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Miguel Romano, el baterista todoterreno que tocó con Gloria Gaynor y Fernando Cabrera, y presenta su proyecto

El hermano de Popo Romano grabó en discos clásicos como "Fines", de Fernando Cabrera, y acompañó a Gloria Gaynor en sus shows de Punta del Este. Mañana llega a Sala Lazaroff con un espectáculo que mezcla jazz y candombe.

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Miguel Romano.
Foto: Leonardo Mainé.

"Para mí es más fácil tocar con Gloria Gaynor que con ‘El Canario’ Luna”, dice, entre risas, Miguel Romano. Con esa frase se refiere a las exigencias que requiere seguir las indicaciones musicales de cada cantante, pero, sin darse cuenta, acaba de resumir el amplio arco estilístico que define a su currículum. El baterista grabó en discos de Fernando Cabrera, Leo Maslíah y Jorge Galemire; escribió varios libros sobre ritmos de candombe y murga para batería; y puede moverse con total naturalidad entre el jazz y el rock. Es uno de esos músicos todoterreno.

Sin embargo, mientras dialoga con El País en una sala de ensayo del barrio Buceo, Miguel revela que se volvió músico por casualidad. Sus verdaderos planes se movían entre el fútbol y la arquitectura, pero una experiencia juvenil en el grupo Los Campos terminó por definir su camino. Eso sí, al igual que uno de sus tres hermanos, el bajista Popo Romano, Miguel siempre llevó la música en la sangre.

Ambos compartían habitación y pasaban los días rodeados de pósteres y vinilos de Led Zeppelin, Yes, Deep Purple y Genesis. Y si bien ambos empezaron con la guitarra, Miguel se sumergió en su instrumento luego de que los Reyes Magos le regalaran una batería. Uno de sus primeros grupos fue Dolmen, del que también participaba su hermano, y que terminó tocando en el Palacio Peñarol junto a varias figuras.

Popo Tomando tocando el Klington en Dolmen, junto a su hermano Miguel en batería y otros músicos amigos.
El grupo Dolmen.

Era abril de 1974 y el festival Desafío iba a reunir a grupos Psiglo y los argentinos de La Pesada del Rock and Roll. El grupo de los hermanos Romano se ganó un lugar en la grilla gracias a su amistad con el sonidista de Psiglo, quien los invitó a ser parte de la grilla. “Ahí conocí a Gonzalo Farrugia, un maestro”, dice sobre el músico de Psiglo. “Vio que yo tenía una batería medio chuminga con unos platos rotos, así que me prestó todos sus platos. Después del show me dijo: ‘te voy a invitar al garage donde ensayamos, así yo te paso unos piques y vos me pasas unos a mí’. Fue tremendo”, relata.

Ese festival fue crucial para los hermanos Romano porque allí los descubrió Néstor Scorza, el productor de Psiglo, que también estaba trabajando con la reformulación de Los Campos, un grupo beat que a inicios de los setenta había grabado los populares discos Mi reino bajo el sol y Naturaleza viva. “El cantante Juan Gadea había vuelto de España y quería armar la banda de nuevo”, cuenta Miguel. “Empezamos a ensayar en el cuarto piso de Radio Montecarlo, y yo me sentía un beatle; tenía 15 años y ya habíamos entrado a grabar un disco en Sondor”, cuenta.

El álbum era Sin lujos y sin pretensiones, cuya foto de portada fue tomada a unas cuadras de donde Miguel dialoga con El País. “Fue acá nomás, en el Puertito del Buceo”, cuenta. La actividad con Los Campos era tan exigente que, cuando se quiso dar cuenta, ya se había convertido en un músico profesional. No había cumplido 20 años, pero ya había tocado en Argentina y girado por el interior uruguayo.

