La primera vez que escuchó algo de punk regional fue en la radio: curtía el programa El tren fantasma, ese que cambió la radiofonía argentina y que le llevó el rock a tantas generaciones, cuando sonaron Los Violadores y él pensó que así, cerca suyo, nunca había escuchado nada igual. Entonces quiso tener una banda.
La primera vez que tocó con Attaque 77, que fue su sueño adolescente y después un grupo popular y luego algo parecido a una empresa y hoy una historia larga, fue en el icónico boliche Cemento. Tenía 16 años y hasta ahí ese proyecto, que había armado con sus amigos del liceo y que no precisaba más que juntarse a ensayar, daba un paso hacia un mundo nuevo.
La primera vez que supo que todo había cambiado fue cuando apareció “Hacelo por mí”. Attaque tenía tres años y dos discos y aquella canción se convirtió en un himno: se metió en la gente, sonó en todos lados, fue abrazada como se abrazan los clásicos eternos. Le dio nombre a un programa de Mario Pergolini que la utilizaba al principio, en el medio, al final. Llenó el entorno de voces: de repente, todos querían decirles a este proyecto qué hacer, cómo sonar.
Ahora, con 53 años, Mariano Martínez, que es guitarrista y cantante y compositor, argentino con cédula uruguaya, con un estudio de grabación en las sierras de Córdoba y una vida repartida a los lados del Río de la Plata, está a punto de hacer otro estreno. Esta noche, a las 21.30 en Montevideo Music Box, tocará como solista por primera vez.
Acompañado de una nueva formación que incluye a Ramiro, su hijo, celebrará 35 años de música, revisitará lo hecho con Attaque 77 y mostrará canciones de su futuro. Quedan entradas a la venta en Redtickets.
En charla con El País, Martínez dice que nunca tuvo tiempo de mirar atrás, de pensar en lo hecho. Pasó raya con la pandemia, período crucial que lo trajo a él y a su pareja, la cantante Valeria Lynch, a instalarse en Uruguay.
Conoció a Lynch cuando lo convocaron para producirle un disco y enfrentó uno de los grandes desafíos de su carrera artística. Hoy atiende como director musical de la banda de uruguayos que la coach de La Voz se armó aquí, pero lo hace con pudor, porque se reconoce como un punk entre un montón de profesionales. Después habla de aprendizajes. Dice: "Yo la veo y veo un don, cómo moviliza, qué cosas moviliza. Hay un poco de misterio ahí, y me parece asombroso".
Desde 2020 hasta ahora, la vida de los dos se ha vuelto un vaivén constante entre los lados del Río de la Plata. “Estamos todo el tiempo así, viajando, porque así fue nuestra historia y porque nos gusta movernos: ir a tocar a los pueblos, a las ciudades, siempre fue igual. Yo mismo vivo en un pueblo chiquito y es lo que más me gusta, ir a esos lugares”, dice. “Ahí hay mucha gente esperándote, esperando que lleguen los artistas. Supongo que seguiré haciendo esto”.
Por ahora, el camino de Martínez es tierra en exploración. No hay grandes certezas: grabó de manera espontánea “El hombre de la calle” de Jaime Roos y no descarta ahondar más, desde ese sitio, en la música uruguaya; tocó con el dúo local Spuntone - Mendaro, está a punto de terminar un tema que quiere estrenar en noviembre, tiene un disco perfilado para 2024, superó el trauma de no querer sonar muy parecido a Attaque y poco más. Hoy, dice, la prioridad es hacer.
“En este momento hay que hacer toda la música que se pueda, y trato de hacer lo mejor. Ahora, a punto de tocar por primera vez como solista, me he visto como en el medio de algo: antes Attaque 77, ahora estoy solo, ¿a qué le debo responder?”.
Al rato se contesta: “Esto no quiere decir que Attaque 77 (que hoy está inactiva) nunca más vaya a hacer nada, porque no lo sé. Pero me encanta tener todo esto por delante, todos estos cuestionamientos. Me hacía falta y me da ganas. Y estando solo tengo mucha más libertad para hacer lo que siento, lo que me representa. No tengo que rendirle cuentas a la expectativa, solo a mí. Y ser lo más sincero conmigo: ese es el camino que tengo que tomar”.
Attaque y los 35 años en la música
"No sé si podría sacar una conclusión", dice de su camino artístico. "Hay momentos en que miro para atrás y digo: 'Ay, Dios, esto'… Pero está bien, supongo que está bien. Es el camino de uno, es la escuela de uno. Adentro de Attaque aprendí más que a estar en una banda y hacer música: aprendí de las personas, de los vínculos, de cómo lo hacemos, aprendí a intentar ser más comprensivo, más amoroso, a manejar las frustraciones. Todo eso se va adentro de un grupo de música: convivencia, viajes, mucho tiempo lejos de la familia. No me arrepiento del camino y gracias a eso estoy acá, tengo las cosas que tengo, proyecto lo que proyecto. Pero a veces es difícil, mirás para atrás y decís: ay, qué pelotudo que era (se ríe). Pero creo que aquello tenía que ocurrir en aquel momento, es imposible traerlo al presente, y está bien; en aquel momento era aquello, hoy es esto y me gusta el presente. No me gusta la cosa nostálgica, pienso mucho en el futuro, pero voy paso a paso. Ahora estoy acá, contento, y me parece natural debutar en Montevideo. Se dio de esa manera y es muy significativo. Y después adonde me lleve, a donde me lleve la música, que siempre me salvó. Me dejaré llevar".