricardo Mollo ?? pic.twitter.com/nBdw5hn3zh
— Emiliano Brancciari ??? (@EGBrancciari) March 17, 2021
La tarde en la que grabó Mollo, lo que quedó en el aire fue magia, incluso para una banda como esta acostumbrada a los vínculos de perfil alto. La tarde en que grabó Mollo, Martín Gil lloró. Fue así de poderoso.
Ahora, mayo de 2021 en Montevideo, la banda está por tocar una versión de “La rama” hecha para la ocasión. Es de las pocas canciones del disco que no tiene participación de los vientos, así que hicieron una relectura para este streaming en Car One que luego será videoclip oficial.
Ahora, Gil dice en representación de toda su sección instrumental que “quedamos superconformes” con el resultado. “Fue un trabajo bien diferente porque empezamos con arreglos propios, después trabajamos con arregladores de distintas partes del mundo para las mismas canciones. O sea, cada canción llegó a un arreglo final después de todo un proceso larguísimo. Uno de los rasgos de este disco es que está todo muy administrado; intentamos que si está algo sonando, presentando un motivo, nada te distraiga de eso, que las cosas vayan entrando y saliendo, y los vientos tuvieron que buscar ese lugar. Creo que muestra algo nuevo, una manera diferente de hacer sonar los vientos dentro de No Te Va Gustar”.
Ahora, Luz está en el aire y el streaming de “La rama” fue lo más cercano a un show en vivo que dieron en el último tiempo. ¿Pero cómo es lanzar este disco sin una gira por delante?
“Desesperante”, admite Bartaburu.
“Tenemos la ilusión de salir a tocar en primavera”, agrega Gil.
“Pero es igual de emocionante lo que está llegando”, dice Nasser. “Ahora, en este momento, tengo una ansiedad enorme de que salga ya”.
“Yo sé que voy a tocar a fin de año”, irrumpe Brancciari. “Nunca fui pesimista. (…) Es raro, es extraño, pero se graba con el optimismo de que todo salga de golpe. Lo vivo así, porque si lo vivo de otra forma... Es muy difícil hacer un disco para que la gente lo escuche en la casa y punto, y quedó ahí. En ese sentidoo, yo creo en princesas. Me imagino que un día va a venir Nico (Fervenza, el mánager) y nos va a decir: ‘pasó tal cosa’. Y vamos a tocar”.
Ese día habrá fuego. Habrá luz.
"Venganza", una canción que dividió aguas
El segundo corte de difusión de Luz fue "Venganza", un featuring con la trapera Nicki Nicole en la que Emiliano Brancciari canta como si fuera una mujer víctima de violencia de género. Lanzada el 5 de marzo, la canción causó revuelo en redes sociales, y desató una ola de críticas que cuestionaron tanto la fecha de estreno, muy cercana al 8M, como la decisión de Brancciari de ponerse, de alguna manera, en el lugar de la mujer y reclamar por venganza. Ante la controversia, la banda decidió no expresarse.
Ahora, Brancciari dijo a El País que "cada opinión es válida y en general la gente que se enojó era gente que no estaba muy informada acerca de nosotros y nuestro compromiso, y hasta se puso en duda cómo deberías escribir una canción. Es rarísimo eso, cantar en primera persona es algo que hacemos hace mil años. Cuando hicimos 'Hijo de las armas', que tenía que ver con la baja de la edad de imputabilidad, yo canto por ejemplo como un adolescente sin futuro, y claro que no lo soy. ¿Entonces qué tengo que hacer, elegir las causas y ver de dónde canto para ver si ofendo a alguien? Me parece que ahí le erraron, y en no fijarse de dónde veníamos. Porque cuando empezamos a involucrarnos en el tema de la violencia de género y éramos 30 o 40 en la explanada de la Intendencia con las Mujeres de Negro, esa gente que nos quería crucificar no estaba ahí con nosotros".
En ese sentido, entendió que hay un montón de gente que se ve en la obligación de siempre salir a decir algo, marcar posición rápido porque las redes te apuran, pero nosotros por suerte tenemos las cosas recontra claras y la gente con la que trabajamos hace mil años también. Hace poco hicimos un taller por Zoom para ver cómo seguía la campaña Nunca más a mi lado, y nos hicieron un resumen de las actividades en las que habíamos participado y son infinidad. Muchísimas cosas pasaron como para nosotros tener que sentirnos en falta por hacer una canción. Es algo casi obvio que nadie quiere venganza, que queremos justicia; es obvio. Lo que pasa es que si vos no podés cantar nada simbólicamente, no se puede hacer nada".
Por su parte, el mánager Nicolás Fervenza opinó: "Las redes sociales se han transformado en una prisión para la libre expresión, que realmente no está funcionando. Nadie puede decir nada porque todo está marcado por la lupa y se están coartando libertades porque herís determinada sensibilidad, y la gente no está pudiendo decir lo que quiere decir porque enseguida hay sensibilidades que son vulneradas. Entonces es muy peligroso y esa autoridad moral que se genera en redes nos coarta a todos la posibilidad de expresarnos, y la posibilidad de un artista con cierta popularidad de generar un sincero debate. Porque a todo el mundo que está preocupado por determinada temática, le viene fenomenal que un artista que tiene un canal de comunicación grande como el de esta banda ponga la discusión sobre la mesa; no todo lo contrario. NTVG no se para de ningún punto más allá del punto de un artista que tiene cosas para decir y las dice. Lamentablemente cada vez hay más gente convencida de que tiene esa autoridad para designar quién habla, lo cual es horrible y nos tiene en esta situación de incomunicación salvaje en la que estamos inmersos".