El siguiente paso en su camino llegó unos años más tarde, con el grupo Quo Vadis, donde también compartió con Popo. El proyecto nació en 1977 tocando covers de éxitos de grupos como Toto y The Alan Parson Project, hasta que en 1984 publicaron su álbum debut: Quo Vadis?. “Queríamos dar un paso más rockero, y teníamos mucha influencia de la música progresiva. Pero todavía estábamos en dictadura y el rock no tenía mucha cabida”, explica. “El primer disco era un collage porque no estábamos del todo definidos: no teníamos productor ni a nadie que nos orientara; era todo a pulmón”.

Sin embargo, Quo Vadis? llegó a sonar en las radios e incluso “El camino encontraré” —una balada compuesta por Miguel— logró meterse en el ranking de El Dorado FM. En 1987 firmaron contrato con Orfeo, lanzaron un segundo disco —también titulado Quo Vadis?— y tocaron en el Montevideo Rock de 1988. En YouTube se encuentra su interpretación de “Sancho 2001”, una balada de tintes progresivos que incluye un frenético solo de guitarra.

El trabajo de Miguel en esa época no se limitó a Quo Vadis. En 1986 fue, junto a Popo, parte del disco Escape, de José Pedro Beledo. También grabó, esta vez por las suyas, en Ferrocarriles, una joya de Jorge Galemire. “Todavía me acuerdo de su meticulosidad a la hora de trabajar: grabábamos en la madrugada y no usábamos metrónomo porque él tenía el tempo interiorizado. Era un musicazo yaprendí muchísimo con él”.

En esa época, Miguel ya había empezado a estudiar jazz, y pudo dejar salir esa veta cuando Fernando Cabrera lo invitó a ser parte del disco Fines (1993). “La balada de Astor Piazzolla”, con su uso de las escobillas, es un buen ejemplo. Ese álbum le permitió sacarle provecho a su experiencia de baterista, y su llevada de murga-canción en “Soltera” lo demuestra. “Cabrera es uno de esos músicos impredecibles, porque más que especificar te daba indicaciones muy sutiles y te dejaba expresarte”, explica. “Son artistas que cambian tu concepto de cómo suena la batería”.

Es la misma sensación que tuvo años después, cuando empezó a trabajar con Leo Maslíah. Con él, por ejemplo, grabó un álbum tan versátil como Y pico (1999), que incluía el hit “La papafrita”, y lo acompañó en giras por Argentina y Chile. “Tocar con Leo o con Cabrera es como un plato gourmet que tiene elementos de distintos lugares, y que te hace pensar para ver cómo podés meterte en ese mundo increíble. Pero ellos te dan la confianza para que uses tus herramientas”, explica.

Algo distinto vivió entre 1998 y 1999 cuando acompañó a Gloria Gaynor durante sus shows en Punta del Este. “Convocaron a músicos que leyeran partituras, y con mi hermano fuimos parte de su banda”, cuenta. “Ya estaba todo escrito, entonces tenía que seguir lo que decía la partitura. Fue una experiencia lindísima porque era un repertorio conocido, con temas como ‘I Will Survive’ y ‘Can’t Take My Eyes Off You’.

Como dijo al arranque de esta entrevista, la experiencia con Washington “Canario” Luna fue todo lo opuesto. Con él grabó Por la vuelta (2000), donde cantan Los 8 de Momo y Pepe Guerra. “Él no dirigía las grabaciones, pero cuando te daba indicaciones era bien a la uruguaya y te decía: ‘¿La cazaste al vuelo?’”, cuenta, con una carcajada. “¿Cómo agarro esto?’, pensaba yo”.

Romano, que además de trabajar como músico sesionista da clases de batería, tiene su propio proyecto, que titula Grooving Candombe. Mañana a las 21.00 lo presentará en Sala Lazaroff junto a los músicos Ricardo Nolé, Yamile Burich, Roberto de Bellis y su hermano Popo (entradas en Tickantel a 500 pesos).

“Este concierto es como el arquitecto que se construye su casa: voy a tocar el repertorio que más me gusta con un grupo de amigos con los que congeniamos”, adelanta. Va a ser otra manera de acercarse a la obra de un músico sumamente versátil.

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